jueves, 21 de enero de 2010

capitulo 28 "encontrandote"

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN**

Nota 28: Las melodías que la musa rockera recomendó son: Requiem de Mozart, por la Orquesta Filarmónica de Viena y Blooded (instrumental)de Within Temptation.

Lindas lectoras:La violencia que contiene este capítulo considero que sobrepasa el rated del resto de mi historia, por eso antes de que lo lean, consideren que puede ser un Rated: M.

Tras advertencia no hay engaño.

Las quiero vampiresillas...

Por cierto... ¡¿qué creen?! Edward volvió. A ver qué les parece.

¡QUÉ COMIENCE LA MAGIA!




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edward edward EDWARD Pictures, Images and Photos

28. Encontrándote

“It's okay
dry your eye
soulmate dry your eye
cause soulmates never die”.

Placebo (Sleeping whit ghosts).

Edward POV

Nos quedaban dos perros por despedazar, el alfa y un joven lobo de pelaje color arena, bastante inexperto, sin embargo se diría que la suerte lo acompañó durante toda la masacre gracias a que el alfa lo protegió con especial devoción hasta este momento…

Íbamos directo a encarcelarlos, adelante una enorme montaña tapaba cualquier escapatoria, no existía salida en este sendero y el perro lo sabía. Los pensamientos del alfa gritaban con desgarradora desesperación mandatos para el chico, con el miserable propósito de resguardarlo. Podía ver en su mente el motivo de su devoción; este joven licántropo, de sólo quince años significaba el último eslabón, la única esperanza de la manchada estirpe de licántropos de los Quileute.

Engreídamente sonreí.

Estaba a punto de oscurecer, los últimos rayos del crepúsculo se vislumbraban en las rocas de la montaña y la hacían parecer al tono de Volterra.

En mi mente iniciaron a resonar los pensamientos de euforia:

¡Los tenemos!, ¡Son nuestros!, ¡Exterminio!

A los alrededores, los dieciocho Vulturis que éramos fuimos armando una valla conforme corríamos al asecho de las presas. El ejército que Cayo formó, durante varias décadas, para circunstancias como ésta era, por demás, eficiente en su total estructura; por eso no titubeé cuando Cayo me ofreció a sus integrantes para venir a aniquilar a la manada de América.

Cada vez faltaban menos metros para atrapar a los lobos y mis ansias de torturar al mayor se acrecentaban.

Como el agua gélida que cae de una cascada, una sensación de un frío incomparable me recorrió el cuerpo. No era el viento, lo sabía; mi corazón muerto y mi mente angustiada intervinieron con la respuesta: Bella. Mi desesperación me hizo correr lo doble de rápido. Los recuerdos del por qué estaba aquí y no en busca de Bella me golpearon.

--Edward, Edward, Edward… –canturreó Aro tras soltar mi mano y darse la vuelta para observar a sus compañeros—. Has cometido un grave error, mi querido aliado. Conoces las reglas y me sorprende que aún así hayas optado por rebelarte —después de decir aquello dio la orden a la guardia de abandonar la sala—, ¿esa humana valió la pena?, ¿a caso fue capaz de pagar el precio de tu existencia?

--Sí –contesté sin dudar.

Ya estaba dando por hecho mi ejecución a juzgar por el modo en que había conjugado los tiempos verbales y sin embargo en mi mente no me angustiaba mi futuro sino lo qué fuera a ser del de Bella sin mí.

--Tú lo has leído Aro –proseguí—, si yo llegué con ustedes, hace unos meses, fue por ella. Sé que corrompí las reglas, engañándolos, mintiéndoles, ocultándoles mis verdaderas razones, pero si tan sólo entendieran una ínfima parte del por qué de mis acciones…

“Así como ustedes veneran a nuestra raza, yo no puedo negar que me postro ante esta humana. Nada en el mundo me ha movido como lo ha logrado ella. Nada. Así que les pido benevolencia y permitan que me marche, la vida de esta joven corre peligro y no tengo la seguridad de su transformación. Consiéntanme convertirla, su simple existencia merece la pena de cualquier castigo, mientras ella no desaparezca de la fas de la tierra soy capaz de recibir con gusto la condena por mis arrebatos”.

Al hilar las anteriores ideas recordé a Tanya… Ella tenía tanta razón, aún en el último segundo de su existencia, antes de que mis manos forzaran a su cuello a desprenderse de su cuerpo en aquella definitiva despedida en Denali, su mente me repitió: “No permitas que le pase lo mismo a Bella”.

Fruncí el ceño. Ella había estado en lo correcto y una vez más yo no tuve el alcance para haber visto venir mis errores.

Error tras error.

--Después –continué—, hagan conmigo lo que mejor convengan. Tienen a Demetri, así que no creo que duden siquiera en que pueda escabullirme. Rastréenme si es necesario, sólo...

--Silencio, mi azorado Edward –interrumpió Aro—. Es impresionante cómo te enfrentas a nosotros, a tu misma naturaleza y desdeñas tu eternidad sólo por una humana que puede estar muerta en estos instantes.

Gruñí instintivamente, mi interior punzaba con altos voltajes eléctricos de ira y desesperación. Mi fuero interno era un desbarajuste de emociones.

--Calma mi joven amigo, sosiega tus expresiones –Aro se acomodó de tal forma que dirigiera la palabra a todos los presentes—Marco, Cayo –solicitó la tención de los otros dos—. Nuestro protegido ha incidido en comentar a una humana nuestra existencia.

Los ojos de Marco y Cayo de deslindaron de su aburrimiento para pasar a una extraña sorpresa.

