viernes, 22 de enero de 2010

capitulo 29 "juicio final"

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN**

Nota 29: La musa rockera recomienda Lacrymosa de Evanescense pero con String Quartet, para la primera parte. Y para el Bella’s POV, Dreamcatcher del Score de New Moon.

¡Qué comience la magia!


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29. Juicio Final.

“A veces toda tu vida se reduce a un acto de locura”

James Cameron.

Edward’s POV

Hay que deshacernos de la evidencia. ¡Este lugar apesta!

Y por supuesto que apestaba. Todo el lugar se convirtió, en un santiamén, en un río de sangre, de putrefacta y asquerosa sangre de perro. El aroma era peor de lo que la simple palabra “insoportable” podía referir, mucho peor. Sin embargo, durante el encanto cegador de la venganza esas pequeñeces… realmente no importaron.

Pero, Demetri tuvo razón, era necesario acabar con el desorden antes de abandonar este infierno.

--Prendamos la chimenea y dejemos que arda el resto de… —miré despectivamente al inerte Jacob— esto.

--Pues hagámoslo ¡ya! ¡Huele horrendo!, parece como si hubieras matado a toda la jauría… en vez de uno.

¿Sería cierta su afirmación?

A simple lógica me parecía bastante exagerado. Aún no había tenido la necesidad de respirar, mis pulmones resguardaban un poco del elemento para poder hablar otro tanto, pero mi curiosidad fue más e inhalé.

Pésima elección.

--¡Demonios! –vociferé y comprimí con mis dedos la nariz mientras hacia un sinfín de gestos.

Demetri se carcajeó.

--¡Maldito! ¡No estabas respirando!

Tuve que hacerme de mucho temple para no retorcerme por las nauseas inmensas que ese hediondo olor ocasionó.

--¿¡¡Qué estás esperando!!? –Grité embravecido por la incomodidad del aroma— ¡¡Quemémoslo!!

Me agaché al piso para levantar el cuerpo y desmembrarlo cuando un grito interrumpió el regocijo de Demetri.

--¡¡¡Edward!!!

Era Carlisle… ¡Carlisle!

Mis ojos se abrieron como si mirase una explosión y mi anatomía se colapsó con el estallido de la voz y es que no había otra razón para que regresara más que… Bella.

Edward es urgente –pensó con el mismo tono en que me había hablado.

Y no necesité más para salir disparado.

A unos metros de la puerta de la cabaña se hallaba Carlisle con Bella en brazos.

--¡DETENTE! –Exclamó ipso facto al verme y después se retiró unos metros atrás.

Evidentemente mi aspecto lo espantó; no esperaba menos, ahora seguro que sí era un monstruo. Las manos y la ropa se cubrían de manchas y los ojos… no podían estar peor.

--¡¿Qué pasa Carlisle?! –reclamé un tanto grosero.

El que no estuviera respirando me ayudaba a controlarme, no del todo, pero podía estar a esta distancia y sin el impulso; lo malo es que él no lo sabía.

--No aguantará llegar a British. El clima de aquí la está matando. La ropa que trae no la protege de las inclemencias y su corazón palpita cada vez más lento.

--¡¡Y por qué regresaste!!

--¡Por ti! ¡No es obvio! –Contestó tan mal como yo, con un sarcasmo irreconocible en su voz; me lo merecía—Hazme el favor de contrólate Edward.

No tengo muy claro cómo sucedió, pero le gruñí; quizá la desesperación comenzaba a atacarme por todos lados.

--¡¡Es la última vez Edward, contrólate!! –gritó enojado y se alejó otros metros.

Demetri al escuchar la pelea, salió de la cabaña y se posó al lado mío; jamás intervendría a favor de nadie, lo sabía, pero el hecho de que se colara como oyente en la discusión me terminó de sacar de mis cabales; me volteé en su dirección y también le gruñí, sólo con el enfurecimiento corriendo a mil por hora por mi cuerpo.

--¡¡Qué demonios haces aquí!! ¡¡Te dije que no te quería cerca de ella!! ¡¡Ve a quemar esa maldita cabaña!!

--Ey, bájale a tu humor, porque si quieres encontrar pelea...

--¡Tranquilícense los dos! –gritó nuevamente Carlisle.

Demetri y yo ya estábamos mostrando los dientes y en posición de ataque en el momento que mi creador demandó que nos sosegáramos. Cierto era que me había extralimitado con mis actitudes, y sabía justamente por qué. Beber sangre de humano y estar en constante lucha despertaba los instintos de mi demonio mucho más de lo que me imaginaba, me hacía temblar a mí mismo, me ponía vulnerable a cualquier provocación, sin embargo el frenesí era muy poderoso e incontrolable.

--Edward, ¡ves a lo que me refiero! Tú no eres así; cálmate. Bella te necesita ahora mismo.

Apreté las manos y me incorporé, dándole la razón a Carlisle y Demetri indudablemente puso gesto de victoria, situación que no me agradó para nada, mas tuve que hacerme el desentendido. Si por mi culpa le pasaba algo a Bella no me lo perdonaría nunca.

--Demetri, será mejor que vayas a dentro –declaró Carlisle y el interpelado se retiró con dejo de arrogancia, golpeando mi hombro al pasar.

Ignoré por completo su provocación y giré mi rostro en dirección opuesta. No podía respirar y por primera vez lo requería para lograr el cometido de tranquilizarme; así que cerré los ojos para poner en su lugar al monstruo de mi interior, no hallaba otra salida.

--Edward, Bella se está congelando. ¿Entiendes lo que te digo? No puedo moverla más o será perjudicial para su integridad física. Es indispensable que tomemos una decisión.

Abrí de sopetón los ojos y miré asustado a Carlisle.

--Sí, es necesario transformarla o morirá. Sus heridas, ella misma se las está curando, pero su corazón es el que no creo que soporte, el clima reduce aún más las posibilidades; por mucho que el veneno la haya hecho resistente, todavía es humana; depende de una temperatura específica.

--Pero Carlisle… yo, yo no puedo… ¡mírame! –Reclamé y casi enseguida reflexioné la causa por la que él estaba aquí— ¡¿Qué intentas que haga?! ¿Para qué la trajiste?, yo te dije tú…

--Lo sé, Edward, sin embargo esto ya no implica salvarla de la forma en como tú me lo pediste; es tiempo de hacernos responsables de nuestros actos y yo no voy a entrometerme en algo tan sagrado para ti.

--¡No te entiendo Carlisle! El que tú o yo la envenenemos no está en consideración ¡¡¿Por qué me torturas así?!! ¡¿Acaso no sabes cuánto la deseo, cuánto deseo la sangre que corre por sus venas?!

“No –dije rotundo—, estoy seguro que no me contendré; hazlo tú.

--Limpié algunos rastros de su sangre para hacértelo más fácil.

--¿Más fácil? –pronuncié irónico.

--Sí, sé que corremos un alto riesgo con dejarte este reto en tus manos, mas confío que el amor que le tienes, no en vano la regresé Edward. El punto aquí es que tú estés convencido de esa realidad.

--No. ¡Yo no puedo! ¡No quiero! ¡No es justo Carlisle! Detesto esto; es tan difícil.

--¿Difícil? Estas equivocándote. A ver, respóndeme lo siguiente de una manera que me convenzas y entonces me iré a transformar a Bella, lejos de ti: ¿Para qué te acercaste a ella de nueva cuenta si no pensabas llegar a esto? ¿Ibas a esperar a que muriera?

--Por supuesto que no.

--¿Entonces? Respóndeme qué hace la diferencia, ¿qué bebiste sangre humana? ¿qué estás irreconocible?

--Sí.

--¿Qué no la amas?

--Con todo mi ser, sin embargo no soy capaz. Tú me conoces mejor que nadie…

--Por eso la he traído, sé que si yo la transformo ni ella ni tú estarán contentos. ¿Podrás con eso… eternamente?

Quería llorar, por tercera vez en mi larga vida de vampiro ansiaba llorar, porque no era aquel que mi padre imaginaba en sus pensamientos, ¡no!, sus expectativas me hacían sentir que estaba en un ínfimo sitio de éstas. Imagen, tras imagen, su cabeza traslucía pensamientos benévolos de mí y por más que insistía yo jamás me identificaba con ellas. ¡¿Cómo le decía que no era ése ser?! Que al contrario, era un vampiro sanguinario y desalmado que había matado a más personas inocentes de las que se podía hacer una idea con sus tres siglos de existencia… y sobre todo en los últimos meses. Mis errores me habían conducido a un callejón sin salida: la “vida” eterna de Bella condicionada por mi autocontrol… ¡vaya broma de mal gusto!

Moví mi cabeza en signo de negación. Si yo iba allá, cerca de Bella, lo único que ocasionaría sería su muerte. ¿A quién engañaba? Su sangre era como una droga para mí, más en estos momentos de indisciplina. Antes, cuando la volví a ver, de menos llevaba una semana de “dieta”, mas hoy… hoy había matado, torturado y masacrado a una tribu completa, sin el menor dolor, sin el menor atisbo de humanidad, ¿cómo iba a pretender convertir a Bella? ¡Cómo!

--Hijo, no queda mucho tiempo –musitó Carlisle acercándose peligrosamente a mí con mi más preciado tesoro en sus brazos.

De reojo, observé aquella carita de ángel en pleno letargo, con la expresión un poco turbada y cansada. Quién sabe por qué, de momento no lo comprendí, pero recordé masoquistamente su precioso y aniñado rostro, bajo la luz de la luna, en aquel jardín del mediocre baile de graduación.

“Estás dispuesta a abandonar todo –musité desalentado por la respuesta que obtendría.

--No es el final, sino el comienzo –me contradijo, como lo esperaba, con un poco de voz.

--No lo merezco –contesté con tristeza.

--¿Recuerdas cuándo me dijiste que no me percibía a mí misma de forma realista? –preguntó astuta, utilizando mi argumento para derrocarme—Obviamente tú padeces de la misma ceguera…” (MEYER 2005: 501).

Tras la epifanía el recuerdo se desvaneció. Quizá hay cuestiones en el mundo que uno no cree hasta que otra persona te las demuestra, la mente siempre está dispuesta a comprobar la autenticidad de las cosas; sin embargo, hay situaciones tan subjetivas y tan poco razonables que sólo la persona a la que amas puede hacerte creerlas, había descubierto por fin la magia del amor… las quimeras.

Si Bella quería ser transformada por mí ¿no era este el momento que se merecía después de tanto sufrimiento? ¿Acaso era tan débil cómo para no otorgarle lo único que me había pedido desde que nos conocíamos? Carlisle tenía razón sólo en una cosa: Ella deseaba que yo fuera quien la convirtiera y yo… no pedía otra cosa que existir enteramente dentro de ella… ¿por qué negarme ahora? ¡¡¿Por qué acobardarme en el último momento?!!

Lo haría, lograría convertirla.

--De acuerdo, yo lo hago, pero no te vayas muy lejos, puede que te necesitemos.

--Buena elección Edward.

Carlisle se terminó de acercar a mí y fue lentamente pasando a Bella a mis brazos, no sin antes verificar cada uno de mis gestos y actitudes y cuando terminó me sonrió con satisfacción y orgullo. Definitivamente, nunca terminaría de agradecerle toda su confianza en mí.

Al sentir a Mi Vida respirando y viviendo, mi muerto corazón se estremeció de tristeza ya que ésta sería la última vez que disfrutaría de esos pequeños detalles, la última vez que su corazoncito palpitaría entre mis brazos, la última vez que mis oídos escucharían este dulce sonido… y también la última vez en que sus mejillas no se pintarían de rosa pastel al verme.

--Nadie eligió este camino –Carlisle interrumpió mi melancolía, pensando quizá que me debatía entre el bien y el mal—. Algunas veces los actos que parecen ser los más ruines terminan siendo los actos más puros de amor, todo consiste en saber hacer las cosas. No vayas a olvidarlo nunca hijo.

Con un poco de nostalgia emanando de mis adentros lo miré rápidamente para que notara mi convicción, mas mi necesidad de observar la grandeza del efímero soplo de vida de Bella me atrajo con mucha más fuerza por lo cual retiré los ojos de mi padre en cuestión de segundos.

--Gracias, Carlisle, no lo olvidaré –musité y después me acerqué al oído de Bella para despedirme de ella de la manera más intima que hallé.

“Gracias Mi Vida, ¡porque ni te imaginas cuán humano me hiciste sentir! Gracias”.

En seguida, mi boca percibió la escaza calidez de su cuello y con el dolor más profundo que jamás haya experimentado hinqué mis dientes en su piel y desgarré el músculo… luego, el éxtasis.

Bella’s POV

Detente, corazón, detente.

