viernes, 9 de abril de 2010

HISTORIA MIELI NO SE CONFUNDAN!!

Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continúen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN**

Hola, pues... pues... sólo puedo decir que esto iba ser parte del Epilogo, pero -¡esperen!- cómo por qué sería parte de él... si el final es... shhh Mieli no digas más (ok, ok, mi voz interna me reclama). Además no creo que haya quejas, ¿o si? ja ja ja.

Nota 32: Para el comienzo, mi Musa Rockera recomienda, Alone de Alice in Chains y al último -yo :) -... Thinking of you de Katty Perry.

¡Qué comience la magia!
huy despues de mucho tiem`po una actualizacionnnn siiiiiiiii!!!!!!! alguna duda comuniquenla y recuerden que sus comentarios son llegados a la autoraaaaaa!! biiiiiieeee besitos vampirescos!!

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bella cullen Pictures, Images and Photos

32. Vida

"Amarte a ti no es lo mejor, lo tengo claro.

Habiendo tantas cosas por hacer menos traumáticas"

R. Arjona

Edward´s POV

Vida y tiempo, ¿cuál es la genuina diferencia entre ambos?, ¿acaso contar con vida no es poseer tiempo?, y ¿beneficiarse del tiempo no es sinónimo de saber vivir? Estoy convencido de que así es. Después de un siglo de observar atento la naturaleza del hombre, tan propensa a las calamidades, llegué a la deducción de que ambos constructos son exactamente lo mismo: el todo y la nada.

Por ejemplo, si yo muriera mañana –porque sé que aún tengo esa salida— los ojos que heredó mi amada madre, Elizabeth, a este cuerpo maldito, sucumbirían, al igual que las singulares facciones de mi valiente padre Edward Masen. Si yo muriera mañana el enorme amor con el que fui creado como ser humano, hace cien años, desaparecería, se agotaría… mi tiempo concluiría y, con él, lo que he anhelado se terminaría. Todo se acabaría con el fin de mi existencia. Y, entonces, ¿quién se quedaría, aquí, a contar los días que pasan sin que ella vuelva a mi lado?, ¿quién los llevaría en su mente de la misma forma en que yo lo hago hoy?

Nadie…

… nadie.

Eso es la nada: convertimos en nadie, en nada, con el transcurso del tiempo.

Sé que si yo muero, ella morirá… porque morirá conmigo; ya que nadie más que yo la conoce, porque nadie la ha conocido tanto como yo; ni siquiera ella, Mi Vida.

Ya no me importa con quién esté o qué la aleje de mí. Me he aferrado a creer que… ella siempre será Mi Vida.

Y yo… el tiempo, su eterno tiempo. Porque, sin prórroga, soy el que la espera.

¿Será eso justo? ¿Será cómodo? ¿Ella lo valorará? No sé, lo desconozco, pero mi fuerza se ha agotado, ya no puedo serlo más. El tiempo por sí solo no existe.

Todo en el Universo consta de vida… de Mi vida. Entonces, si ella ya no está, ¿por qué tendría que haber tiempo?

¡¿Qué es el tiempo sin vida?! Nada, sólo cálculos.

Pero en sí, no es nada.

***

Monotonía. Otra vez, mi existencia estaba siendo consumida por la monotonía. Noviembre y diciembre fueron meses de crisis, ya que mi carácter era el vivo ejemplo de una montaña rusa, a veces estaba bien, a tal grado que mi familia fue capaz de convivir conmigo, pero en su mayoría, las demás ocasiones me hallaba sumergido en depresiones agudas, muy semejantes a las que había atravesado exactamente un año atrás; sin embargo, la disyuntiva, que me ató de pies y manos, esta vez, para no salir huyendo rumbo a Brasil o Italia, fue el miedo a que… ella no supiera cómo encontrarme.