--Sí, mis amigos, a una débil humana de apenas diecinueve años de vida, pero este suceso tiene su justificación, al parecer es la tua cantante de nuestro querido Edward, y ciertamente es asombroso el olor de su sangre desde sus recuerdos. Han de recordar que Edward vivía con nuestro entrañable amigo Carlisle, por lo cual su dieta –hizo un mohín de disgusto, era obvia la razón—lo obligó a frenar su sed. Respetó la vida de esa humana, hasta el punto de enamorarse de ella. Sin embargo, el sol no se oculta con un dedo, ¿verdad, mi querido Edward? –dirigió su mirada a mí—. Al verse sobrepasado por los instintos de su familia, se vio forzado a abandonarla el año pasado, mas las circunstancias se tornaron adversas cuando decidió retornar a su lado… La humana continuó su vida al lado de un licántropo, ¿¡no es sorprendente Cayo!? –Canturreó con sarcasmo—Nuestro Romeo abandonó las esperanzas de recuperar a su… humana. Y ése es el real motivo por el que él vino a desistir de su inmortalidad.

Rápidamente Cayo intervino con un pensamiento destinado para mí: “Asesinarás a todos los licántropos de ese lugar, Edward –era una orden—. No me interesa ningún otro detalle de tu historia, yo te absuelvo de cualquier falta, pero tienes que exterminar a cada uno de esos perros”. Su mandato estaba lleno de ira, se combinaba a la perfección con mi sentimiento. Asentí discretamente, pero con la soberbia como escudo.

--Aún no entiendo, Aro, ¿por qué Edward pide ir a salvar la vida de esa humana? Llega al punto –dijo sin atisbo de emoción Marco.

--Impaciente Marco, no desesperes, el relato tiene un mejor desenlace que este mediocre preámbulo.

--Marco tiene razón en apresurar las cosas, Aro –dijo Cayo, sorprendiéndome— ¿¡A qué quieres llegar!? ¿A tener más razones para matarlo? Yo deniego. Al menos para mi punto de vita, Edward ha sido un excelente integrante de la guardia Vulturi. Yo lo absuelvo. Hay más motivos para mantenerlo con nosotros que para aniquilarlo. ¿O no Aro? –dijo misteriosamente, como si hubiera un simbolismo implícito. Aro sólo bloqueó su mente en ese momento— A nosotros no nos ha fallado, ha retornado a la alimentación de nuestra raza y por si fuera poco, si pide ir a convertir a la humana, no le veo la falta. Si no la alcanza, pues estará muerta, así que nuestro secreto está intacto. ¿No lo consideras de esta forma Marco?

Marco levantó una ceja en gesto de incredulidad.

--Debo de aceptar el punto de Cayo, Aro. Edward ha sido mejor que muchos de los inservibles guerreros que hemos tenido por siglos. Además –se paró de su trono—, no puedo dudar de la intensidad de la relación entre esa humana y él, aún estando lejos de mi mirada, puedo percibir el lazo tan increíblemente fuerte que hay entre ellos.

Marco bajó hasta donde estaba yo y me tocó el hombro, todavía a sabiendas que ésa no era la forma en que trabajaba mi don: “Esta vez perdono tu falta, sin embargo no se volverá a repetir”. Finalizó y, quizá sin querer, la imagen de su amada y difunta Dídima pasó como relámpago por su mente; así logré entender por completo su mensaje.

--Deniego la aniquilación de Edward.

--Me quedo anonadado Edward, has puesto a mis fieles amigos a tus pies y sin conocer el desenlace del relato. No cabe duda que no me equivoqué contigo, mi protegido –Aro se acercó a mí, “Demuestra inteligencia”, pensó de la nada, sin darme oportunidad de analizar su enunciado—. Ahora eres libre de ir tras la tua cantante Edward. ¡Alégrate!

--Gracias Aro, Cayo –lo volteé a ver para enfatizar el acatamiento de la orden—, Marco.

Sin más palabrería, di la media vuelta, pues mi desesperación excedía mi lógica.

--Edward –requirió Cayo y giré por pura inercia--, ¿deseas que mis súbditos te acompañen?

Su ofrecimiento tenía doble sentido, lo sabía, quería verificar que me hiciera cargo de los licántropos como había convenido y en ese instante lo acepté, hubiera hecho lo que fuera con tal de irme lo antes posible.

--Excelente idea. Gracias Cayo –pero, en ese segundo, también mi intuición ayudó a mis arrebatos y actué— Aro ¿permitirías que Demetri me acompañase?

--Por supuesto, toma lo que necesites de nosotros; con la condición de que regreses todo cuanto tomes… incluyéndote.

El viento gélido volvió a golpear mi nariz y me sacó del ensueño.

Ya había oscurecido. Las sombras de los pinos y las hojas de sus ramas hacían más espesa la noche en este bosque. Los animales se hallaban muy cerca de su muerte y el alfa empezó a transpirar miedo.

Estaba solo. Nadie le ayudaría a salvar al cachorro. Los demás perros eran ya pedazos de carne esparcida por el amplio terreno blanquecino.

La zona se había transformado en un extenso campo de hediondo olor debido a la sangre de los licántropos y el perro lo comenzaba a percibir.

Seth, ¡escapa!, ¡corre! Trata de trepar. ¡Qué no te alcancen! –Ordenó el alfa con el pavor inundándole.