Déjame rogar al cielo o al infierno que éste sea el momento.

¿Qué más te debo, vida? ¿Por qué sufrimiento todavía no he pagado? ¿A caso mi ofensa fue tal?

Si lo único que quise siempre fue amarlo.

Es un demonio, lo sé mejor que tú, pero mi amor por él es irremediable al punto que aquí estoy pidiéndote clemencia por ese pecado… que ni siquiera concibo como pecado, pues si el amor fuese tal, ¿por qué naturalmente amamos? ¿A caso me quieres decir que es pecado enamorarse?

Tu silencio me aterra.

Si mi destino era pecar, ¿¡para qué me mandaste entonces a la tierra!?

Engañé, estoy de acuerdo contigo, pero también me engañé a mí misma con un amor que no sentía. Y en consecuencia perdí a dos seres importantes en mi vida. ¿No es suficiente condena?

Amé, mucho, demasiado, ¡jamás podrás imaginarte cuánto!, mas dejé que me amaran de la misma manera para equilibrar la balanza que tú ponderas.

Codicié, es cierto, y aún sigo deseándolo y deseando ser para él.

… pero por más que me esforcé… no podrá ser.

¡Ya te escuché!

***

--¡Ey Jake, cuidado con las mariposas! –oí una dulce vocecita.

Abrí mis ojos con extraño entusiasmo no obstante el sol me deslumbró… ¡el sol!

Me quejé mientras me giraba sobre mí misma, el sol me había dañado de momento mi visión y me causo un dolorcito en mi cabeza, así que cubrí con una de mis manos su brillo que reposaba todavía sobre mi cara.

¿Dónde estaba? ¿En el prado?

¡Sí!, era el prado… mi prado.

Me senté enseguida que recobré por completo la visión. Estaba sola.

--Es hermosa. La amo, Bella.

--Jacob…

Exclamé con apenas un soplo de voz, a mi lado estaba él, ¿cómo? No lo sé, si apenas hace un momento estaba sola, pero no quise reflexionarlo, el saber que era él me causó más conmoción. Mi cuerpo se tensó.

Estaba a punto de analizar la situación, sin embargo lo que sentí después, cuando un pequeño bultito se me vino encima, por la espalda, me espantó pues me abrazó el cuello. ¿Qué sucedía?

--¡Mami!, ¡mami! Jake es un tontito –la voz dulce penetró en mis oídos. No tuve más miedo.

Ni más rencor.

--Renesmee…

Respiré con alivió y alegría, ¿cada cuánto le pasa esto a las personas comunes? ¡Mi hija! ¡Mi pedacito de cielo! ¡La chispita de amor!

Las lágrimas y los sollozos no me esperaron, salieron cual si fueran cohetes en plena feria, estallando con todo lo que traen dentro.

--¡Renesmee! –exclamé y, por fin, la abracé completamente.

¡Estaba abrazando a mi hija!

Ese momento fue tan especialmente mágico, era como sentir a Edward, su ternura, su entrega, su amor eterno, su particular calidez. Nuestra hija era aún más hermosa que en mi último sueño. Su alma resplandecía como el sol que me había cegado.

--Mami, ya vas a estar bien –afirmó con singular inocencia.

Esperen…

¿¿¿Qué???

La separé un poco y vi sus lindos ojos verdes, tan esmeraldas que me cautivaron cual si fueran hipnóticos e inmensamente enigmáticos. Su carita estaba llena de esperanza y tranquilidad… Algo andaba mal, es decir, ¿por qué me dijo eso?, ¿y Jacob qué estaba haciendo aquí… en mi sueño? Sé que Jacob no importaba en este instante, pero…

Las lágrimas que corrían de mis ojos a mis mejillas cesaron. La magnificencia del prado era incomparable, era completamente… idílico.

No… no podía estar pasando que…

Ella estaba muerta, no podía perder eso de vista, aunque mi mente estuviera recreando este momento en mis inconsciente; por otra parte, Jacob también debía estarlo, es decir, yo…

¡Oh por todos los cielos!

No… no, no. Edward…

Esto es sólo un sueño. ¡Puedo despertar!

Me angustié al percatarme de las enormes posibilidades de mi hipótesis. ¿Debería de sentirme tranquila, no es así? Entonces, por qué no me parecía estar en… este lugar. Yo no pertenecía aquí. No. Si Edward no estaba a mi lado no era posible que yo…

--No puedo quedarme aquí… Renesmee, yo tengo que…

Mi hija pareció que conocía mis pensamientos, así que sonrió un poco, casi con decepción, y se separó de mí para irse a instalar a los brazos de Jacob.

--Ya no nos veremos, mami –dijo con melancolía la tierna niña y quise decirle que me quedaría, al fin, ilusión o experiencia paranormal, ¿era mi hija, no? Tenía que consolarla…

Sin embargo, verla a ella, al observar cada detalle de sus sorprendentes facciones, me recordó un sentimiento mucho más fuerte: mi deseo de volver a ver a Edward.

Edward sí existía y ella quizá… no.

--Te amo Renesmee –musité y me compungí de forma inevitable.

Con esas tres simples palabras le estaba diciendo al angelito que había venido por mí que rechazaba la entrada al cielo, que regresaba mi boleto por defecto, porque el paquete venía incompleto. Si ella había sido creada a partir de dos seres, aquí faltaba un pasajero.

Pecaba… sí.

O tal vez… Amor, ¡estás pecando!

Desorientada como me encontraba me paré y comencé a buscar la salida.

Si mi hija había dicho que ya no la vería más, es porque existía una posibilidad de regresar a mi mundo y… convertirme en aquello que no podía volver a soñar y que por ende no sería bienvenido en este paraíso… Sí, transformarme en un vampiro.

--Perdóname, Renesmee. Perdóname –supliqué quedo mientras nuestras miradas se cruzaban llenas de nostalgia.

Ella asintió, con su cabecita llena de rulitos café moviéndose al ritmo de su afirmación, mas al final una enorme sonrisa iluminó y calentó mi corazón, haciéndolo correr. Lo sentía… ¡palpitaba estrepitoso!

--La cuidaré –dijo decidido Jacob a la par que la protegía con un abrazo—. ¡Rayos Bella! ¡Cómo nos fuimos a equivocar! —Exclamó apenado y se rió con singular alegría, con esa impactante sonrisa que me regalaba día tras día cuando habíamos sido mejores amigos—Ahora todo en el universo se alineó. Yo estoy al lado de quien siempre pertenecí. La amo.

--Jacob… no tengo idea que haces en mi sueño, pero más te vale cuidarla porque si no…

--Espera Bella, ¡¡¿quién te dijo que esto es un sueño?!! –declaró con la más asombrosa sorpresa que su rostro me había mostrado alguna vez.

¡¡¡Qué Diablos!!!

El paraíso se comenzó a succionar como la mugre con el aire de la aspiradora. Ahora sí estaba asustada, todo a mi alrededor se empezó a llenar de tinieblas, completa y escalofriante oscuridad.

De repente un sol cegador volvió a aparecer pero éste sólo fue una visión de momento, mis ojos se habían abierto por segundos, ya que el dolor agónico que atenazaba mi cuerpo me había “resucitado”; me había sacado de aquella dimensión.

--¡Aaaaaaaaah! –grité al percibir unas fuertes punzadas.

Sentí los latidos de mi corazón detenerse y con ellos el más horroroso miedo que se pueda experimentar; la inseguridad terminó por aterrarme.

¿Me estaba transformando o me estaba muriendo? ¡Qué alguien me dijera!

A una inmensidad de distancia, o al menos yo así lo percibía, entre el dolor y la oscuridad, la respuesta se escuchó:

--Basta Edward, es suficiente con el cuello y las muñecas. Además, ya está sucediendo.

Ése era… ¡Carlisle! Sí, era él y Edward, ambos estaban allá afuera. ¡No me moría! ¡Me estaba convirtiendo en una de ellos!

--Edward, ¡ya! Déjala –la voz de Carlisle daba la impresión de estar lidiando con Edward, entonces él sí…–. Hay que conseguir un lugar seguro. Dámela.

Me hubiera gustado seguir escuchando el dialogo o hasta la pelea, lo que sea, pero fue literalmente imposible cuando la ponzoña llegó a mi corazón y lo hizo acelerarse como nunca antes. Oh, oh –canturreé en negación—, presentía que se avecinaba lo peor.

Y sí, el dolor fue igual de grande que las mayúsculas en un texto, igual de lento que decirlas separadas a través de sílabas: IN – SO – POR – TA - BLE. En cuanto mi venas condujeron el veneno a cada extremidad de mi ser la palabra dolor adquirió un significado de sumo respeto. Cualquier estupidez que haya vivido y nombrado como dolor durante mis diecinueve años, era una mala ironía comparado con esto. La sensación de que mi cuerpo se prendía en una hoguera al igual que habían hecho con las brujas en el siglo pasado, no podía ser más real para mí. El fuego me carcomió todo dejo de razón, era desquiciante, a tal grado que pensé y requerí ansiosamente arrancarme toda la piel, músculos y hasta el alma, si era posible, con tal de cesar el martirio; no obstante y para mi mala suerte, como siempre, mis brazos no respondían, nada de mi cuerpo me obedecía; sólo estaba yo y la oscuridad abrasadora.

Quise gritar, sin importarme cuánta angustia y remordimiento le causaría a Edward, incluso deseé chillar más fuerte que cuando Jacob me torturó. La ponzoña se había convertido en ácido, en uno muy potente, por cierto, capaz de ir destruyendo mis adentros con su roce.

Si hasta ahora no me había vuelto loca… este inacabable momento de dolor seguro lo lograría.

Pues lo peor de la oscura soledad, es que no había nada que pudiera distraer la mente o los sentidos más que la agonía que se vivía allí… en el verdadero infierno.


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Un detalle que puede causar duda: Cierto es que Bella tiene el don de la locura, pero no por eso está loca; lo que le pasó con Reneesme fue meramente en intento de transmtirles el estado de cuasimuerte, y tanto Jake como ella eran almas... digo... ¡qué cursi soy! lo sé... pero los junté al fin y al cabo. El amor traspasa barreras, ¿no? Además se me hizo un buen debate interno para Bella decirle a su hija que tomaba la decisión "equivocada". Sí, yo soy la loca, mas si en esta vida no nos atrevemos a llevar a cabo nuestras locuras siento qeu nos perdemos de mucho.

"A veces toda tu vida se reduce a un acto de locura" James Cameron.


NOTA: BUENO CHICOS SOY CLUB CREPUSCULO Y TENGO UNA BUENA Y UNA MALA NOTICIA LA MALA ES QUE HASTA AQUI TENGO CAPITULOS Y NUETRA AUTORA FAVORITA NO A PUBLICADO NUEVO ASI QUE ESPEREMOS QUE LA PROXIMA SEMANA PUBLIQUE Y ASI EN CUANTO LO PUBLIQUE YO LO SUBO ASI QUE UNA DISCULPOTA CREO QUE PONDRE ESA HISTORIA HASTA EL VIERNES Y SI NO YO LES IRE COMENTANDO LAS ULTIMAS NOTICIAS SOBRE QUE PASA Y BUENO LA NOTI BUENA ES QUE YA TENEMOS NUEVO FIC PARA PUBLICR ASI QUE EN CUANTO TERMINE ESTA HISTORIA EMPEZAREMOS UNA NUEVA ASI QUE ESTEN ATENTOS OK OK CHICOS M TENGO UE IR NOS VEMOS BYE BESITOS VAMPIRESCOS!!!!

jueves, 21 de enero de 2010

capitulo 28 "encontrandote"

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN**

Nota 28: Las melodías que la musa rockera recomendó son: Requiem de Mozart, por la Orquesta Filarmónica de Viena y Blooded (instrumental)de Within Temptation.

Lindas lectoras:La violencia que contiene este capítulo considero que sobrepasa el rated del resto de mi historia, por eso antes de que lo lean, consideren que puede ser un Rated: M.

Tras advertencia no hay engaño.

Las quiero vampiresillas...

Por cierto... ¡¿qué creen?! Edward volvió. A ver qué les parece.

¡QUÉ COMIENCE LA MAGIA!




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edward edward EDWARD Pictures, Images and Photos

28. Encontrándote

“It's okay
dry your eye
soulmate dry your eye
cause soulmates never die”.

Placebo (Sleeping whit ghosts).