Durante aquel arraigamiento, intenté encontrar, y enlistar, todas las razones, coherentes, por las cuales me había pedido que me alejara de… ella con tanta devoción. Llegué, incluso, a compararla conmigo, mis motivos, y mis acciones del pasado, no obstante… en aquel momento, una gran diferencia nos separaba, mas ahora, ella era un ser como yo, ¿por qué pensar que me haría daño?, ¿por qué arrebatarme la posibilidad de tratarla, de AYUDARLA? No sé si era mi pesimismo, pero ninguna me convencía, ni me satisfacía. Si ella deseaba estar lejos, sin mí, quizá yo cometía el error al permanecer estático en el tiempo, esperándola.

Tenía razones para no querer retomar las riendas, el valor y la sensatez para hacer algo conmigo, pues cuando la amé, mi mundo tomó vida mágicamente, los olores fueron deliciosos, la música armoniosa, los paisajes inolvidables, las caricias celestiales, el tiempo… un santiamén. Cuando me dediqué a sufrí por ella, mi existencia ya no tuvo sentido, los minutos pasaban como eras, el aire llevaba consigo un aroma diferente, a muerte, las sensaciones se volvieron nulas o lacerantes y los pensamientos únicamente giraron a su alrededor, se podría haber dicho de mí que fui un idiota, por sólo conocer y pronunciar una palabra: su nombre… Sin embargo, algo pasó y cuando dejé de sentir, al amor y al dolor cerca de mí, su ausencia comenzó a pintar de un tono gris monotonía mis días.

Y así, de haber sido un vampiro, empecé a ser un zombi.

Entonces, en un instante de lucidez, o tal vez de insensata locura, paré mis pensamientos masoquistas y extrayendo el coraje que me había traído de vuelta a América, sin importarme nada más que ella, y decidí abandonar el dolor, la angustia, la necesidad, la añoranza, la esperanza y… el amor, para comenzar a ser práctico con los sentimientos. Evitando momentos de desilusión.

Italia… Ése sería mi destino perfecto. Nada mejor para mi corazón destrozado que saturar a mi mente de diabólicas actividades.

"Amarte a ti no es lo mejor, pero me gusta.

Quizás estoy jugando como siempre al masoquista"

R. Arjona.

Antes de abordar, en la primera semana de enero, el avión que me traería a Italia, pasé a Fork. Como lo suponía, la tribu de La Push no se había recuperado con respecto a sus recursos "humanos", a pesar de haber transcurrido dos meses, después de la masacre. Allí seguía limpio el ambiente, ni un atisbo de olor a perro en el aire. Y quizá nunca más lo habría.

Mi familia, o mejor dicho Carlisle, había llegado al acuerdo con los sobrevivientes de la tribu Quileute que nunca más volveríamos a pisar esa tierra, por respeto a sus caídos, un día previo a que todos viajaran rumbo a Canadá. Sin embargo, ¿por qué tenía que acatarlo? Desde mi reflexión, ellos fueron los primeros provocadores y también habían agredido y torturado, así que éramos tan culpables unos como los otros. Pero, por desgracia, no pude entrometerme en los veredictos de los patriarcas debido a que cuidaba a… Isabella… en su transformación.

El motivo que me regresaba a aquel pueblo era exclusivamente para hablar, por última vez, con Charlie. La deuda que guardaba con él era muy grande y día con día mi mente me trastornaba con diversos tormentos al respecto, ya que no sólo le había arrebatado a su amada hija para siempre, sino que también, ahora, me había convertido en el factor por el cual estuviera solo y sin una excusa para continuar viviendo. Es decir, si en mi caso, conociendo los detalles de este insoportable destino, había sufrido inmensamente al no tenerla a mi lado, sabiendo que aún existía en alguna parte del planeta, gracias a las sensaciones que nos unían y que me transmitían el tremendo calvario por el cual atravesaba; su padre, con toda lógica, estaba instalado en una actitud suicida, pues la muerte de un ser querido siempre sería la peor experiencia por la que el corazón atravesaría, siglo tras siglo. Y Charlie, infortunadamente, se encontraba completamente devastado debido a mí error.