Oía el crujido de la nieve en cada pisoteo de los licántropos y los que nosotros íbamos dejando atrás. Era demasiado tarde para que el joven es escapara, los diecisiete vampiros estaba por todas partes. La misión que les encomendé estaba enfocada en capturar al alfa, el otro… no me importaba lo que fueran hacerle, mas al parecer no iban a dejar que se escapara. Yo necesitaba atrapar a ese perro, más que cualquier otra presa en toda mi existencia.

Sam, ¡no hay salida! Estamos rodeados. ¡Mira a tu alrededor! –reclamó Seth a su líder al detenerse por la montaña.

Como felinos, empezamos a llegar a ellos. Doce vampiros gruñeron en señal de victoria. Los seis que quedábamos bajo las sombras nos acercamos mucho más sigilosos, todos contra el alfa.

Realicé un rápido movimientos durante su parloteo mental.

Seth, no les vayas a dar la espalda a las sanguijuelas. Y en la primera oportunidad: ¡Escapa! ¿¡Has entendido!? –pensó Sam.

El lobo color arena asintió.

--Dudo siquiera que pueda volver a respirar —dije y le hinqué los dientes en la yugular al licántropo de pelaje negro.

El ataque comenzó.

***

--¡Respóndeme perro! –Clavé nuevamente mi mano en su vientre y extraje más intestino— ¡¿Dónde está Bella?!

Aulló agónico, pero no escuché nada en mi mente. El desgraciado parecía escarabajo volteado, sólo que sin movimiento aparente, pues cada pesuña y patas estaban dislocadas. Llevaba diez minutos de interrogatorio y el valiente líder no cooperaba.

--Van tres metros de intestino… ¿¡Cuántos más te voy a sacar!? ¡Me estoy desesperando!

Acerqué su intestino a su nariz y a sus adoloridos ojos para enfatizar la tortura. El imbécil intentó morder mi mano y lo único que provocó fue enfurecerme más, así que frente a sus ojos tomé el intestino y le hice un nudo lo bastante apretado para que se retorciera con él.

--¡Dónde está Bella! –jalé un poco más el intestino.

Muy lejos y espero que siendo torturada de la misma forma que tú lo hiciste con nosotros.

¡Qué había dicho! ¿El Maldito de Jacob la había secuestrado para matarla?

Una cólera incomparable, me cubrió el cuerpo.

--Esa no fue una buena respuesta perro. ¿No vas a cooperar? Entonces no me hagas perder el tiempo –finalicé hosco y de un jalón saqué todo el intestino de su cavidad hasta arrancarlo de su dueño.

Aulló lastimosamente y en lo que terminaba de quejarse le hinqué mis manos a la altura donde se encontrarían sus riñones; sin remordimiento alguno los extraje otorgándole una última agonía a mi presa.

Bufé. ¡Cómo era posible que fuera tan estúpido! Había desperdiciado el valioso tiempo de vida de Bella.

Aventé los órganos a la nieve, con desdeñosa malicia.

--Demetri –el interpelado se acercó— ¿Conservas aún el cuaderno que te di en la casa?

--Sí, ¿lo quieres?

--No. Impregnaría el objeto con el olor de la sangre de este animal.

--¿Entonces Edward?

--Huélelo. Eres mejor rastreador que yo. Tenemos que llegar a esa humana cuando antes y este perro no ha servido de nada.

Demetri se agachó para tomar un poco de nieve en sus manos y enjuagarse cualquier efluvio de licántropo que tuviera en ellas. Yo revisé mientras tanto a los demás vampiros que habían dado muerte al tal Seth.

--¿Fueron rápidos? –pregunté sin el menor grado de interés.

--Sí, el licántropo era inexperto, ni problemas dio –contestó William.

William era uno de los más antiguos congregados de los Vulturi. Tan confiable como el mismo Demetri o Felix, él le llevaría el mensaje a Cayo de que estuve presente en la masacre.

--William, antes de que se retiren, puedes hacerme un favor.

--Dime.

--Me imagino que irán a la casa de los Cullen –el interpelado asintió—. Bien, ¿puedes irte adelantando? Necesito que le digas a Carlisle que venga; solo.

--De acuerdo Edward. Nos vemos pronto.

William me estrechó en un abrazo y muy bajo, casi susurrándome al oído, me dijo:

--Cayo te quiere de regreso.

--Lo sé. Gracias por el mensaje.

--Me apresuraré. Suerte.

***

Tras desaparecer William, los quince vampiros se fueron esfumando. Tal vez habían ido a cazar, o sólo a retirarse de una vez por todas de este continente; terminada la diversión no había por qué permanecer aquí.

Miré el suelo, para distraerme, aún me envolvía en un enorme regocijo cuando veía el daño del animal que yacía a mis pies, sin embargo una emoción de dolor sucumbía en mis adentros, angustiándome por mucho.

Exhalé; esa sensación no era mía.

Para evadirme más, observé a Demetri, quien estaba oliendo con ansias el diario de Bella. Me preocupaba también ese aspecto; él era un vampiro al fin y al cabo.

--Demetri, no quiero que toques a la humana.

--¿Disculpa?

--No quiero que te atrevas a pensar en esta humana como alimento.

--No lo hago. Huele delicioso, no puedes negarlo y sólo estoy siguiendo tus órdenes.

--Bien, pero llegado el momento, no quiero que te acerques a ella.

Gruñó el interpelado, su mente me profería un sinfín de ideas contradictorias, pero terminó por alinearse a mi requerimiento.

Los minutos pasaban lentos y frustrantes, Carlisle no llegaba y necesitaba de él, como nunca antes y por ese motivo no me movía, a pesar de mis deseos.

¿Cómo es posible que haya seres que puedan convertir tu libre albedrio en una burla?