Edward POV

Nos quedaban dos perros por despedazar, el alfa y un joven lobo de pelaje color arena, bastante inexperto, sin embargo se diría que la suerte lo acompañó durante toda la masacre gracias a que el alfa lo protegió con especial devoción hasta este momento…

Íbamos directo a encarcelarlos, adelante una enorme montaña tapaba cualquier escapatoria, no existía salida en este sendero y el perro lo sabía. Los pensamientos del alfa gritaban con desgarradora desesperación mandatos para el chico, con el miserable propósito de resguardarlo. Podía ver en su mente el motivo de su devoción; este joven licántropo, de sólo quince años significaba el último eslabón, la única esperanza de la manchada estirpe de licántropos de los Quileute.

Engreídamente sonreí.

Estaba a punto de oscurecer, los últimos rayos del crepúsculo se vislumbraban en las rocas de la montaña y la hacían parecer al tono de Volterra.

En mi mente iniciaron a resonar los pensamientos de euforia:

¡Los tenemos!, ¡Son nuestros!, ¡Exterminio!

A los alrededores, los dieciocho Vulturis que éramos fuimos armando una valla conforme corríamos al asecho de las presas. El ejército que Cayo formó, durante varias décadas, para circunstancias como ésta era, por demás, eficiente en su total estructura; por eso no titubeé cuando Cayo me ofreció a sus integrantes para venir a aniquilar a la manada de América.

Cada vez faltaban menos metros para atrapar a los lobos y mis ansias de torturar al mayor se acrecentaban.

Como el agua gélida que cae de una cascada, una sensación de un frío incomparable me recorrió el cuerpo. No era el viento, lo sabía; mi corazón muerto y mi mente angustiada intervinieron con la respuesta: Bella. Mi desesperación me hizo correr lo doble de rápido. Los recuerdos del por qué estaba aquí y no en busca de Bella me golpearon.

--Edward, Edward, Edward… –canturreó Aro tras soltar mi mano y darse la vuelta para observar a sus compañeros—. Has cometido un grave error, mi querido aliado. Conoces las reglas y me sorprende que aún así hayas optado por rebelarte —después de decir aquello dio la orden a la guardia de abandonar la sala—, ¿esa humana valió la pena?, ¿a caso fue capaz de pagar el precio de tu existencia?

--Sí –contesté sin dudar.

Ya estaba dando por hecho mi ejecución a juzgar por el modo en que había conjugado los tiempos verbales y sin embargo en mi mente no me angustiaba mi futuro sino lo qué fuera a ser del de Bella sin mí.

--Tú lo has leído Aro –proseguí—, si yo llegué con ustedes, hace unos meses, fue por ella. Sé que corrompí las reglas, engañándolos, mintiéndoles, ocultándoles mis verdaderas razones, pero si tan sólo entendieran una ínfima parte del por qué de mis acciones…

“Así como ustedes veneran a nuestra raza, yo no puedo negar que me postro ante esta humana. Nada en el mundo me ha movido como lo ha logrado ella. Nada. Así que les pido benevolencia y permitan que me marche, la vida de esta joven corre peligro y no tengo la seguridad de su transformación. Consiéntanme convertirla, su simple existencia merece la pena de cualquier castigo, mientras ella no desaparezca de la fas de la tierra soy capaz de recibir con gusto la condena por mis arrebatos”.

Al hilar las anteriores ideas recordé a Tanya… Ella tenía tanta razón, aún en el último segundo de su existencia, antes de que mis manos forzaran a su cuello a desprenderse de su cuerpo en aquella definitiva despedida en Denali, su mente me repitió: “No permitas que le pase lo mismo a Bella”.

Fruncí el ceño. Ella había estado en lo correcto y una vez más yo no tuve el alcance para haber visto venir mis errores.

Error tras error.

--Después –continué—, hagan conmigo lo que mejor convengan. Tienen a Demetri, así que no creo que duden siquiera en que pueda escabullirme. Rastréenme si es necesario, sólo...

--Silencio, mi azorado Edward –interrumpió Aro—. Es impresionante cómo te enfrentas a nosotros, a tu misma naturaleza y desdeñas tu eternidad sólo por una humana que puede estar muerta en estos instantes.

Gruñí instintivamente, mi interior punzaba con altos voltajes eléctricos de ira y desesperación. Mi fuero interno era un desbarajuste de emociones.

--Calma mi joven amigo, sosiega tus expresiones –Aro se acomodó de tal forma que dirigiera la palabra a todos los presentes—Marco, Cayo –solicitó la tención de los otros dos—. Nuestro protegido ha incidido en comentar a una humana nuestra existencia.

Los ojos de Marco y Cayo de deslindaron de su aburrimiento para pasar a una extraña sorpresa.

--Sí, mis amigos, a una débil humana de apenas diecinueve años de vida, pero este suceso tiene su justificación, al parecer es la tua cantante de nuestro querido Edward, y ciertamente es asombroso el olor de su sangre desde sus recuerdos. Han de recordar que Edward vivía con nuestro entrañable amigo Carlisle, por lo cual su dieta –hizo un mohín de disgusto, era obvia la razón—lo obligó a frenar su sed. Respetó la vida de esa humana, hasta el punto de enamorarse de ella. Sin embargo, el sol no se oculta con un dedo, ¿verdad, mi querido Edward? –dirigió su mirada a mí—. Al verse sobrepasado por los instintos de su familia, se vio forzado a abandonarla el año pasado, mas las circunstancias se tornaron adversas cuando decidió retornar a su lado… La humana continuó su vida al lado de un licántropo, ¿¡no es sorprendente Cayo!? –Canturreó con sarcasmo—Nuestro Romeo abandonó las esperanzas de recuperar a su… humana. Y ése es el real motivo por el que él vino a desistir de su inmortalidad.

Rápidamente Cayo intervino con un pensamiento destinado para mí: “Asesinarás a todos los licántropos de ese lugar, Edward –era una orden—. No me interesa ningún otro detalle de tu historia, yo te absuelvo de cualquier falta, pero tienes que exterminar a cada uno de esos perros”. Su mandato estaba lleno de ira, se combinaba a la perfección con mi sentimiento. Asentí discretamente, pero con la soberbia como escudo.

--Aún no entiendo, Aro, ¿por qué Edward pide ir a salvar la vida de esa humana? Llega al punto –dijo sin atisbo de emoción Marco.

--Impaciente Marco, no desesperes, el relato tiene un mejor desenlace que este mediocre preámbulo.

--Marco tiene razón en apresurar las cosas, Aro –dijo Cayo, sorprendiéndome— ¿¡A qué quieres llegar!? ¿A tener más razones para matarlo? Yo deniego. Al menos para mi punto de vita, Edward ha sido un excelente integrante de la guardia Vulturi. Yo lo absuelvo. Hay más motivos para mantenerlo con nosotros que para aniquilarlo. ¿O no Aro? –dijo misteriosamente, como si hubiera un simbolismo implícito. Aro sólo bloqueó su mente en ese momento— A nosotros no nos ha fallado, ha retornado a la alimentación de nuestra raza y por si fuera poco, si pide ir a convertir a la humana, no le veo la falta. Si no la alcanza, pues estará muerta, así que nuestro secreto está intacto. ¿No lo consideras de esta forma Marco?

Marco levantó una ceja en gesto de incredulidad.

--Debo de aceptar el punto de Cayo, Aro. Edward ha sido mejor que muchos de los inservibles guerreros que hemos tenido por siglos. Además –se paró de su trono—, no puedo dudar de la intensidad de la relación entre esa humana y él, aún estando lejos de mi mirada, puedo percibir el lazo tan increíblemente fuerte que hay entre ellos.

Marco bajó hasta donde estaba yo y me tocó el hombro, todavía a sabiendas que ésa no era la forma en que trabajaba mi don: “Esta vez perdono tu falta, sin embargo no se volverá a repetir”. Finalizó y, quizá sin querer, la imagen de su amada y difunta Dídima pasó como relámpago por su mente; así logré entender por completo su mensaje.

--Deniego la aniquilación de Edward.

--Me quedo anonadado Edward, has puesto a mis fieles amigos a tus pies y sin conocer el desenlace del relato. No cabe duda que no me equivoqué contigo, mi protegido –Aro se acercó a mí, “Demuestra inteligencia”, pensó de la nada, sin darme oportunidad de analizar su enunciado—. Ahora eres libre de ir tras la tua cantante Edward. ¡Alégrate!

--Gracias Aro, Cayo –lo volteé a ver para enfatizar el acatamiento de la orden—, Marco.

Sin más palabrería, di la media vuelta, pues mi desesperación excedía mi lógica.

--Edward –requirió Cayo y giré por pura inercia--, ¿deseas que mis súbditos te acompañen?

Su ofrecimiento tenía doble sentido, lo sabía, quería verificar que me hiciera cargo de los licántropos como había convenido y en ese instante lo acepté, hubiera hecho lo que fuera con tal de irme lo antes posible.

--Excelente idea. Gracias Cayo –pero, en ese segundo, también mi intuición ayudó a mis arrebatos y actué— Aro ¿permitirías que Demetri me acompañase?

--Por supuesto, toma lo que necesites de nosotros; con la condición de que regreses todo cuanto tomes… incluyéndote.

El viento gélido volvió a golpear mi nariz y me sacó del ensueño.

Ya había oscurecido. Las sombras de los pinos y las hojas de sus ramas hacían más espesa la noche en este bosque. Los animales se hallaban muy cerca de su muerte y el alfa empezó a transpirar miedo.

Estaba solo. Nadie le ayudaría a salvar al cachorro. Los demás perros eran ya pedazos de carne esparcida por el amplio terreno blanquecino.

La zona se había transformado en un extenso campo de hediondo olor debido a la sangre de los licántropos y el perro lo comenzaba a percibir.

Seth, ¡escapa!, ¡corre! Trata de trepar. ¡Qué no te alcancen! –Ordenó el alfa con el pavor inundándole.

Oía el crujido de la nieve en cada pisoteo de los licántropos y los que nosotros íbamos dejando atrás. Era demasiado tarde para que el joven es escapara, los diecisiete vampiros estaba por todas partes. La misión que les encomendé estaba enfocada en capturar al alfa, el otro… no me importaba lo que fueran hacerle, mas al parecer no iban a dejar que se escapara. Yo necesitaba atrapar a ese perro, más que cualquier otra presa en toda mi existencia.

Sam, ¡no hay salida! Estamos rodeados. ¡Mira a tu alrededor! –reclamó Seth a su líder al detenerse por la montaña.

Como felinos, empezamos a llegar a ellos. Doce vampiros gruñeron en señal de victoria. Los seis que quedábamos bajo las sombras nos acercamos mucho más sigilosos, todos contra el alfa.

Realicé un rápido movimientos durante su parloteo mental.

Seth, no les vayas a dar la espalda a las sanguijuelas. Y en la primera oportunidad: ¡Escapa! ¿¡Has entendido!? –pensó Sam.

El lobo color arena asintió.

--Dudo siquiera que pueda volver a respirar —dije y le hinqué los dientes en la yugular al licántropo de pelaje negro.

El ataque comenzó.

***

--¡Respóndeme perro! –Clavé nuevamente mi mano en su vientre y extraje más intestino— ¡¿Dónde está Bella?!

Aulló agónico, pero no escuché nada en mi mente. El desgraciado parecía escarabajo volteado, sólo que sin movimiento aparente, pues cada pesuña y patas estaban dislocadas. Llevaba diez minutos de interrogatorio y el valiente líder no cooperaba.

--Van tres metros de intestino… ¿¡Cuántos más te voy a sacar!? ¡Me estoy desesperando!

Acerqué su intestino a su nariz y a sus adoloridos ojos para enfatizar la tortura. El imbécil intentó morder mi mano y lo único que provocó fue enfurecerme más, así que frente a sus ojos tomé el intestino y le hice un nudo lo bastante apretado para que se retorciera con él.

--¡Dónde está Bella! –jalé un poco más el intestino.

Muy lejos y espero que siendo torturada de la misma forma que tú lo hiciste con nosotros.

¡Qué había dicho! ¿El Maldito de Jacob la había secuestrado para matarla?

Una cólera incomparable, me cubrió el cuerpo.

--Esa no fue una buena respuesta perro. ¿No vas a cooperar? Entonces no me hagas perder el tiempo –finalicé hosco y de un jalón saqué todo el intestino de su cavidad hasta arrancarlo de su dueño.

Aulló lastimosamente y en lo que terminaba de quejarse le hinqué mis manos a la altura donde se encontrarían sus riñones; sin remordimiento alguno los extraje otorgándole una última agonía a mi presa.

Bufé. ¡Cómo era posible que fuera tan estúpido! Había desperdiciado el valioso tiempo de vida de Bella.

Aventé los órganos a la nieve, con desdeñosa malicia.

--Demetri –el interpelado se acercó— ¿Conservas aún el cuaderno que te di en la casa?

--Sí, ¿lo quieres?

--No. Impregnaría el objeto con el olor de la sangre de este animal.