Cuando los siniestros sucesos de octubre ocurrieron, Alice vislumbró, a tiempo, los pormenores necesarios para justificar la ausencia definitiva de… Isabella… a través de un aparatoso accidente automovilístico con su celopata ex novio. Ambos restos estuvieron tan calcinados, debido a que la pickup de… se incendió ipso facto tras el golpe, así que fue imposible, hasta para el mejor de los forenses, sacar a cuentas si eran o no los individuos por las que se decretaban las actas de defunción. Y como los Cullen serían desterrados poco después, dos cuerpos hurtados de la morgue fueron como quitarle un pelo al gato. Alice, Jasper y Emmett se encargaron de que la función terminara a la perfección, sin ningún cabo suelto. De esa forma, la opción fue viable para todos.

Mi familia asistió al funeral, en Seattle, fingiendo su más sentido pésame a Charlie y a Reneé, mientras el verdadero cadáver estaba a cientos de kilómetros, en los límites de Canadá, en plena conversión. Alice me contó, repetidas veces, durante el segundo día de la metamorfosis de… Bella, lo difícil que había sido el momento para Reneé, quien lloraba sin consuelo alguno, sobre la tapa de un ataúd que contenía a una desconocida, culpándose sin cesar por la enorme tragedia. Bendita expresión, las lágrimas, que descansan la combustión del alma adolorida. Sin embargo, desde que supe las reacciones de los dos, no cupo en mí la duda de que Charlie, detrás de su mutismo y su control, era quien más sufría. Para él, ella también se había transformado en el motivo de Su Vida.

--Siento que hayas llegado tarde muchacho —dijo deprimido mientras apretaba con sus manos el marco de una foto de su hija a una tierna edad.

El aspecto de la casa se había ido en detrimento, adentro los muebles estaban llenos de polvo y el aire viciado, hasta fui capaz de oler un leve efluvio del envenenador aroma de… ella. Charlie, si bien en su aspecto personal no se le podía enjuiciar para perjudicarlo, si era bastante cuestionable, pues no se había descuidado al extremo, más la falta de expresión en sus movimientos y la desaparición de aquella personalidad enérgica denotaban el problema que traía gracias a su evadido duelo, ya que en su lugar un halo depresivo lo cubría.

Asentí en respuesta a su comentario, aunque él jamás volteó a verificarla, puesto que su mente se encontraba taciturna en el pasado. Cada uno de los pensamientos que estaba teniendo frente a sus ojos me ilustraba esa parte que… ella jamás podría contarme.

Agradables y enternecedores instantes se reprodujeron legiblemente en la cabeza de Charlie, a tal grado que no sólo él se instaló en una deprimente melancolía, pues a través de varias imágenes que le cruzaron, me enteré cómo fue su nacimiento, la primera vez que esos hermosos ojos marrones se abrieron para recibir la luz del mundo, su primera sonrisa involuntaria, su cuerpecito frágil e inocente en una cuna, su llanto infantil, los torpecitos pasos que dio cuando aprendió a caminar, el sonido de su vocecita diciéndole: "papá", su cabello moviéndose al vaivén de un columpio… ¡Por todos los cielos, qué había hecho!

Desvié la mirada a la salida de la casa. Una sensación estranguladora, en la garganta, me confesó que estaba siendo asfixiado por el dolor y la culpa.

--¿Supiste que estuvo embarazada del bastardo que la mató? —me preguntó con coraje y extendió la mano para que alcanzar la foto.

Reí sarcásticamente en mi fuero interno ¡Maldita y negra ironía! El bastardo al que se refería con tanto odio lo tenía enfrente, y por doble partida.

--No, jefe Swan, pero tampoco sirve que lo haya sabido hoy —mentí y le di la espalda para "colocar" el retrato en su sitio.

--Supuse que tu padre te habría dicho. Lo siento. Agradécele en cuanto puedas.

Silencio.

--Lo haré.

La visita se convirtió en un acontecimiento fugaz a partir de que Charlie sacó a colación la fallida maternidad de… Isabella. Mentir nunca había implicado un reto o una molestia para mí, pero en esta ocasión, Renesmee, como la nombró… ella en su diario, tomó forma en mi cabeza. ¡Fue insoportable permanecer una hora más ahí! Dentro de mi pecho se empezó a acumular una sensación de frustración y depresión inagotables. La pequeña con la que… ella había soñado, y con precisión describió, se materializó como una realidad, al fin. Universos alternos, días oníricos, momentos inexistentes traspasaron mi cabeza. Seguramente, de haberse concretado aquella posibilidad —como debió haber sido—mi hija fuera perfecta, agraciada inmensamente, un bello ángel, bendecido al poseer la hermosa figura infantil de su madre y los ojos verdes de mi progenitora.