Siendo sincero conmigo mismo, me aterraba hallar a Bella herida y por ende que su sangre fuera algo incontrolable, imposible de eludir; hasta imaginarlo me colmó la boca de veneno. Dicha razón terminó por convertirme en una estatua de hielo.

Carlisle era el único ser en quien confiaba en estos casos; sólo él sería capaz de salvar a Bella, aunque eso implicara carcomerme por los celos el resto de la eternidad, al saber que el veneno de Carlisle estuviera dentro del cuerpo de Mi Vida, de mi Bella.

¡Qué estupideces estoy pensando! –me regañé al verme implicado en con mis demonios internos—Vale más la seguridad de Bella. Mucho más.

Cerré los ojos, la sensación del fuego debía ser apagada.

Tontos celos.

El haberla tenido entre mis brazos, interviniendo de forma gloriosa en mi oscura y deprimente existencia me había transformado en un amante posesivo. Pero, es que no tenía intensión de compartir esa felicidad con nadie más, ella era todo y más de lo que en cualquiera de mis dos vidas había podido desear. Si Bella fallecía a causa del asqueroso perro, no sé cómo reaccionaría.

¡Cómo fui tan inocente! ¡Debí buscar otra salida hace un mes!

--Edward, oye, se acerca alguien –musitó Demetri desde la piedra donde estaba sentado, olfateando el aroma de Bella.

Abrí mis ojos y respiré para hallar un efluvio conocido, pues los pasos eran de nuestra especie.

--Es Carlisle –dije airoso y me moví por fin.

Sin embargo, al recomponerme, miré mi ropa y una singular vergüenza me tomó desprevenido. Me avergonzaban tanto las manchas de sangre que se traslucían en mi piel y en mis prendas. En unos segundos, Carlisle me vería como el monstruo que soy y el hijo al cual creía prodigo ahora no sería más que un asesino, con los ojos más carmesí que los de su nacimiento; lo iba a defraudar y su mirada iba a ser la partitura de muchas de mis reflexiones futuras.

Mi cara se descompuso.

--Edward ¿estás bien? –preguntó Demetri.

--¿Ya tienes registrado el aroma? –evadí su cuestionamiento con otro. Nunca me pareció propio comentar mis sentimientos.

--Sí.

--Devuélveme el diario, por favor.

Extendió su mano y me lo ofreció.

--Gracias –musité y guardé la libreta entre mis prendas—. ¿Tienes idea hacia donde ir?

--Al norte. Ya había percibido ese olor metros atrás.

--¿Metros atrás?

--¿Dudas de mí? –más que pregunta fue una afronta.

--No. Para nada, por eso estás aquí –contesté con seguridad—Sólo quiero saber qué tan atrás.

--Hubo una desviación a partir del claro. Ellos trataban de engañarlos con respecto a la dirección de la humana, los querían llevar al oeste, pero no. El aroma sube al norte.

No había terminado de decir su hallazgo Demetri cuando mi padre dio su punto de vista.

--Muy buena observación Demetri. Les interesara saber que Alice acaba de tener una visión de Bella; la vio en una cabaña desolada, en medio de la nada, ella piensa que el bosque está por Canadá, lo deduce por la naturaleza que circunda.

--¿Bella está bien? –pregunté alarmado.

--Alice dijo que sí, al parecer en su visión estaba inconsciente.

Examiné las posibilidades y eran nefastas. A Bella le fastidiaba el frio y donde quiera que estuviera, el clima la sobrepasaría.

--Hay que irnos –dije seco y sin mirar a los dos vampiros.

--Síganme –ordenó Dementri.

Éste emprendió la carrera y cuando yo lo iba hacer, Carlisle me detuvo con una mano en mi brazo.

--Edward, veme a los ojos.

Con mucha molestia y algo de recelo lo obedecí.

--Todo va a salir bien hijo, vamos a hallar a Bella con vida. Serénate.

Sus ojos eran la misma expresión de fe que cuando me reintegré a su familia, después de mis años de rebeldía.

--¿Estás desilusionado de mí?

--Edward, ¿qué crees que hubiera hecho yo de haber sido Esme?

No contesté, tenía por seguro que él jamás haría algo parecido a mis acciones, además mi cabeza andaba en otras latitudes.

--Comprendo muy bien los designios de los Vulturi, mas, te soy honesto, no hubiese querido ver los restos de gente inocente regados por el bosque, pero ellos se lo buscaron.

“Bella es ahora de mi familia. Tú lo desconoces, pero le agradezco tanto que no puedo recriminarte la forma en que estás actuando. Creo que yo actuaría de la misma forma. Sólo te pido que no olvides quién eres. No eres un Vulturi, eres un Cullen, Edward; no dejes que el rencor y el odio te absorban.

Bella sufrió mucho durante tu estancia en Italia, y toda la familia trató de ayudarla en nombre del cariño que te tenemos, ahora es tiempo que tú devuelvas ese afecto y no te pierdas en el camino. Bella te necesita como Edward Cullen, no como Edward Vulturi. Piensa en eso mientras la hallamos”.

Palmoteó mi espalda y emprendió la carrera antes de que le contestara.

Carlisle era sin duda el ser, después de Bella, capaz de comprenderme sin necesidad de dones de por medio. Y al igual que la enseñanza de Tanya, esta reflexión no podía echarla en saco roto.

Antes de ponerme en marcha percibí una extraña oleada de odio nacer desde mi interior.

Me tranquilizó, aunque eso supusiera que el perro estaba con ella.