--¿Entonces Edward?

--Huélelo. Eres mejor rastreador que yo. Tenemos que llegar a esa humana cuando antes y este perro no ha servido de nada.

Demetri se agachó para tomar un poco de nieve en sus manos y enjuagarse cualquier efluvio de licántropo que tuviera en ellas. Yo revisé mientras tanto a los demás vampiros que habían dado muerte al tal Seth.

--¿Fueron rápidos? –pregunté sin el menor grado de interés.

--Sí, el licántropo era inexperto, ni problemas dio –contestó William.

William era uno de los más antiguos congregados de los Vulturi. Tan confiable como el mismo Demetri o Felix, él le llevaría el mensaje a Cayo de que estuve presente en la masacre.

--William, antes de que se retiren, puedes hacerme un favor.

--Dime.

--Me imagino que irán a la casa de los Cullen –el interpelado asintió—. Bien, ¿puedes irte adelantando? Necesito que le digas a Carlisle que venga; solo.

--De acuerdo Edward. Nos vemos pronto.

William me estrechó en un abrazo y muy bajo, casi susurrándome al oído, me dijo:

--Cayo te quiere de regreso.

--Lo sé. Gracias por el mensaje.

--Me apresuraré. Suerte.

***

Tras desaparecer William, los quince vampiros se fueron esfumando. Tal vez habían ido a cazar, o sólo a retirarse de una vez por todas de este continente; terminada la diversión no había por qué permanecer aquí.

Miré el suelo, para distraerme, aún me envolvía en un enorme regocijo cuando veía el daño del animal que yacía a mis pies, sin embargo una emoción de dolor sucumbía en mis adentros, angustiándome por mucho.

Exhalé; esa sensación no era mía.

Para evadirme más, observé a Demetri, quien estaba oliendo con ansias el diario de Bella. Me preocupaba también ese aspecto; él era un vampiro al fin y al cabo.

--Demetri, no quiero que toques a la humana.

--¿Disculpa?

--No quiero que te atrevas a pensar en esta humana como alimento.

--No lo hago. Huele delicioso, no puedes negarlo y sólo estoy siguiendo tus órdenes.

--Bien, pero llegado el momento, no quiero que te acerques a ella.

Gruñó el interpelado, su mente me profería un sinfín de ideas contradictorias, pero terminó por alinearse a mi requerimiento.

Los minutos pasaban lentos y frustrantes, Carlisle no llegaba y necesitaba de él, como nunca antes y por ese motivo no me movía, a pesar de mis deseos.

¿Cómo es posible que haya seres que puedan convertir tu libre albedrio en una burla?

Siendo sincero conmigo mismo, me aterraba hallar a Bella herida y por ende que su sangre fuera algo incontrolable, imposible de eludir; hasta imaginarlo me colmó la boca de veneno. Dicha razón terminó por convertirme en una estatua de hielo.

Carlisle era el único ser en quien confiaba en estos casos; sólo él sería capaz de salvar a Bella, aunque eso implicara carcomerme por los celos el resto de la eternidad, al saber que el veneno de Carlisle estuviera dentro del cuerpo de Mi Vida, de mi Bella.

¡Qué estupideces estoy pensando! –me regañé al verme implicado en con mis demonios internos—Vale más la seguridad de Bella. Mucho más.

Cerré los ojos, la sensación del fuego debía ser apagada.

Tontos celos.

El haberla tenido entre mis brazos, interviniendo de forma gloriosa en mi oscura y deprimente existencia me había transformado en un amante posesivo. Pero, es que no tenía intensión de compartir esa felicidad con nadie más, ella era todo y más de lo que en cualquiera de mis dos vidas había podido desear. Si Bella fallecía a causa del asqueroso perro, no sé cómo reaccionaría.

¡Cómo fui tan inocente! ¡Debí buscar otra salida hace un mes!

--Edward, oye, se acerca alguien –musitó Demetri desde la piedra donde estaba sentado, olfateando el aroma de Bella.

Abrí mis ojos y respiré para hallar un efluvio conocido, pues los pasos eran de nuestra especie.

--Es Carlisle –dije airoso y me moví por fin.

Sin embargo, al recomponerme, miré mi ropa y una singular vergüenza me tomó desprevenido. Me avergonzaban tanto las manchas de sangre que se traslucían en mi piel y en mis prendas. En unos segundos, Carlisle me vería como el monstruo que soy y el hijo al cual creía prodigo ahora no sería más que un asesino, con los ojos más carmesí que los de su nacimiento; lo iba a defraudar y su mirada iba a ser la partitura de muchas de mis reflexiones futuras.

Mi cara se descompuso.

--Edward ¿estás bien? –preguntó Demetri.

--¿Ya tienes registrado el aroma? –evadí su cuestionamiento con otro. Nunca me pareció propio comentar mis sentimientos.

--Sí.

--Devuélveme el diario, por favor.

Extendió su mano y me lo ofreció.

--Gracias –musité y guardé la libreta entre mis prendas—. ¿Tienes idea hacia donde ir?

--Al norte. Ya había percibido ese olor metros atrás.

--¿Metros atrás?

--¿Dudas de mí? –más que pregunta fue una afronta.

--No. Para nada, por eso estás aquí –contesté con seguridad—Sólo quiero saber qué tan atrás.

--Hubo una desviación a partir del claro. Ellos trataban de engañarlos con respecto a la dirección de la humana, los querían llevar al oeste, pero no. El aroma sube al norte.

No había terminado de decir su hallazgo Demetri cuando mi padre dio su punto de vista.

--Muy buena observación Demetri. Les interesara saber que Alice acaba de tener una visión de Bella; la vio en una cabaña desolada, en medio de la nada, ella piensa que el bosque está por Canadá, lo deduce por la naturaleza que circunda.

--¿Bella está bien? –pregunté alarmado.

--Alice dijo que sí, al parecer en su visión estaba inconsciente.

Examiné las posibilidades y eran nefastas. A Bella le fastidiaba el frio y donde quiera que estuviera, el clima la sobrepasaría.

--Hay que irnos –dije seco y sin mirar a los dos vampiros.

--Síganme –ordenó Dementri.

Éste emprendió la carrera y cuando yo lo iba hacer, Carlisle me detuvo con una mano en mi brazo.

--Edward, veme a los ojos.

Con mucha molestia y algo de recelo lo obedecí.

--Todo va a salir bien hijo, vamos a hallar a Bella con vida. Serénate.

Sus ojos eran la misma expresión de fe que cuando me reintegré a su familia, después de mis años de rebeldía.

--¿Estás desilusionado de mí?

--Edward, ¿qué crees que hubiera hecho yo de haber sido Esme?

No contesté, tenía por seguro que él jamás haría algo parecido a mis acciones, además mi cabeza andaba en otras latitudes.

--Comprendo muy bien los designios de los Vulturi, mas, te soy honesto, no hubiese querido ver los restos de gente inocente regados por el bosque, pero ellos se lo buscaron.

“Bella es ahora de mi familia. Tú lo desconoces, pero le agradezco tanto que no puedo recriminarte la forma en que estás actuando. Creo que yo actuaría de la misma forma. Sólo te pido que no olvides quién eres. No eres un Vulturi, eres un Cullen, Edward; no dejes que el rencor y el odio te absorban.

Bella sufrió mucho durante tu estancia en Italia, y toda la familia trató de ayudarla en nombre del cariño que te tenemos, ahora es tiempo que tú devuelvas ese afecto y no te pierdas en el camino. Bella te necesita como Edward Cullen, no como Edward Vulturi. Piensa en eso mientras la hallamos”.

Palmoteó mi espalda y emprendió la carrera antes de que le contestara.

Carlisle era sin duda el ser, después de Bella, capaz de comprenderme sin necesidad de dones de por medio. Y al igual que la enseñanza de Tanya, esta reflexión no podía echarla en saco roto.

Antes de ponerme en marcha percibí una extraña oleada de odio nacer desde mi interior.

Me tranquilizó, aunque eso supusiera que el perro estaba con ella.

***

Corrimos durante muchas horas, entre los árboles y las tundras de Canadá, con la oscura madrugada como compañera.

En tantas ocasiones deseé detenerme, porque las emociones que percibí me mareaban en exceso, eran inmensamente intensas, iban desde el coraje, la desesperación, la ansia, el odio, hasta el dolor más agudo. Temí con cada una de ellas dejar, de un segundo a otro, de percibirla. Aceleré la carrera incontable número de veces, dejando muy por detrás a Demetri y a Carlisle en varias ocasiones.

Llegó el momento en que desenchufé mis emociones, tras casi chocar con un pino. Preferí, a partir de ahí, que Demetri hiciera lo suyo, pues sabía exactamente por dónde dirigirnos y además en ningún momento vacilaba, y si por el contario yo estaba siendo extenuado constantemente por Bella.

Edward ¿te encuentras bien?—pensó Carlisle, durante la carrera—Nos podemos detener.

--¡No! Mejor distráeme… cuéntame ¿cómo tomaron la masacre mis hermanos?

Carlisle volteó rápidamente a ver mi cara sin perder el paso, deseaba leer en mis expresiones lo que ocultaba, mas yo pretendí ignorar el detalle y seguí corriendo.

Emmett es el más molesto, dice que te llevaste la diversión tú solo. Jasper andaba preocupado, pero calmó los ánimos de lo demás, pues debes de entender que siendo varones es más difícil hacernos a un lado de las peleas.

“Alice refunfuñó cuando me mandaste llamar, quería venir, sin embargo su esposo y yo la hicimos entrar en razón con respecto a la posibilidad de la sangre. Rosalie y Esme están muy afectadas emocionalmente, temen por tu seguridad y la de Bella”.

--Mmmm… ya veo. Aunque todavía me cuesta trabajo ver a Rose preocupada por Bella.

¿Ah si? ¿Te dijo Alice? –cuestionó.

--No, sólo digamos que lo sé –contesté y ambos nos callamos otro lapso de recorrido.

Mi mente se había logrado distraer efectivamente, esta última parte de la conversación hizo mella en mí.

La voz de Alice, el día anterior, resurgió en mis recuerdos.

--Edward no te enojes, necesitábamos proteger a Bella y no se nos ocurrió nada mejor que traerla a vivir a la casa.

--¡Excelente Alice, la casa donde hace un año casi le cuesta la vida!

--¡Bueno ya!, señor acento sexy, deja de recriminar tonterías y mejor apúrate o yo iré contigo al claro ése. ¡Sube a tu cuarto!, ahí se hospedó, seguramente encuentras su aroma hasta en el cristal.

¿Mi cuarto? Por eso, quizá se deprimía tanto. La añoranza y la nostalgia eran muy malas compañeras en este cuarto. Si lo sabía yo.

Como relámpago subí las escaleras y en cuestión de segundos estaba ahí. Abrir la puerta fue demasiado, el aroma era inmenso, casi podía decir que ya le pertenecía a ella. Mi boca destiló veneno cual si fuera río llegando al mar. Tragarlo fue menos doloroso que percibir el olor a las lágrimas que ella había derramado en la almohada de esa extraña cama.

Morbosamente y tras una especie de impulso derivado del dolor, alcé la almohada para oler su cabello, su cara… su exquisito aroma.

--¿Dónde estás Bella? –musité delirantemente angustiado.

Cuando quité de mi rostro el objeto, observé, sorprendido, el pequeño cuaderno que no había percatado antes y que estaba encima de la cobija. Lo tomé sin saber qué era, pero con la seguridad de estar frente a la cosa con el aroma más fuerte que Bella haya dejado ahí. Lo acerqué a mi nariz para inhalar tanto cuanto pudiera su olor.

--¿¡Lo encontraste!? –dijo Alice y me asustó, permitiendo que la libreta cayera al suelo, pues no había percibido cuando había entrado a la recamara.

--No sé Alice –contesté—Puedes llamar a Dementri, por favor.

--Claro.

Mientras la vampiresa realizaba su tarea, levanté el cuaderno, tal cual había caído, sin esperar que me llamara tanto la atención y por ende violara la privacidad de Mi Vida… leyéndolo.

“¡Por Dios! –Si todavía Lo puedo nombrar— es tan fuerte… es decir, sentí la lluvia fría en mi piel y el gélido aire de ese día.

Las imágenes continuaron, mas no me esperaba que ésa Bella reprodujese la parte que mi mente guardaba también bajo candado, demasiado tarde me percaté de ello. No sólo le iba a hacer daño a él sino a mí. ¡Me iba a ser revivir el momento! Ése que él no recordaba: ¡la masacre de mi cuerpo!

“Él mató a nuestra hija, no tú” oí claramente mi voz, sin embargo el enunciado le pertenecía a la vampiresa.