¡Cuánto la hubiera amado!

En cien años de soledad, jamás deseé con tanto fervor poder acunar entre mis brazos a un bebé, muy al contrario, esos pequeños seres hedonistas eran, para mí, los verdaderos demonios reencarnados con un buen disfraz de pureza. Sin embargo, en ese momento, ansiaba intensamente ceñir a mi hija, Renesmee, a mi pecho, cerca de mi corazón para sentir y oír el suyo, saber que ella continuaría perpetuando mi existencia a través de la suya… saber que era un poco de los dos y que por fin había llegado a ser uno mismo, Bella y yo. ¡Dios! ¡¿Hasta dónde me había llevado mi egoísmo y mi estúpida forma de pensar?!

A perder todo.

--Adiós jefe Swan—tendí mi mano.

--Cuídate Edward —estrechó su mano con la mía—. Gracias por venir.

--De nada. Fue un placer conocerlo.

--Igualmente. ¡Ey!—golpeó con la palma de su mano su frente—, ¿por qué no te llevas una foto de Bella?, puede que no tengas una. Estoy seguro que a ella le gustaría que la recordaras.

--Sí… claro… —murmuré, mas no lo creí. Ella no quería estar cerca de mí— ¡Qué halago! Muchas gracias.

--Ten —tomó la imagen más reciente de Bella—. Fue en su último cumpleaños… Diecinueve… —suspiró hondamente— Te lo perdiste.

--Sí…, es una lástima que así haya sido—farfullé nostálgico y cogí el retrato.

Charlie no volvió a pronunciar palabra, se dejó ir en sus interminables recuerdos de la vida de su amada hija.

--Gracias por la fotografía.

Ratificó y agachó la mirada, porque los ojos se le empezaban a colmar de lágrimas. Charlie siempre fue de esos hombres orgullosos que pensaba que llorar era sinónimo de debilidad. Educado a la antigua. Lo mejor que pude hacer, fue dejarlo solo.

--Adiós jefe Swan.

Levantó una mano y la meneó sin ánimo. Perdón, Charlie… Sin más escándalo, me salí de la casa, con la que, desdichadamente, sería la última imagen que tendría de él. Debido a que poco después, según me comunicó Alice, murió por el ataque de un animal… o al menos eso concluyeron los humanos.

***

Italia.

Siempre había creído que uno manejaba sus experiencias o moldeaba las circunstancias a su conveniencia, es decir, todo cuanto teníamos enfrente contenía un carácter lógico, metódico, el chiste consistía en saberlo identificar y actuar sobre éste. Lo que yo no preví fueron los reveces de la vida. En ocasiones, y sin darnos cuenta, terminamos presos en las situaciones más enfermizas, extrañas o irreversibles, arrastrados por los acontecimientos infranqueables del destino; eso era Volterra, para mí. Un lugar donde, sin excusa ni pretexto, a través de diversas vivencias aprendí a ser lo que normalmente evadía de mí mismo: un monstruo.

Una vez más parecía convencida, la vida, a destruir mi vanidad, mandándome de vuelta a mi infierno personal.

¿Acaso para estar juntos antes debíamos ser lo que odiábamos? Ella en su laberinto de bipolaridad y yo en el teatro de la hipocresía. ¿Eso quería de nosotros el "amor"? Porque si éste no hubiera sido tan incorrectamente ideal, ella estaría a mi lado y no a millones de kilómetros, atormentándose en una tundra en Canadá, por algo inevitable como era madurar. Y yo jamás hubiese creído que ella se encontraría mejor con otra persona.

¡¿Por qué era tan caprichoso este ente malvado, llamado amor?!

Nosotros no tuvimos la culpa de enamorarnos de la persona equivocada, nosotros no planeamos destruirnos la existencia con este amor imposible. ¡¿Por qué, entonces, continuar atascando en el sendero?! ¡Por qué no nos liberaba!