***

Corrimos durante muchas horas, entre los árboles y las tundras de Canadá, con la oscura madrugada como compañera.

En tantas ocasiones deseé detenerme, porque las emociones que percibí me mareaban en exceso, eran inmensamente intensas, iban desde el coraje, la desesperación, la ansia, el odio, hasta el dolor más agudo. Temí con cada una de ellas dejar, de un segundo a otro, de percibirla. Aceleré la carrera incontable número de veces, dejando muy por detrás a Demetri y a Carlisle en varias ocasiones.

Llegó el momento en que desenchufé mis emociones, tras casi chocar con un pino. Preferí, a partir de ahí, que Demetri hiciera lo suyo, pues sabía exactamente por dónde dirigirnos y además en ningún momento vacilaba, y si por el contario yo estaba siendo extenuado constantemente por Bella.

Edward ¿te encuentras bien?—pensó Carlisle, durante la carrera—Nos podemos detener.

--¡No! Mejor distráeme… cuéntame ¿cómo tomaron la masacre mis hermanos?

Carlisle volteó rápidamente a ver mi cara sin perder el paso, deseaba leer en mis expresiones lo que ocultaba, mas yo pretendí ignorar el detalle y seguí corriendo.

Emmett es el más molesto, dice que te llevaste la diversión tú solo. Jasper andaba preocupado, pero calmó los ánimos de lo demás, pues debes de entender que siendo varones es más difícil hacernos a un lado de las peleas.

“Alice refunfuñó cuando me mandaste llamar, quería venir, sin embargo su esposo y yo la hicimos entrar en razón con respecto a la posibilidad de la sangre. Rosalie y Esme están muy afectadas emocionalmente, temen por tu seguridad y la de Bella”.

--Mmmm… ya veo. Aunque todavía me cuesta trabajo ver a Rose preocupada por Bella.

¿Ah si? ¿Te dijo Alice? –cuestionó.

--No, sólo digamos que lo sé –contesté y ambos nos callamos otro lapso de recorrido.

Mi mente se había logrado distraer efectivamente, esta última parte de la conversación hizo mella en mí.

La voz de Alice, el día anterior, resurgió en mis recuerdos.

--Edward no te enojes, necesitábamos proteger a Bella y no se nos ocurrió nada mejor que traerla a vivir a la casa.

--¡Excelente Alice, la casa donde hace un año casi le cuesta la vida!

--¡Bueno ya!, señor acento sexy, deja de recriminar tonterías y mejor apúrate o yo iré contigo al claro ése. ¡Sube a tu cuarto!, ahí se hospedó, seguramente encuentras su aroma hasta en el cristal.

¿Mi cuarto? Por eso, quizá se deprimía tanto. La añoranza y la nostalgia eran muy malas compañeras en este cuarto. Si lo sabía yo.

Como relámpago subí las escaleras y en cuestión de segundos estaba ahí. Abrir la puerta fue demasiado, el aroma era inmenso, casi podía decir que ya le pertenecía a ella. Mi boca destiló veneno cual si fuera río llegando al mar. Tragarlo fue menos doloroso que percibir el olor a las lágrimas que ella había derramado en la almohada de esa extraña cama.

Morbosamente y tras una especie de impulso derivado del dolor, alcé la almohada para oler su cabello, su cara… su exquisito aroma.

--¿Dónde estás Bella? –musité delirantemente angustiado.

Cuando quité de mi rostro el objeto, observé, sorprendido, el pequeño cuaderno que no había percatado antes y que estaba encima de la cobija. Lo tomé sin saber qué era, pero con la seguridad de estar frente a la cosa con el aroma más fuerte que Bella haya dejado ahí. Lo acerqué a mi nariz para inhalar tanto cuanto pudiera su olor.

--¿¡Lo encontraste!? –dijo Alice y me asustó, permitiendo que la libreta cayera al suelo, pues no había percibido cuando había entrado a la recamara.

--No sé Alice –contesté—Puedes llamar a Dementri, por favor.

--Claro.

Mientras la vampiresa realizaba su tarea, levanté el cuaderno, tal cual había caído, sin esperar que me llamara tanto la atención y por ende violara la privacidad de Mi Vida… leyéndolo.

“¡Por Dios! –Si todavía Lo puedo nombrar— es tan fuerte… es decir, sentí la lluvia fría en mi piel y el gélido aire de ese día.

Las imágenes continuaron, mas no me esperaba que ésa Bella reprodujese la parte que mi mente guardaba también bajo candado, demasiado tarde me percaté de ello. No sólo le iba a hacer daño a él sino a mí. ¡Me iba a ser revivir el momento! Ése que él no recordaba: ¡la masacre de mi cuerpo!

“Él mató a nuestra hija, no tú” oí claramente mi voz, sin embargo el enunciado le pertenecía a la vampiresa.

Con su naturaleza sádica, percibí como inclinaba nuestras miradas en el segundo justo en que el lobo hundía sus garras en mi vientre y desgarraba estruendosamente mi piel.

Las lágrimas aún se me vienen encima al rememorarlo, es cierto, sentí sobrenaturalmente el dolor de la bebé, su llanto de tristeza y después el amor y la despedida que le ofrecía a Jacob…

¡INAUDITO!”

Después de leer semejante declaración, cerré de un golpe la libreta. Me cegué por el coraje. Era mucha información que asimilar: Bella había sido atacada por el lobo y nadie me dijo, había estado embarazada del maldito perro y su don se le había salido de control. Y ¡maldita sea, nadie me dijo nada!