Con su naturaleza sádica, percibí como inclinaba nuestras miradas en el segundo justo en que el lobo hundía sus garras en mi vientre y desgarraba estruendosamente mi piel.

Las lágrimas aún se me vienen encima al rememorarlo, es cierto, sentí sobrenaturalmente el dolor de la bebé, su llanto de tristeza y después el amor y la despedida que le ofrecía a Jacob…

¡INAUDITO!”

Después de leer semejante declaración, cerré de un golpe la libreta. Me cegué por el coraje. Era mucha información que asimilar: Bella había sido atacada por el lobo y nadie me dijo, había estado embarazada del maldito perro y su don se le había salido de control. Y ¡maldita sea, nadie me dijo nada!

¿¡Por qué diablos mi familia no me informó de todo esto!? –pensé con un dolor singular. Era la desilusión.

Me senté en la cama para tranquilizarme. No era momento de distraerme, debía encontrar a Bella.

--Edward, Alice dijo que…

--Sí, ¿esto servirá? –le acerqué el diario.

--¿Qué te pasa? –lo tomó.

--Nada, Dementri—contesté con los modales que me servían de escudo para evadir a los intrusos—. Vamos a destrozar a los asqueroso perros, ¡ya!

--Me parece perfecto. Y cuando digo perfecto me refiero a las dos cosas, el cuaderno y el plan.

--Sí.

--Demetri, podrías permitirme el diario, necesito mostrarle algo a Edward antes de que se vayan –intervino Alice de la nada.

Con un movimiento violento mis ojos fueron a buscar el objeto entre las manos de Demetri. Así que ese cuaderno… ¡era el diario de Bella!

--Aquí tienes –se lo ofreció—Estaremos esperándote abajo, Edward –dijo y salió discreto.

--Edward, serías tan amable de acompañarme sólo un minuto, no te quito más.

--Alice, no deseo escuchar nada, por favor. Tengo que ir a rescatar a Bella.

--Ok, escúchame –me miró esperanzada—, ¡por favor! No sé que leíste, pero sé que fue malo, Jasper me lo corroboró.

--Sí, fue pésimo. Ustedes debieron avisarme, más tú Alice, has defraudado mi confianza.

--Edward, te ofrezco disculpas, pero ella no quiso que te avisáramos de su accidente. Si quieres enterarte bien del por qué lo decidió así, ¡maldición!, lee el diario completo. Sólo no nos eches la culpa a nosotros, pues si algo hicimos durante este mes, fue actuar bajo la batuta de sus deseos. Ahora, te invito a seguir transgrediendo la privacidad de tu novia —puso en mis manos el diario—; si ya empezaste, termina.

Alice salió del cuarto, dejando a la descortesía entrar en mi mente.

Abrí el diario y comencé a leer, a velocidad vampírica, día tras día, hasta finalizar.

--Edward, ¡huele!, ya estamos muy cerca –comentó Demetri a viva voz y desencajó por completo mi mente de sus vergonzosos recuerdos.

Inhalé el aire con mayor devoción, era cierto, sin embargo, mi hipótesis se verificó; el viento venía saturado del olor de su sangre. Cualquier pensamiento pretérito, por muy fuerte que haya sido, tomó un décimo lugar al instante de chocar el aroma de Bella con mis fosas nasales.

Me detuve en seco y tragué el veneno, las paredes de mi garganta sufrieron por el escozor cuando se deslizó. El monstruo estaba saliendo a la superficie.

--Carlisle… –grité y atraje la atención de los dos vampiros, a diez metros de mí.

--Edward, ya estamos cerca. Continúa –dijo el interpelado.

--Carlisle, prométeme que entraras a esa cabaña y la alejaras de mí –interrumpí el regocijo de mi demonio tras el aroma de Bella al requerir ayuda de mi admirable creador—. No permitirás siquiera que la toque, pase lo que pase.

--De acuerdo. No temas Edward, ella estará a salvo –dijo y se acercó hasta tocar uno de mis hombros–; pase lo que pase.

--Edward debemos apurarnos, si sigue siendo humana, la temperatura no ayudará a mantenerla con vida –declaró sabiamente Demetri.

Emprendimos la carrera sin miramientos. Mi cabeza se peleaba a cada paso con mi instinto, con mi sed y con mi demonio; bastantes adversarios para la fortaleza.

El cielo comenzaba a pintar las luces del amanecer en el horizonte.

Respiré por última vez al escuchar el lento corazón de Bella latir tan cerca. La nieve se hizo nube en mis pies, cuando la ansiedad turbó mi lógica y empecé a correr a mi velocidad.

Después de pasar varias arboledas, hallé el sitio.

La cabaña estaba justo enfrente de mis ojos, aquella cabaña que resguardaba el calor del corazón por el cual daría el significado del infierno, el paraíso y el mundo mismo. Ahí en ese espacio se encontraba mi Bella.

La luz se colaba entre las ramas de los enormes pinos bañaba de su rocío matutino a la insignificante cabaña.

Escuché atentamente para saber qué pasaba adentro. Ningún sonido, sólo dos corazones latiendo despacio… dos.

Sin esperar mayores respuestas, me aventuré precipitadamente al interior de la cabaña. La puerta estaba abierta como el telón de una función de teatro, y al menos ésta estaba comenzando.

--Bella…

Tragué irremediablemente el veneno de mi boca.

Tantos segundos sin observar realmente su cara, tantos días sin percibir el calor de su piel, anhelando su fragilidad y su cuerpo, su tierno abrazo, para ser cruelmente arrebatados por un asqueroso perro.

--Qué te hizo… —cuestioné horrorizado, pero sin mover un sólo músculo, pues al verle bañado el rostro en sangre y aparentes cardenales en su cuello tuve miedo de mí mismo.

Un vértigo agudo pinchó mi fuero interno. Por casi nada de suerte, dejaba escapar el aire de mis pulmones al contagiarme de una terrible ira. Apreté los puños tan fuertes como me permitió mi cuerpo ya que la rabia me excedía y quería sacarla de mi interior.

Ser un vampiro, no es sinónimo de bendiciones, por lo cual las emociones no se miden desde la misma balanza de los humanos y cualquier descuido puede ser motivo para el Apocalipsis y al menos habiendo un ángel de por medio, yo no debía conjurar al diablo dentro de mí.

Desvié mi mirada de ella, no podía seguir viéndola, me enloquecía observarla en tan mal estado y todo por mi estúpida y obstinada culpa.

¡Maldición!, ¡Te atreviste a atacarla perro inmundo!, ¡Maldito lobo de mierda!

Giré mi rostro agresivamente por todo el espacio para toparme con su desgraciado agresor, el cual estaba tumbado en el suelo, al otro extremo de donde Bella se hallaba tirada. Con un movimiento por demás veloz, lo alcancé y desde mi posición erguida lo mire… indefenso y asquerosamente humano. Me llené de unas ganas de pisarlo con toda mi fuerza y partirlo en dos. Lo odiaba sobremanera. ¡Lo odiaba!

Ya tenía mi pie en el aire y… ¡Agggg! mi maldita curiosidad me detuvo, sosegándome una vez más, pues unos finos detalles que narraban por menores de lo que había pasado entre ellos dos, me paralizaban: los rasguños que presentaba el cuerpo. En primera instancia supuse que habían sido causados por un objeto cortante, mas en cuanto visualice las uñas de mi amada Bella tuve que retractarme en mi inferencia, ¿¡Cómo lo había logrado!? ¡¿Qué tanto le habría hecho Jacob para que Bella reaccionara así?! Varias incógnitas azoraron mi mente.

Sus ojos estaban idénticos a los de Tanya en Denali… tan perdidos en la inmensa nada. Esto en realidad, no me sorprendió en lo más mínimo, ya que después de haber leído cuánto odio le tenía Bella y cuánto daño le deseaba hacer, verlo tumbado en la inconsciencia era lo mínimo que esperaba. Faltaba sólo un pequeño pormenor por visualizar, al percatarme de sus extremidades inferiores noté con desconfianza la profunda mordida que tenía en su pierna.

Bella… –reaccionó mi mente, alarmándome al deducir que la forma de la herida y aquellas marcas eran gracias a los pequeños y humanos dientes de Bella.

¿La habría torturado?, Por supuesto que sí, Bella no tenía la fuerza para hacer una herida tan profunda de no haber sido por un dolor intenso. Entonces…

La violencia sí había sido extrema.

Control. 1, 2, 3, 4… Control. 5, 6, 7, 8… ¡Al demonio!

¿Coraje? ¿Ira? ¿Cólera? ¿Odio? O quizá las cuatro emociones juntas fueron las respuestas a mi pensamiento.

Craak… Craak –sonó de repente en la silenciosa cabaña.

Mis manos dislocaron tan rápido como pudieron los tobillos de la basura de hombre que tenía enfrente. Iba a continuar con los huesos de las piernas cuando oí los pasos apresurados de Demetri y Carlisle detrás de las paredes de esa cabaña.

¡Rayos!

Debía optimizar el poco tiempo que me quedaba, al fin y al cabo el perro no escaparía a ningún lado.

Quitándome la máscara de monstruo que me había cubierto segundos atrás, sin acercarme mucho a Bella, y antes de separarme momentáneamente de ella, le cubrí el cuerpo con la chamarra que traía puesta.

¡Cómo no sentir qué adolecía por el frío!, si a través de sus sentidos yo había aprendido a percibir el mundo con mayor detalle.

Ella pareció reaccionar, sin embargo no abrió ni un poco los ojos. Estaba realmente mal.

Una oleada de paz acarició mi mente, al conocer que Carlisle la rescataría y que al menos había llegado a tiempo para verla con vida.

--Shhh –silbé desde mi lejana posición— Sigue durmiendo mi dulce Bella. Cuando despiertes esto sólo habrá sido una más de tus pesadillas.

--¡Edward! –entró reclamando Carlisle con un arcoíris de por medio, efecto del prisma que desprendía su piel por el sol.

--Saca a Bella de aquí –pedí mientras me acercaba al hombre - lobo.

Carlisle me obedeció sin menospreciar mis palabras ni mi autocontrol.

Para lo que se avecinaba no deseaba tener a ninguno de los dos seres que admiraba dentro de ese espacio.

Demetri se internó en la cabaña hasta llegar a un lado de mí.

--¿Éste es el licántropo que falta? –musitó.

--Así es.

--¿Qué tiene?

--Está alucinando.

--¡¿La humana lo hizo?!

--Sí.

La cara de Demetri se congeló, la sorpresa y la asimilación de la información le llevo tiempo. Y mientras Demetri analizaba la observación, clavé con agresividad, tal cual fuera estaca, mis dedos de la mano derecha al pecho del perro; sentí su pulso, su sangre, su vida correr alrededor de mis dedos. Frenesí puro. Y aunque yo planeaba matarlo rápido, en el instante de encuentro entre el inerte cuerpo de Jacob y el mío, para su mala suerte, se desprendió del encanto de Bella.

Sus pupilas regresaron a tomar posesión de sí, su conciencia se vigorizó y sus movimientos quisieron hacerse participes de nueva cuenta, atenazando mi brazo con sus manos.

--¡Alto! –dijo con voz pastosa.

--Idiota –canturreé en respuesta.

Demetri, sin demora, se postró detrás de la cabeza de Jacob y zafó las manos del asqueroso animal de mis brazos, inmovilizándolas por completo.

--¡Sanguijuela cobarde!

--Demetri suéltalo –requerí con voz pausada—. Voy a enseñarle modales al cachorro.

Extraje mis dedos de su pecho y me levanté del piso. Demetri sin decirme nada, ni contradecir en su cabeza mi solicitud se hizo a un lado.

--Párate perro –di la orden a sabiendas de que no podría, deseaba gozar verlo arrastrarse.

Con impresionante seguridad, quiso ponerse en pie. Cayó sin remedio alguno, quedando en cuatro puntos.

--¡Te dije que te pararás! –exigí con un tono más violento y me acerqué a él, mientras el desgraciado se retorcía del dolor múltiple, para patearlo justo en su abdomen y aventarlo con el impulso contra la pared de la cabaña.

En un abrir y cerrar de ojos del lobito, llegué hasta él y le levanté el rostro.

--Mataste a mi hija… yo maté a toda tu manada. Ojo por ojo… corazón por cientos de corazones –musité diplomáticamente.

--¡Maldita sanguijuela! –gritó embravecido por el desconsuelo y retiró su cara de mi tacto.

--¿Esperabas que acabaran con nosotros?

Soltó una carcajada adolorida. ¿Se estaba volviendo loco?

¡Ey! lector de mentes –pensó y me pilló desprevenido, no imaginé que supiera de mi don—, sabes que Bella goza más si le vas acariciando lentamente su suave espalda... desde sus hombros hasta sus hermosas nalgas.