¡DIOS! No me permitas hacer aquello que no deseo. Otórgame la fuerza suficiente para esperarla…

Apagué el motor del automóvil y en cuando bajé de él e inspiré el aire singular de Italia, lo presentí como una epifanía: Volterra me iba a cambiar, lo sabía desde que mi pie pisó el primer milímetro del suelo italiano y esa escalofriante descarga de energía entró en mi cuerpo; sin embargo, aun así, no detuve mi caminata ni me paralicé para mirar lo que se probablemente se quedaría atrás. El error por el cual había permanecido tanto tiempo sufriendo estaba en el amor, no en mí, y por ende debía dejar de obstaculizar mi camino de una buena vez.

Dos años zambullido en el masoquismo me había terminado de agotar, de fastidiar hasta percibirme gravemente asqueado. Era momento de cambiar, de dejar de pensar en el tiempo, en la vida, en lo bueno, en lo malo, ¡en ella!… y dedicarme a ser otra vez yo.

Requería, con urgencia, exorcizarme del amor y de otros de sus demonios.

Si la vida me regresaba a Volterra, no continuaría combatiendo contra mí, me convertiría en lo que ésta quisiera. Y tal vez, cuando este dolor pasara, lo entendería.

Al final, como decretó Sófocles, siglos atrás: "no hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista".

"Amarte a ti es la verdad más mentirosa.
Es lo mejor de lo peor que me ha pasado"

R. Arjona.

Cuando me instalé en mi casa de Volterra, y minutos previos a reanudar mi relación con los Vulturis, redacté un simple e – mail para… ella, una nota rápida —mejor dicho—, no tenía por qué molestarse… a pesar de estar pasando por alto los acuerdos que le había jurado cumplir de no buscarla, ¿o si?, ¿lo tomaría como una ofensa?

Miré el parpadeo, en la pantalla, del cursor del texto como si contuviera en su insignificancia un valor inigualable, al igual que la flecha virtual, del cursor del mousepad, encimando el recuadro de "Enviar".

Exhalé agotado, después de unos minutos, por mis constantes pensamientos negativos. Ahí estaba yo, una vez más, cavilando con base en su bienestar… como si el texto que hube escrito le dijera cuánto me hacía falta… Por el contrario, cabía la posibilidad de que ésta fuera la última vez que ella me leyera siendo el Edward que amaba, aquel que respetaba su decisión, que no la incomodaría con un desdén o con una palabra fuera de lugar. Si le escribía con premura era por la necesidad de informarle, de alguna manera, que me había ido de América, lo que sus padres creían con respecto a su desaparición —con el fin de que no osara acercarse a ellos, pues les causaría un susto de muerte— y, por último y quizá irrelevante para ella, que mi número de cuenta bancaria estaría a su completa disposición, no importando si regresaba o no a mi lado.

Mi mano se movió al mousepad y con un pequeño impulso a mi dedo índice di un click al recuadro de "Enviar".

Cerré la laptop y me paré del escritorio. Mi siguiente acción fue correr por las calles de Volterra, esquivando mis pensamientos y dejando atrás lo que me iba lastimando.

***

Aro me acogió como su mano derecha, su pupilo predilecto. Creó la expectativa de convertirme en el cuarto Vulturi… o, lo que para mí era más conveniente pensar, su suplente en turno. El resto de enero, por ende, me volví intocable, para disgusto de muchos. La envida nunca antes tuvo tanto sentido para mí; pues, además, Marco y Cayo quedaron complacidos con el resultado que habían obtenido de la masacre que realizamos en América. Así que ambos Vulturis también dieron el visto bueno a mi ascenso de jerarquía y me trataron con una empatía singular.

Oficialmente, sin buscarlo, sin planificarlo y mucho menos desearlo, me convertí en Edward Vulturi.