¿¡Por qué diablos mi familia no me informó de todo esto!? –pensé con un dolor singular. Era la desilusión.

Me senté en la cama para tranquilizarme. No era momento de distraerme, debía encontrar a Bella.

--Edward, Alice dijo que…

--Sí, ¿esto servirá? –le acerqué el diario.

--¿Qué te pasa? –lo tomó.

--Nada, Dementri—contesté con los modales que me servían de escudo para evadir a los intrusos—. Vamos a destrozar a los asqueroso perros, ¡ya!

--Me parece perfecto. Y cuando digo perfecto me refiero a las dos cosas, el cuaderno y el plan.

--Sí.

--Demetri, podrías permitirme el diario, necesito mostrarle algo a Edward antes de que se vayan –intervino Alice de la nada.

Con un movimiento violento mis ojos fueron a buscar el objeto entre las manos de Demetri. Así que ese cuaderno… ¡era el diario de Bella!

--Aquí tienes –se lo ofreció—Estaremos esperándote abajo, Edward –dijo y salió discreto.

--Edward, serías tan amable de acompañarme sólo un minuto, no te quito más.

--Alice, no deseo escuchar nada, por favor. Tengo que ir a rescatar a Bella.

--Ok, escúchame –me miró esperanzada—, ¡por favor! No sé que leíste, pero sé que fue malo, Jasper me lo corroboró.

--Sí, fue pésimo. Ustedes debieron avisarme, más tú Alice, has defraudado mi confianza.

--Edward, te ofrezco disculpas, pero ella no quiso que te avisáramos de su accidente. Si quieres enterarte bien del por qué lo decidió así, ¡maldición!, lee el diario completo. Sólo no nos eches la culpa a nosotros, pues si algo hicimos durante este mes, fue actuar bajo la batuta de sus deseos. Ahora, te invito a seguir transgrediendo la privacidad de tu novia —puso en mis manos el diario—; si ya empezaste, termina.

Alice salió del cuarto, dejando a la descortesía entrar en mi mente.

Abrí el diario y comencé a leer, a velocidad vampírica, día tras día, hasta finalizar.

--Edward, ¡huele!, ya estamos muy cerca –comentó Demetri a viva voz y desencajó por completo mi mente de sus vergonzosos recuerdos.

Inhalé el aire con mayor devoción, era cierto, sin embargo, mi hipótesis se verificó; el viento venía saturado del olor de su sangre. Cualquier pensamiento pretérito, por muy fuerte que haya sido, tomó un décimo lugar al instante de chocar el aroma de Bella con mis fosas nasales.

Me detuve en seco y tragué el veneno, las paredes de mi garganta sufrieron por el escozor cuando se deslizó. El monstruo estaba saliendo a la superficie.

--Carlisle… –grité y atraje la atención de los dos vampiros, a diez metros de mí.

--Edward, ya estamos cerca. Continúa –dijo el interpelado.

--Carlisle, prométeme que entraras a esa cabaña y la alejaras de mí –interrumpí el regocijo de mi demonio tras el aroma de Bella al requerir ayuda de mi admirable creador—. No permitirás siquiera que la toque, pase lo que pase.

--De acuerdo. No temas Edward, ella estará a salvo –dijo y se acercó hasta tocar uno de mis hombros–; pase lo que pase.

--Edward debemos apurarnos, si sigue siendo humana, la temperatura no ayudará a mantenerla con vida –declaró sabiamente Demetri.

Emprendimos la carrera sin miramientos. Mi cabeza se peleaba a cada paso con mi instinto, con mi sed y con mi demonio; bastantes adversarios para la fortaleza.

El cielo comenzaba a pintar las luces del amanecer en el horizonte.

Respiré por última vez al escuchar el lento corazón de Bella latir tan cerca. La nieve se hizo nube en mis pies, cuando la ansiedad turbó mi lógica y empecé a correr a mi velocidad.

Después de pasar varias arboledas, hallé el sitio.

La cabaña estaba justo enfrente de mis ojos, aquella cabaña que resguardaba el calor del corazón por el cual daría el significado del infierno, el paraíso y el mundo mismo. Ahí en ese espacio se encontraba mi Bella.

La luz se colaba entre las ramas de los enormes pinos bañaba de su rocío matutino a la insignificante cabaña.

Escuché atentamente para saber qué pasaba adentro. Ningún sonido, sólo dos corazones latiendo despacio… dos.

Sin esperar mayores respuestas, me aventuré precipitadamente al interior de la cabaña. La puerta estaba abierta como el telón de una función de teatro, y al menos ésta estaba comenzando.

--Bella…

Tragué irremediablemente el veneno de mi boca.

Tantos segundos sin observar realmente su cara, tantos días sin percibir el calor de su piel, anhelando su fragilidad y su cuerpo, su tierno abrazo, para ser cruelmente arrebatados por un asqueroso perro.

--Qué te hizo… —cuestioné horrorizado, pero sin mover un sólo músculo, pues al verle bañado el rostro en sangre y aparentes cardenales en su cuello tuve miedo de mí mismo.

Un vértigo agudo pinchó mi fuero interno. Por casi nada de suerte, dejaba escapar el aire de mis pulmones al contagiarme de una terrible ira. Apreté los puños tan fuertes como me permitió mi cuerpo ya que la rabia me excedía y quería sacarla de mi interior.

Ser un vampiro, no es sinónimo de bendiciones, por lo cual las emociones no se miden desde la misma balanza de los humanos y cualquier descuido puede ser motivo para el Apocalipsis y al menos habiendo un ángel de por medio, yo no debía conjurar al diablo dentro de mí.