¡!

Ese ataque iconográfico no me lo esperaba, como tampoco la lucidez de sus recuerdos estando en pleno martirio.

Un fuego abrasador se prendió como hoguera masiva.

Mi cabeza daba vueltas, el estómago ardió en vértigo y adrenalina.

¡Celos!

Eran los terribles celos. Imparables, sucios y endemoniados celos apoderándose de mi interior.

Lo miré por segundos, después de su estúpido pensamiento, sólo segundos y enseguida hundí fieramente dos de mis dedos en sus ojos, arrancándolos de sus cuencas cual uvas de un racimo.

--Querías dejarme ver a través de tus ojos… –recriminé mientras el interpelado aullaba de la agonía—Te lo agradezco, fue muy educativo.

Tomé sus manos y en cada palma puse un ojo; acto seguido, las cerré en puños, sobreponiendo las mías para comprimir juntos sus órganos.

--¿Te está doliendo? ¿¡Te duele!?

Su pecho, cara y manos sangraban. Sabía que sufría por fin puesto que había logrado callar sus pornográficos recuerdos.

Gritó lastimeramente y se retorció cual ostión por el ácido del un limón al no soportar el dolor que le sobrevino.

--¡Mátame! –reclamó y gritó nuevamente lleno de sufrimiento.

A Demetri le pareció especialmente graciosa la escena, pues se rió frenético.

--Vuelve a suplicarlo –exigí—. Convénceme para que lo haga.

--¡Yaaaaaaa! –gritó realmente agonizando.

El nivel de tolerancia al dolor en un humano era mucho menor al que hubiera tenido de soportar la tortura bajo su forma lobuna, así que no abusé de su estado consciente y le dije la única verdad que me acompañó durante estos deprimentes meses y de la cual no podía irse de este mundo sin conocerla:

--¡Te odio Jacob Black! –pronuncié sumamente despacio y enfatizando el sentimiento en cada fonema.

Volví a hincar mis dedos en su pecho de manera violenta, en los mismos huecos que ya había hecho, pero ahora más profundamente, y los removí con libertad dentro de su tórax hasta tomar entre mis dedos a su latente corazón, lo apreté y su sangre comenzó a salir a borbotones del agujero por donde había penetrado mi mano. Con un jalón insignificante, le di un giró al motor de Jacob y tras escuchar crujir sus arterias, como cucarachas al aplastarse, le arrebaté el corazón, extrayéndolo aún palpitando a la superficie.

Gritó por inercia, por instinto por natura… pues su energía sucumbió como la hoja al caer del árbol otoñal: marchita, frágil e inmensamente sola.

--¡Excelso, Edward, excelso! –canturreó Demetri y ocasionó que reaccionara.

El frenesí de la venganza se escurrió como lluvia helada por mis ojos.

Ya todo ha terminado…

Reflexioné la realidad y después solté, como un simbolismo de mi triunfo, el corazón.


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Ay vampiresas hermosas, espero no haberme excedido con este OoC Edward y ahora alguna de ustedes esté pensando en mandar a mi Edward Vulturi a destrozarme, :s, sobre todo para aquella que tienda a ser Team Jacob, Sam, Seth, etc... toda la manada entera.

Creo que ya notaron que Jacob nunca me agradó con Meyer... jajajajaja, lo odié en Eclipse como no tienen idea (que por cierto es mi libro favorito) y a Sam también así que este es mi mundo y bueno... el resto ya es historia.

Lo siento por las que estén llorando por la manada, si les soy honesta, a mí el que sí me dolió matar y por eso no lo describí fue a Seth... en Amanecer me agradó el chico. Lástima que perteneciera a los metamorfos... mi idea fue acabar con todos los perros y no podía quedar él. De todos modos ya saben: comentarios, dudas, aclaraciones y/o reclamos serán bien recibidos y contestados en la brevedad posible. Si su intención es nada más dejar buena vibra, la función del review está allá abajo.

miércoles, 20 de enero de 2010

capitulo 27 "Thanatos"

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN.**

Nota 27: Recomendaciones de la musa rockera, Lose Control, con String Quartet y Struggle de Apocalyptica.

Lectoras hermosas, les recomiendo que fijen su atención en al apellido de Bella para cuando dice desde qué punto de vista estoy narrando. Nos vemos al final.

¡Qué comience la magia!


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Bella Swan Pictures, Images and Photos

Thánatos

“Los placeres violentos terminan en la violencia,

y tienen en su triunfo la propia muerte”

Shakespeare. Romeo y Julieta.

Bella Swan POV

Desperté con lentitud, pero desperté tras un exceso de tos que, aparte, me causaba un dolor insoportable en la cabeza. Las punzadas colapsaron cualquier movimiento que estaba planeando, a tal grado de tener que sosegar la tos, porque percaté lo engarrotado de mi cuerpo y con cada movimiento de los músculos me lastimaba como si me estuviese golpeando con algo.

El más miserable frío, que jamás hubiese sentido, cubrió mis sentidos, dejándome sólo el dolor y la sensación gélida para mis terminales nerviosas. El sitio donde me hallaba, al parecer, era una nevera o estaba muy cerca de serlo.

¿En dónde me encontraba?

Intenté enfocar correctamente, mas noté la oscuridad que reinaba a mi alrededor y fue imposible observar vestigio alguno. Comencé a hacer uso de mis sentidos, para orientarme. El tacto me dijo que estaba sobre una superficie suave, ¿una cama?, quizá sí. Apreté con una mano un pedazo de la superficie y corroboré mi hipótesis. Agudicé mi olfato y percibí el olor a… ¿madera?, y nieve, mucha nieve, pues era intenso y sofocante ese aroma.

Un desagradable cosquilleo en mi garganta, debido al aire helado que entró a mis pulmones al percatar los olores, le siguió a la lista de malestares haciéndome retorcerme nuevamente por la tos.

Como por acto reflejo a los espasmos, me incorporé. Dolió tanto, que casi sentía que perdería una extremidad con lo congelado que estaba mi cuerpo. No podía dejar de toser y si por el contrario sentía el frío arañar mi espalda, agregándole otra razón más a mi cuerpo enfermo para toser.

Estaba intentando calmarme, cuando la jaqueca irrumpió con agresividad, tumbándome en la cama despiadadamente. Solté un quejido ahogado, eran estremecedoras las punzadas ahí adentro de mi cabeza.

Tengo que levantarme –pensé asustada mientras sufría aquel tormento—. Tengo que salir de aquí.

Con mucho más esfuerzo del imaginado, me volví a incorporar y observé la cama donde me hallaba acostada, un colchón cualquiera pegado a una pared de madera. Levanté el rostro para mirar lo demás y me encontré con una ventana, justo a un costado de la cama, sin cortinas, ni el atisbo de que alguna vez hubiera habido unas. Detrás de la ventana empañada por la escarcha se vislumbraba un oscuro bosque.

¿Dónde diablos estoy? –replanté, pues en La Push no había este tipo de paisajes cerca, y la reserva de Forks no tenía un arboleda como la que veían, con escaso poder, mis ojos.

Suspiré y observé como el humo de mi respiración salía de mi boca, eso era muy malo, pues quería decir que el clima era excesivamente gélido. Ni siquiera Forks, con su peor nevada, tenía la capacidad de hacerme temblar sin parar y castañear los dientes sin premeditación, como lo estaba haciendo ahora.

Calma, control –me insistí antes de mandar la precaria orden de ponerme en pie. Deseaba que la cabeza se me congelara con el frío para no sentir este malestar tan horrendo.

Estar desorientada, perdida, adolorida y además angustiada era la peor mezcla de emociones que un ser humano podía experimentar… Y justamente yo tenía que vivirlo.

Cerré los ojos, no me quedó otra, necesitaba recordar lo más que pudiera de mi insospechado secuestro, sólo así encontraría la solución a mis interrogantes.

La primera imagen que sobrevino a mi desesperación fue indudablemente la de Edward. Seguramente estaría rumbo a América, pues la voz de Jacob cuando me quitó el celular de las manos lo habría puesto en alerta y conociendo un poco su personalidad, no se quedaría con los Vulturis aunque le costara la existencia.

Los Cullen, como por analogía, se presentaron en mi mente, ellos con más razón ya estarían enterados y quizá me estarían buscando, puesto que el clima y la poca luz del ambiente me llevó al cálculo de estar viviendo en horas de la madrugada. Lo que me trasladaba a una última pregunta: ¿Cuánto tiempo transcurrió? ¿Era de madrugada o de noche? ¿De qué noche?

¡Maldición!

Respiré tres veces antes de pararme, pero mis temblores me propiciaban tambalearme, así que aferré mis manos al borde del colchón. Cuando puse los pies en el suelo, aún tiritando, me impulsé para levantarme y al primer paso que quise dar todo sucumbió.

--¿Ya eres un vampiro? –escuché la voz grave de Jacob sacarme de mi concentración.

No paso mucho tiempo antes de que varios sentimientos negativos se apoderaran de mi persona: el rencor y la rabia contenida se presentaron cuando lo oí.

Al no visualizarlo por ningún lado y querer moverme con agilidad para conocer de dónde provenía su voz, me caí, pues mis pies y piernas estaban muy entumidos y con el sobresalto perdí el equilibrio completamente.

¡Rayos!

--J –J-Ja-Jacobbb –tartamudeé una vez que me sentí tumbada y desprotegida en el suelo.

Con la terrible jaqueca me sentía impotente para defenderme, mi don estaba a kilómetros de mi alcance y mi agresor a metros. Sin embargo, el odio hacia él pronto lo destaparía, con o sin jaqueca… o eso esperaba.

--Supongo que no, eres tan torpe aún –traté de hallarlo en la espesura de la oscuridad—. ¿Tienes frío neverita? –inquirió sarcástico.

¡Estúpido!, pensé y puse mala cara. Por supuesto que tenía frío, como él poseía toda una carga genética de tipo caldera no percibía que estábamos varios grados bajo cero. Por otra parte, ¿por qué me había dicho neverita? Indudablemente era una de esas formas peyorativas con las que se le ocurría nombrar a las personas, pero ¿neverita? ¿Dónde estaba el majadero chiste?

--¿N-n-ne-nev-neverita? –cuestioné con un tono de molesta superior al normal.

La cabeza estaba matándome.

--¿Acaso no te has convertido en la neverita de los Cullen? –preguntó todavía más sarcástico que la última vez.

¡Así que eso era! Me bautizaba como nevera porque el imbécil pensaba que se alimentaban de mí los Cullen, como si yo fuera un refrigerador que guardaba la reserva de alimento, ¡qué idiota! ¡Cómo si no le hubiese contado alguna vez!, o él no supiera la verdad por las leyendas; ellos no bebían sangre humana. A menos que…

--¡N-No-no seas tont-t-to! –De la ira pude articular casi todo el enunciado siguiente sin cortar la voz—Él jamás me mordió.

Después del ataque, él debió de haber deducido que me había mordido Edward en aquella semana de ausencia, pues los Cullen no habían sido capaces de transformarme por completo.

--No te creo más Bella –enunció y de una zancada salió de entre las sombras, quedando enfrente de mí—Tú me atacaste. Yo vi en lo que te estás convirtiendo y eso, Bella, no se consigue por abrir una caja de cereal. ¿Qué mentira me vas a intentar vender ahora?

En sus ojos resplandecía la furia, sin embargo, le sostuve la mirada para mostrarle que no me intimidaba, a pesar de que podría estar frente al preámbulo de mi muerte. Ya una vez estuvo muy cerca de matarme, sin saber nada más que la supuesta infidelidad.

¿Qué es peor, serte fiel a ti mismo y dañar a terceros o engañarte por perdurarle una estabilidad simulada a tu pareja?

En mi caso, durante mucho tiempo había vivido condescendiente a los demás, bajo la batuta de la segunda opción, dándoles atenciones que ni siquiera yo me proporcionaba, pensando siempre en lo que la demás gente quería. Y cuando por fin aparece Edward, lo único que realmente deseé, ¿por qué prohibírmelo? Si lo anhelaba.

No estaba casada con Jacob, era una relación de noviazgo lo que nos unía. Y así hubiera tenido el nombre de Edward o Ángel, tarde o temprano, hubiera caído en brazos de una persona diferente a Jacob. Y la razón ahora me parecía tan simple: Jacob jamás debió de haber dejado de ser mi mejor amigo.

Algunas veces, hay relaciones que no deben de cambiar y una de ellas es la amistad, pues cuando se confunde con amor, normalmente, todo, termina apestando.

Apreté mi mandíbula para no tiritar más por el frío.