Desvié mi mirada de ella, no podía seguir viéndola, me enloquecía observarla en tan mal estado y todo por mi estúpida y obstinada culpa.

¡Maldición!, ¡Te atreviste a atacarla perro inmundo!, ¡Maldito lobo de mierda!

Giré mi rostro agresivamente por todo el espacio para toparme con su desgraciado agresor, el cual estaba tumbado en el suelo, al otro extremo de donde Bella se hallaba tirada. Con un movimiento por demás veloz, lo alcancé y desde mi posición erguida lo mire… indefenso y asquerosamente humano. Me llené de unas ganas de pisarlo con toda mi fuerza y partirlo en dos. Lo odiaba sobremanera. ¡Lo odiaba!

Ya tenía mi pie en el aire y… ¡Agggg! mi maldita curiosidad me detuvo, sosegándome una vez más, pues unos finos detalles que narraban por menores de lo que había pasado entre ellos dos, me paralizaban: los rasguños que presentaba el cuerpo. En primera instancia supuse que habían sido causados por un objeto cortante, mas en cuanto visualice las uñas de mi amada Bella tuve que retractarme en mi inferencia, ¿¡Cómo lo había logrado!? ¡¿Qué tanto le habría hecho Jacob para que Bella reaccionara así?! Varias incógnitas azoraron mi mente.

Sus ojos estaban idénticos a los de Tanya en Denali… tan perdidos en la inmensa nada. Esto en realidad, no me sorprendió en lo más mínimo, ya que después de haber leído cuánto odio le tenía Bella y cuánto daño le deseaba hacer, verlo tumbado en la inconsciencia era lo mínimo que esperaba. Faltaba sólo un pequeño pormenor por visualizar, al percatarme de sus extremidades inferiores noté con desconfianza la profunda mordida que tenía en su pierna.

Bella… –reaccionó mi mente, alarmándome al deducir que la forma de la herida y aquellas marcas eran gracias a los pequeños y humanos dientes de Bella.

¿La habría torturado?, Por supuesto que sí, Bella no tenía la fuerza para hacer una herida tan profunda de no haber sido por un dolor intenso. Entonces…

La violencia sí había sido extrema.

Control. 1, 2, 3, 4… Control. 5, 6, 7, 8… ¡Al demonio!

¿Coraje? ¿Ira? ¿Cólera? ¿Odio? O quizá las cuatro emociones juntas fueron las respuestas a mi pensamiento.

Craak… Craak –sonó de repente en la silenciosa cabaña.

Mis manos dislocaron tan rápido como pudieron los tobillos de la basura de hombre que tenía enfrente. Iba a continuar con los huesos de las piernas cuando oí los pasos apresurados de Demetri y Carlisle detrás de las paredes de esa cabaña.

¡Rayos!

Debía optimizar el poco tiempo que me quedaba, al fin y al cabo el perro no escaparía a ningún lado.

Quitándome la máscara de monstruo que me había cubierto segundos atrás, sin acercarme mucho a Bella, y antes de separarme momentáneamente de ella, le cubrí el cuerpo con la chamarra que traía puesta.

¡Cómo no sentir qué adolecía por el frío!, si a través de sus sentidos yo había aprendido a percibir el mundo con mayor detalle.

Ella pareció reaccionar, sin embargo no abrió ni un poco los ojos. Estaba realmente mal.

Una oleada de paz acarició mi mente, al conocer que Carlisle la rescataría y que al menos había llegado a tiempo para verla con vida.

--Shhh –silbé desde mi lejana posición— Sigue durmiendo mi dulce Bella. Cuando despiertes esto sólo habrá sido una más de tus pesadillas.

--¡Edward! –entró reclamando Carlisle con un arcoíris de por medio, efecto del prisma que desprendía su piel por el sol.

--Saca a Bella de aquí –pedí mientras me acercaba al hombre - lobo.

Carlisle me obedeció sin menospreciar mis palabras ni mi autocontrol.

Para lo que se avecinaba no deseaba tener a ninguno de los dos seres que admiraba dentro de ese espacio.

Demetri se internó en la cabaña hasta llegar a un lado de mí.

--¿Éste es el licántropo que falta? –musitó.

--Así es.

--¿Qué tiene?

--Está alucinando.

--¡¿La humana lo hizo?!

--Sí.

La cara de Demetri se congeló, la sorpresa y la asimilación de la información le llevo tiempo. Y mientras Demetri analizaba la observación, clavé con agresividad, tal cual fuera estaca, mis dedos de la mano derecha al pecho del perro; sentí su pulso, su sangre, su vida correr alrededor de mis dedos. Frenesí puro. Y aunque yo planeaba matarlo rápido, en el instante de encuentro entre el inerte cuerpo de Jacob y el mío, para su mala suerte, se desprendió del encanto de Bella.

Sus pupilas regresaron a tomar posesión de sí, su conciencia se vigorizó y sus movimientos quisieron hacerse participes de nueva cuenta, atenazando mi brazo con sus manos.

--¡Alto! –dijo con voz pastosa.

--Idiota –canturreé en respuesta.

Demetri, sin demora, se postró detrás de la cabeza de Jacob y zafó las manos del asqueroso animal de mis brazos, inmovilizándolas por completo.

--¡Sanguijuela cobarde!

--Demetri suéltalo –requerí con voz pausada—. Voy a enseñarle modales al cachorro.

Extraje mis dedos de su pecho y me levanté del piso. Demetri sin decirme nada, ni contradecir en su cabeza mi solicitud se hizo a un lado.