--¿S s- s-sabes q-qué Jac-c-cob? –Contuve un escalofrío bárbaro, para poder continuar—S- s- sí, te men-t-t-tí, lo ac-c-cepto, pero fue en un de-débil intento por ahorrarnos enf-f-frent-t-tamientos –hablaba con dificultad, mas eso no impedía que mi tono le diera a entender mi enojo—, nunc-c-ca planeé encontrarme c-c-con él –tirité y pausé el diálogo para sofocar el dolor de todo mi cuerpo—y m-mu-mucho menos que pasara todo lo demás.

No sé qué habrá pensado, pues de repente se volteó y volví a perderlo en las sombras de aquel oscuro y helado cuarto.

La jaqueca se incorporó a mis sensaciones como si tuviera interruptor; me oprimí las sienes y cerré mis ojos para intentar sosegar el dolor que se acrecentaba a cada minuto.

En instantes, Jacob, regresó y me aventó de la manera más grosera que pudo planear un cobertor, éste se estampó en mi pecho y me hizo tambalearme, además de propiciarme un ataque al corazón que mi cabeza reclamó. Lo volteé a ver con el semblante de hastío que mejor me salió. Si no iba a dar las cosas de buena forma, no era necesario haberse tomado la molestia.

Al sentir su afelpada textura y la temperatura que ésta causaba en mi piel sin meditarlo más la tomé con urgencia y me cubrí el cuerpo.

--Pero pasó y tú lo permitiste estando comprometida conmigo –arremetió sin quitar el hosco gesto.

El confort del cobertor no me quitó por completo el frío del cuerpo, pues el piso estaba helado, pero ¿qué cosa de ahí no estaba en esas condiciones? Hasta nuestros corazones estaban en pleno Polo Antártico, sólo que en extremos diferentes.

--Es que… —vacilé para verificar que pudiera controlar la voz; y efectivamente lo había logrado— Contéstame Jacob: ¿de qué servía estar a tu lado si me había dado cuenta que amaba a otro?—apretaba la mandíbula constantemente para retener el frío, casi no articulaba las palabras de forma adecuada—. Y además tú lo intuiste todo el tiempo, me lo dijiste una noche antes de que huyera de casa, ¿no te cuerdas? Nadie te mintió, tú decidiste creer en la mentira, que es muy diferente.

--Mentira que tú misma diste riendas para edificarla. ¿O qué… yo te exigí entregarte aquella noche de nuestro aniversario? ¿No dijiste también que me amabas?

Rodé mis ojos y bufé. No le veía ningún sentido platicar sobre esa noche, ni siquiera por el motivo por el que él había sacado el tema. Ya no nos amábamos y esa era una realidad.

--Jacob, ¿a dónde vamos a llegar con esta discusión? –Inquirí grosera— ¡Yo no te amo! –enfaticé con severidad la exclamación.

Me dolía bastante el cuerpo y la cabeza como para pelearme por el pasado, pero no para estar de un humor de los mil demonios.

Su rostro se turbó de emociones negativas tras mi declaración y agachó la mirada, apretando fuertemente los puños.

--¡Qué curioso!, ¿no? –Levantó los ojos y los posó sobre los míos—, por fin sentimos lo mismo el uno por el otro y con la misma envenenada intensidad –hizo una pausa breve y continuó—. Te odio Bella. Y te odio todavía más por jugar conmigo.

Inhalé profundo y desvié mi vista de él para evadir un poco el coraje que me sobrevenía.

--Si eso quieres creer es tu problema, no el mío –pausé para toser—. Además, yo tampoco pienso que me hayas amado realmente, pues de haberlo hecho, hubieras deseado que fuera feliz –retorné mi mirada a él—. ¡Destruiste mi vida!, cínico.

--¿Tu vida? –Soltó una carcajada—No –movió su cabeza para hacer rotunda su negación—. Eso lo hizo el malnacido de la sanguijuela con quien te revolcaste. Él sí está acabando con tu vida.

Estrangulé, por decir algo, el cobertor con mis manos, deseaba tanto írmele encima y arañarle la boca con toda mi fuerza, mientras le propiciaba la más espantosa de las locuras.

--¡Malnacido tú! –Grité iracunda—, a Edward no lo llames así, porque tú sí mataste a un ser inocente y con vida.

--No me provoques neverita –declaró enfadado y vi que se metía algo a la boca abruptamente y tiraba un frasco al suelo, tras un espasmo de su cuerpo—. Esa cosa iba a ser un demonio al igual que el desgraciado de su padre. No te engañes.

¿”Esa cosa”? ¡Desdichado!, como ansiaba que mi cólera se apoderara de mi cerebro para convertirlo en puré de perro en un dos por tres. Maldita la hora en que supe que mi bebé lo quería.

Mi concentración en la rabia que inundaba mi corazón fue interrumpida por el frasco que rodó hasta mis rodillas. Bajé la mirada y observé la etiqueta, decía: Diazepam, en letras medianamente grandes, lo tomé para verificar que la oscuridad no estuviera engañándome.

--¿¡Te estás drogando!? –cuestioné con más repudio que interrogación.

--¿Cómo si te importara en realidad? Además si lo estoy haciendo es cosa mía.

--Por supuesto, pero cada vez caes más bajo –declaré mordaz.

Intempestivamente corrió hasta mí y asió mis hombros con sus enormes manos. Me paró de un jalón, acomodándome frente a él. Me estaba volviendo a lastimar físicamente, pues percibí el escozor de su apretón. Podía ver, por fin, su cara, sus ojos endiablados, su ira; excelentes incentivos para agilizar a mi don y que saliera a flote. Ya no me causaba miedo.

--No sé cómo lo logras, pero tienes una capacidad extraordinaria para irritarme –dijo casi gritándome—. Esto no lo haría si no estuviera frente a ti, zorra –finalizó dándole énfasis al ofensivo sustantivo y me aventó con agresividad hacia la cama.

Del impulso con el que me envió, reboté y me pegué en la espalda con la gélida pared. El sonido del golpe resonó, el impacto era peor de lo que de momento había sentido. Rodé sobre mí misma, a través del colchón después de sentir a mi columna retorcerse por el acto violento, pude percatarme de las terminales nerviosas que se entretejían en ella, incluso las que no conocía, porque el dolor se volvió intenso, todo mi cuerpo se contorsionó por el sufrimiento. Me quejé agudamente, era como mil agujas de canevá calientes perforando mi piel y ensartándose en mi espalda. El frío convertía ese golpe en un calvario.

Un minuto después, tras controlar parte de mi dolor y al intentar incorporarme, con mis brazos tambaleándose de lo débiles que se habían puesto por el golpazo, me arrojó el cobertor directo a la cara.

La violencia con que estaba tratándome me hirió profundamente, y no por él, sino porque jamás había experimentado un episodio así, ni aún con James, ya que esta violencia era verbal y física.

Evidentemente, se estaba saliendo de sus casillas y no podía frenarlo.

El llanto surgió como catarata, estaba tan enojada. Ambos teníamos la dosis perfecta para volvernos locos por la cólera. Quité de mi rostro la cobija con la furia dominando mis movimientos. Temblaba con más frenesí que cuando el despiadado frío me atenazaba.

-- Perro maldito –grité con todo el aire de mis pulmones--, ¿¡quién te dio derecho de tratarme así!?

Se rió malévolamente y movió su cabeza en negación.

--¿¡No te das cuenta!? ¿Por qué crees que te he traído aquí? –Se acercó peligrosamente a mí y cogió mi cara con su hirviente y pesada mano; lastimó sin remordimiento alguno mi quijada con el apretón—Tan egocéntrica, tan vanidosa, ¡tan estúpida! –Soltó mi rostro y lo ladeó al desengancharlo— ¿Tú crees que estás aquí porque yo quiero salvarte de los chupasangres? –Se incorporó con el torso erguido por la soberbia— ¿O porque intento recuperarte? –Se burló descaradamente—. ¿No me oíste o no me entendiste? Te odio con todo mi corazón Bella.

“Sólo estoy aquí para verte morir… O desmembrarte si te conviertes en una de ellos. Ahora sí, replantéate tu pregunta: ¿quién me da derecho a tratarte así?”.

--¡Maldito! Y te atreves a llamar demonios a los Cullen. ¡Bah! Tus erróneas conjeturas y tus cegadores celos harán que cargues con una segunda muerte. ¡Qué lástima me das!

“Los Cullen –me levanté del colchón y fui a pararme con el orgullo por delante casi enfrente de él—, o sanguijuelas como tú los llamas, podrán haber vivido muchos años con un demonio por dentro, sin embargo, asesino, ellos jamás han maltratado a un ser humano, como tú”.

En el instante en que mi boca dejó de emitir sonidos un cañonazo se estampó en mi mejilla doblándome la cara y haciéndola rebotar hacia atrás como reflejo por la fuerza con que el atacante me había abofeteado. Todo mi cuerpo perdió el equilibrio y sin poder meter mis manos, caí directo al suelo y con la cabeza por delante.

El estruendo tras mi caída fue grave, a tal grado que varias aves, que estaban dormidas, en el bosque, salieron despavoridas. Un revoloteó de alas y un piar exagerado se escuchó de manera tenebrosa.

El perro era diez mil veces más fuerte que yo y el trancazo venía cargado con toda su potencia.

La cachetada y el golpe ardían tanto, eran fogones encendidos en pleno desierto de nieve, ambas partes punzaban con tesón, a tal grado que la jaqueca pareció ser un simple malestar. Mis manos fueron directas a examinar los daños y ni siquiera con lo helado de éstas se pudo apagar el fuego.

Mientras me iba incorporando, me sentí mareada y comencé a mover la quijada para cerciorar cómo estaba después del mal. Al ir cerrando mi boca, no sólo percaté lo seca que la tenía por el susto, sino que me sabía a óxido, es decir, a sangre.

El corazón me gruñó, paralelamente a la respuesta de la violencia: el bastardo me había herido.

Con la lengua me revisé la cavidad bucal y hallé el lugar donde se abrió la piel. Con la bofetada debí haber presionado de forma estúpida mi labio, pues sangraba mucho. Succioné el líquido y, con todo y la aberración que sentía por el olor que se impregnaba en la garganta, tragué la sangre.

--No siento compasión por ti y si me provocas, me encuentras. Te lo dije –musitó con desdén, dándome la espalada. El maldito sentía vergüenza de su acto.

La conexión o la forma tan natural en la que nos entendíamos en tiempo pretérito, seguía dando resultados.

--¡Párate! –exigió, pero continuó dándome la espalda.

Lo escuché demandando mi acción, sin embargo un frenesí me envolvió en una absurda necesidad, mucho más allá de mi razón, de mi lógica y de mi instinto: la sangre. Su sabor había tomado otras dimensiones y en un microsegundo me espantó aquello, se aceleró mi corazón al reconocer la realidad que eso significaba. Ese saborcillo nubló cualquier pensamiento racional, hasta los miedos instintivos. Era como tomar agua helada en un sofocante día de verano, como degustar tu primer caramelo cuando eres niño, como probar la bebida caliente más exquisita en este congelado infierno… era la sed, el llamado del demonio.

Como si estuviera ansiosa, igual que un drogadicto a la cocaína frente a su piedra, empecé a temblar de la desbordante necesidad de consumir más… ya nada importaba, ni el múltiple dolor de mi cuerpo, el frío, la herida, el perro, la muerte, los Cullen, Edward, ¡NADA! Todo lo que importaba ahí, era beber más de mi sangre. ¡Sangre –por todos los cielos—, SANGRE!

Mis manos, sin yo concientizarlo, fueron a tapar mi boca de la posible mirada ajena. Algunos de mis dedos apretaron mi labio inferior con el objetivo de sangrarlo, de extraer la bendita droga. Al correr nuevamente el líquido tibio por mi boca, de repente me di cuenta que mis ojos ya no enfocaban un solo punto, se disparaban en direcciones muy diversas y opuestas a su vez, era ver cada detalle de mi alrededor, pero sin fijarme en un solo lugar, era como parpadear consecutivamente. No le hice mucho caso a los cambios de visión, sinceramente, pues de momento no tenía otra idea tan fuerte porqué preocuparme más que el sabor de la sangre.

Mi mente había entrado en receso y atendía cuestiones poderosas, muy poderosas.

Mi lengua empezó a lamer con frenesí el dichoso labio, mi corazón latía desaforado, había perdido el control de mí misma, mas no quería que parase, deseaba chupar más y más. Era tan dulce, tan delirante, tan exquisita. ¡Maldición, sabía a gloria!

Cuando sentí que estaba apunto de agotarse el elixir, por la angustia de ya no sentirlo calentando mi boca, con un canino rasguñé el labio y después hinqué el diente profundamente en la herida, desgarrando el músculo y propiciando que sangrara a chorros.