--Párate perro –di la orden a sabiendas de que no podría, deseaba gozar verlo arrastrarse.

Con impresionante seguridad, quiso ponerse en pie. Cayó sin remedio alguno, quedando en cuatro puntos.

--¡Te dije que te pararás! –exigí con un tono más violento y me acerqué a él, mientras el desgraciado se retorcía del dolor múltiple, para patearlo justo en su abdomen y aventarlo con el impulso contra la pared de la cabaña.

En un abrir y cerrar de ojos del lobito, llegué hasta él y le levanté el rostro.

--Mataste a mi hija… yo maté a toda tu manada. Ojo por ojo… corazón por cientos de corazones –musité diplomáticamente.

--¡Maldita sanguijuela! –gritó embravecido por el desconsuelo y retiró su cara de mi tacto.

--¿Esperabas que acabaran con nosotros?

Soltó una carcajada adolorida. ¿Se estaba volviendo loco?

¡Ey! lector de mentes –pensó y me pilló desprevenido, no imaginé que supiera de mi don—, sabes que Bella goza más si le vas acariciando lentamente su suave espalda... desde sus hombros hasta sus hermosas nalgas.

¡!

Ese ataque iconográfico no me lo esperaba, como tampoco la lucidez de sus recuerdos estando en pleno martirio.

Un fuego abrasador se prendió como hoguera masiva.

Mi cabeza daba vueltas, el estómago ardió en vértigo y adrenalina.

¡Celos!

Eran los terribles celos. Imparables, sucios y endemoniados celos apoderándose de mi interior.

Lo miré por segundos, después de su estúpido pensamiento, sólo segundos y enseguida hundí fieramente dos de mis dedos en sus ojos, arrancándolos de sus cuencas cual uvas de un racimo.

--Querías dejarme ver a través de tus ojos… –recriminé mientras el interpelado aullaba de la agonía—Te lo agradezco, fue muy educativo.

Tomé sus manos y en cada palma puse un ojo; acto seguido, las cerré en puños, sobreponiendo las mías para comprimir juntos sus órganos.

--¿Te está doliendo? ¿¡Te duele!?

Su pecho, cara y manos sangraban. Sabía que sufría por fin puesto que había logrado callar sus pornográficos recuerdos.

Gritó lastimeramente y se retorció cual ostión por el ácido del un limón al no soportar el dolor que le sobrevino.

--¡Mátame! –reclamó y gritó nuevamente lleno de sufrimiento.

A Demetri le pareció especialmente graciosa la escena, pues se rió frenético.

--Vuelve a suplicarlo –exigí—. Convénceme para que lo haga.

--¡Yaaaaaaa! –gritó realmente agonizando.

El nivel de tolerancia al dolor en un humano era mucho menor al que hubiera tenido de soportar la tortura bajo su forma lobuna, así que no abusé de su estado consciente y le dije la única verdad que me acompañó durante estos deprimentes meses y de la cual no podía irse de este mundo sin conocerla:

--¡Te odio Jacob Black! –pronuncié sumamente despacio y enfatizando el sentimiento en cada fonema.

Volví a hincar mis dedos en su pecho de manera violenta, en los mismos huecos que ya había hecho, pero ahora más profundamente, y los removí con libertad dentro de su tórax hasta tomar entre mis dedos a su latente corazón, lo apreté y su sangre comenzó a salir a borbotones del agujero por donde había penetrado mi mano. Con un jalón insignificante, le di un giró al motor de Jacob y tras escuchar crujir sus arterias, como cucarachas al aplastarse, le arrebaté el corazón, extrayéndolo aún palpitando a la superficie.

Gritó por inercia, por instinto por natura… pues su energía sucumbió como la hoja al caer del árbol otoñal: marchita, frágil e inmensamente sola.

--¡Excelso, Edward, excelso! –canturreó Demetri y ocasionó que reaccionara.

El frenesí de la venganza se escurrió como lluvia helada por mis ojos.

Ya todo ha terminado…

Reflexioné la realidad y después solté, como un simbolismo de mi triunfo, el corazón.


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Ay vampiresas hermosas, espero no haberme excedido con este OoC Edward y ahora alguna de ustedes esté pensando en mandar a mi Edward Vulturi a destrozarme, :s, sobre todo para aquella que tienda a ser Team Jacob, Sam, Seth, etc... toda la manada entera.

Creo que ya notaron que Jacob nunca me agradó con Meyer... jajajajaja, lo odié en Eclipse como no tienen idea (que por cierto es mi libro favorito) y a Sam también así que este es mi mundo y bueno... el resto ya es historia.

Lo siento por las que estén llorando por la manada, si les soy honesta, a mí el que sí me dolió matar y por eso no lo describí fue a Seth... en Amanecer me agradó el chico. Lástima que perteneciera a los metamorfos... mi idea fue acabar con todos los perros y no podía quedar él. De todos modos ya saben: comentarios, dudas, aclaraciones y/o reclamos serán bien recibidos y contestados en la brevedad posible. Si su intención es nada más dejar buena vibra, la función del review está allá abajo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

chava la neta que imaginación tienes pero siempre es buena una segundo opinion de todo y creo q para ser tu historia bueno esta genial si no fuera por que me encanta jacob creo que yo haria lo mismo matarlo hasta q suplikra por su vida por lo visto el final va a estar bastante interesante lo esperare en lo personal con ansias cuidate chik y sigue asi bay

Unknown dijo...

Ay Dios, que lindos comentarios...
Gaby, me puedes enviar después el historial que te han enviado de mi historia, por fis.

Las quier mucho niñas