Estaba a punto de atragantarme, ya que no respiraba por beber con desesperación, cuando sentí zarandeando mi cuerpo.

--¡¿Qué estás haciendo?! ¡Maldición, estás sangrando! –reclamó al quitarme las manos de la boca.

Levanté la mirada, con estos ojos de mil perspectivas y, sin desearlo yo, le gruñí.

--Déjame Jacob, ¡lárgate! –exigí de mala gana y me zafé de sus manos.

No sé que habrá visto, ni me interesó, mas su rostro se contrajo.

--¿Qué diablos te hiciste? Tienes toda la mandíbula llena de sangre.

No me había dado cuenta del daño real que me había ocasionado hasta que vi mis manos bañadas en este líquido, aunque como salivaba por el ansia de la sangre en ese momento, gran parte del caudal estaba mezclado con mi saliva.

--¡Quítate! –grité y lo empujé para que me dejara el camino libre y poderme parar— ¡Me heriste imbécil! –reclamé mientras me escabullía a gatas del horrendo espacio.

Si él no había percatado aquello, bien le podía ocultar el motivo de este penoso momento en que ni siquiera yo estaba participando racionalmente.

¡Diablos!, es decir ¿¡cuándo me había gustado la sangre!?

Inhalé hondamente, pues me hacia falta respirar y entonces el olor penetrante del óxido cubrió mis fosas nasales y mi faringe; no me mareó, no me causó nauseas… al contrario, me llenaba de una fuerza inusual. Ya no supe si exhalé, si estaba a punto de toparme con una pared o con la misma puerta, no supe nada. El aroma era mi universo.

--Detente –arremetió y asió uno de mis piernas con su mano y me arrastró hasta donde él estaba, fue entonces cuando observé, en un abrir y cerrar de ojos, que estaba enfrente de la puerta.

Al tenerme cerca, me acomodó debajo de él y se sentó en mi pecho. Con sus rodillas inmovilizó mis brazos a la altura de mis codos. Pesaba mil toneladas.

Ladeé mi rostro incontable número de veces para desviar sus manos, las cuales intentaban encarcelar mi cara. La primera vez que lo logró, lo mordí con ahínco y retiró su extremidad. La segunda ocasión no pude hacer nada, aplastó mi frente y presionó mi cabeza al suelo, mientras que con la otra mano apachurraba mis mejillas para que mis labios se expusieran y buscara la herida.

--Explícame algo, ¿cómo soportas el olor a sangre sin estar desmayada?

“Ya no eres tú, ¿no es cierto? –Me miró con suspicacia— ¿Desde cuándo te gusta la sangre? ¡Desde cuándo nevera!

--¡Qué te importa! –declaré con furia.

Respiré y le escupí a su cara el resto de saliva ensangrentada que me quedaba en la boca.

--Quítate de encima –advertí enfurecida—Ya me cansé de ti y de tus tratos, estoy harta de escucharte, de sentirte… de verte –con su mano libre limpiaba lentamente su rostro.

Me observó con agresividad y tanteó mis expresiones cuando posó todo su peso en sus rodillas, estrangulándome terriblemente la circulación de mis brazos. Sentí que estallarían por la presión sanguínea. Chillé del dolor.

--Quiero que te duela. ¡Suplica para que lo detenga!

Mi corazón retumbaba por la agonía, apreté mis parpados y boca para acallar la expresión de dolor, pero no fue suficiente y grité como nunca antes en mi vida. Fuera de mi voz no hallaba otro sonido en el mundo. Agudizó el sufrimiento cuando movió sus rodillas en forma circular, machacando mis brazos por debajo.

--¡Súplica zorra!

Varias lágrimas salieron de mis ojos cerrados, no concebía martirio tan espantoso. Escocía en principio, luego congelaba y mataba al final.

--¡Habla! Platícame qué sentiste al revolcarte con un vampiro –oprimió nuevamente y yo grité con doble agonía—. ¿Sientes el frío, el dolor, la fuerza, la maldad? Gózalo nevera, revive tu infidelidad.

Por más que quería pronunciar las palabras para que parase no me era posible, el dolor me lo impedía.

Comencé a percibir en mi interior un naciente e inmenso odio por Jacob, prefiriendo incluso por encima a su lado lobuno. Mi sangre se calentó, tal vez por la taquicardia que inundaba mi motor o por el malévolo sentimiento.

Juró que abrí mis ojos después de aquellas emociones, sin embargo, de un momento a otro, todo se apagó. En la más tenebrosa oscuridad se crearon las tinieblas.

La fuerza, como toda energía, era la única guía que me decía que en algún lugar aún existía.

El pánico no llegó, la angustia tampoco…

A lo lejos escuché, muy a lo lejos, casi en sueños… como un susurro, mi voz.

--Suplica tú malnacido.

Y entonces lo entendí. Ella había tomado mi lugar y yo me encontraba protegida dentro de mi propia mente.

Bella Cullen POV

Abrí los ojos, envenenada de odio y con aquel incesante dolor en el cuerpo como incentivo.

Me doble cuanto pude y me fui encima de él con el poder de mi naturaleza. Cualquier parte de su cuerpo era propensa. Lo mordí, como era de esperarse, en su pierna izquierda con una temible fiereza. Hundí los dientes muy profundamente, incluso conociendo que era todavía una humana y no cesé hasta que la sangre empezó a brotar.

Escupí el líquido que se metió a mi boca; su sangre era extremadamente repugnante.

El ahora sorprendido metámorfo se tambaleó y cayó al piso. Liberó el cuerpo y a pesar de sentir los brazos con contracturas me levanté del suelo, como el Ave Fénix, resurgiendo de entre las cenizas… del infierno.

Salir de las tinieblas era magnánimo.

Estar presente en el mundo de los humanos era perfectamente perverso.

Tener en frente a mi próxima víctima… no tenía precio. ¡Era excitante!

Ambos nos vimos a los ojos, el horror de mi presa era desmedido.

Me reí malévola, oler sus emociones hacía regocijarme.

--Qué diablos… –cuestionó la víctima al percibir el cambio.

Con una mano, retiré el cabello del rostro y el indefenso cachorro optó por enterarse de la posesión.

--¡Mierda! –exclamó malamente sorprendido mientras se incorporaba un poco.

Acto seguido, eligió la peor opción: agredirme físicamente. Desprendió al instante una tarima del suelo y la lanzó.

Esquivé sin dificultad el objeto. Mi visión y mis movimientos eran un poco más hábiles y calculados, no los de mi especie, pero al menos no tan equívocos.

Gruñí.

--Suplica tú malnacido –musité con la elegancia del depredador.

El interpelado trató de levantarse, sin embargo los efectos de los calmantes que se había tragado tiempo atrás, para su desgracia, estaban en plena acción y el músculo que había dañado con la mordida le obstaculizó su plan.

--Mala suerte –susurré irónica y le lancé el pedazo de madera, con algo de problema, pero le pegué en su rostro, descontrolándolo de momento—Debiste ser inteligente y haberme matado antes.

Ipso facto, se levantó y vino tras de mí, no me moví de donde estaba, pues tenía controlados sus posibles ataques. La presa no se convertiría en lobo, estaba demasiado drogado.

De manera brusca me tomó por el cuello. Me levantó algunos metros arriba del suelo. El aire comenzó a ser menos fluido por la garganta, pero no me desconcentraba, no permitiría que le pasara algo a mi lado humano.

Al menos aún…

Actué sin consideración a los malestares del cuerpo: la garganta, las contracturas. Sencillamente le cogí por los cabellos con mis manos y, con la energía resguardada, enterré profundo y lastimeramente mis uñas para rasguñar su cráneo en lo que encontraba el equilibrio… y sus ojos; deslicé éstas a lo largo de su cabeza hasta llegar al cuello. Percibí cada centímetro que desgarré de su epidermis.

Se quejó la presa, mientras pequeños hilos de sangre le escurrían al pecho. Apretó más sus ardientes manos alrededor del cuello.

El cuerpo requería aire cuando antes.

Mi mirada no se movió de su sitio, a pesar del dolor, mi naturaleza no prestaba atención a esos inconvenientes, yo quería matar al metámorfo y ésa era mi prioridad. Estaba casi segura que el desgraciado pronto perdería el control de su evasiva. El dolor, en los humanos, era una primicia que atender; así que para agilizar el proceso hinqué mis uñas, de nueva cuenta, pero ahora en el final de su cuello.

El adversario era fuerte, pero no más que yo; no lograba ni paralizarme. Si el cuerpo sufría, todavía quedaba parte del poder de la mente con el cual sobrevivir.

Un hilo más denso de sangre se le escurrió e inevitablemente abandonó su tarea.

Caí al piso, sin perder el equilibrio.

Tosí. La necesidad era mucha, mas el agredido estaba doblándose del escozor; había ganado.

Se alejó unos metros de mí para recuperarse. El camino que tomó lo dejó marcado por su sangre. En mi fuero interno el frenesí crecía; la venganza era el más dulce platillo… el postre del infierno.

En su descuido, pretendí seguir tosiendo, mientras me acercaba como serpiente, sigilosa y peligrosamente llena de veneno. El odio hirviendo en el interior y la furia cosechando la fuerza para los movimientos hizo que el cuerpo tomase poder.

Ataqué intempestivamente, tomándolo por la cabeza mientras jalaba sus cabellos hacia mí. En una milésima de segundo, ya era mío. Sus enormes ojos, llenos de vida, se encontraron frente a mí.

--Mírame Jacob –insinué perversamente y clavé la mirada directo en sus pupilas—. Es hora de divertirnos.

***

Reí desquiciada–el éxito era envenénate—. Observar la perdición de mi víctima, sus contorciones debido al tormento mental que se estaba edificando en las tinieblas de su interior era la mejor cura a las dolencias de este cuerpo.

Sosegué el placer de ver sufrir al desgraciado metámorfo y me acerqué a su oído, para susurrarle lenta y maliciosamente:

--Suplícame que pare.

Sabía de antemano que no podría hacerlo jamás, esa idea intensificó mi regocijo y sonreí retorciendo un poco los labios.

Me alejé de la inerte presa y fui a abrir la puerta con el propósito de dejar escapar el olor de mi sangre.

La ventisca helada me molestó, bajó todavía más la presión sanguínea de las venas, pero no tenía otra opción viable, debía hacerlo para que el aire se llevara mi aroma. Ahora el objetivo era atraerlo… guiar a Edward hasta aquí.

Respiré para que el cuerpo no extrañara su elemento vital y supe que casi amanecería… sin embargo la mejor noticia fue percibir que Edward se hallaba ya muy cerca de mí.

Bella Swan POV

Volví a despertar… Tirité sin poder parar y tosí con el dolor en mis pulmones acrecentándose, el frío me estaba matando. Las contracturas inmovilizaron mis brazos completamente.

Me hallaba en el suelo, cerca de la estufa viviente, sin embargo su calor había disminuido notablemente. Rodé sobre mí misma con menos fuerza que nunca, quedé boca arriba, y antes de que me agotara y mis ojos comenzaran a cerrarse por inercia, observé el amanecer colarse por la ventana.

Tosí otra vez. Dolía inmensamente.

Mientras mis parpados caían pesados sobre mis ojos y la caricia del sol comenzaba a bendecir mi piel –tardamente—, conté el ritmo de los latidos de mi corazón… 1… 2… 3… 4… 5…

Demasiado lentos. Lo siento Charlie, Reneé… perdón –pensé al sentir que no los volvería a ver, no al menos con vida.

Con el último halo de energía de mi corazón pronuncié los dos sonidos más majestuosos de todo el universo entero.

--Te amo.

Y eso era lo único que sentía, mientras la imagen de Edward esperándome afuera de su Volvo, con esa sonrisa retorcida, que de verdad me enloquecía, me llevaba al País de nunca jamás.


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este capítulo tiene su doble personalidad, pero no por eso Bella es vampi... ¡no! es sólo ese demonio que dice Edward en Sol de Media Noche que comparte sensaciones con él -o al menos yo lo entendí de esa forma-. Asimismo con Bella, su demonio ya la está acompañándola y pues ¿cómo no ayudarla con semejante problema? Pero la linda y dulce Bella sigue siendo humana.

Y si creen que se libraron de escuchar el nombre de Jacob o del peyorativo: perro. Aún hay un poquito más, así que tampoco él se ha muerto -digo por si alguien tiene dudas-.

De todas maneras saben que respondo incógnitas o sugerencias vía mp.

Por ultimo: snif, snif, snif... ya se va a acabar la historia vampiresas... después de largos y arduos meses ya estamos a capítulos de finalizar :( Espero de corazón que les guste el final.