No tardo mucho para que mi mente comenzara a transformarse en un sitio poco misericordioso, pues el rencor, el recelo y mis frustraciones las canalicé en la mayor disciplina que pude crear con base en lo que se me exigía, ya que los tres vampiros ordenaron que vigilara los pensamientos de sus súbditos, de su ejército y hasta los de sus protegidos y amantes, a total precisión y sin miramientos. La encomienda era simple: al primer atisbo de rebeldía se ganaba, el subversivo, ser juzgado y casi siempre sacrificado. Para finales de enero la corte de los Vulturi había recuperado su aterradora fama de malditos inquisitivos.

En la última semana de enero, momentos previos a retornar al santuario de los Vulturis, hablé con Alice por teléfono. Me regocijaba saber un poco de la que sí consideraba mi familia. Salir del hoyo al cual me había metido la vida, con el cariñoso contacto virtual de mi amiga —casi hermana— me llevaba a percibirme de una manera diferente, que me fascinaba, por su puesto. Era inexplicable, pero la sensación de tranquilidad, de dicha, de volver a ser yo… se expandía como una fantasía, como un dulce sueño de una noche de verano. Con lo que no contaba, era que en un segundo timbrazo del móvil, aquel sueño se destrozara rápidamente.

--¡Alice ya! ¡No estoy jugando, tengo que irme! –Le volví a contestar con alegría. Casi reía de lo excelente que me había hecho sentir minutos atrás.

--Edward… --masculló huecamente mi perdición.

Dilapidé lo que me quedaba de equilibrio, de consciencia, de sentidos y se me acabaron los sonidos de mi voz después de escuchar pronunciar mi nombre.

La soledad del silencio contestó por mí.

--Te extraño mucho –musitó tristemente, al grado que a pesar de que en mi pantalla decía "Larga distancia", sentía su imposible llanto deslizarse sobre su piel—, demasiado, ni te imaginas cuanto –¡¡BELLA!! Sollocé y acrecentó la parálisis mental por la que atravesaba—. Sé que no me entiendes, que piensas que me he alejado de ti con premeditación, pero escúchame: no es así Mi Cielo. Nada de lo que estoy haciendo ni de lo que soy te convienen. No soy la Bella buena que conociste. Soy… —una pausa, ¡una terrible pausa! ¡¿Por qué no continuaba?!—Tú te mereces alguien mejor, ¡a la mejor! Pero… pero… ¡Me haces mucha falta! ¡MUCHA! —gritó desesperada y a pesar del mal argumento, escuchar su nueva voz de sirena me hizo desear correr hasta donde ella estuviera.

Quería responderle, convencerla que estaba cometiendo un grave error, acariciarla con mi voz, besarla con el sonido de su nombre, pero… anhelaba tanto que no puede darle nada.

--Bella… —murmuré confuso por las emociones.

--¡No sabes cuánto deseo verte! Cuán horrendos son mis eternos días sin ti... Perdóname –sollozó como si le estuvieran infligiendo el peor de los martirios—. Te amo.

¡¡ME SEGUÍA AMANDO!!

¡Bella me seguía amando!, mi Bella, Mi Vida… Estos tres largos y horrendos meses donde si quiera pronunciar su nombre me calcinaba, me los arrebataba a una velocidad inexorable con tan sólo hablar, pues el alma y mi parte humana volvía a nacer. Mi Vida regresaba. Y con la misma gracia con la que Bella había sido creada, hacia diecinueve años, era, en este instante, la misma con que se tatuaba su "te amo" en mis oídos y en mi cerebro. ¡Bella al fin estaría conmigo! Y esta vez para siempre.

--¡También te amo! ¡TE AMO BELLA! –exclamé con desesperación, quería que se diera cuenta, aunque fuera millones de kilómetros, que la extrañaba tanto o más que ella a mí.

¡Y que la estaba amando lealmente!

--No… –se volvió a quebrar su voz.

Una sinfonía fúnebre recorrió mis sentidos. Sólo eso… "No…"

--¿Disculpa?—estaba aterrado de preguntar.

¡Una vez más su maldita bipolaridad jodiéndonos! ¿Qué ocurría? ¿Qué le hacía dudar tanto? ¿Por qué me llamaba entonces? ¡Por qué quería destruirme!

No lo pude negar, la odie, con toda mi sobrenatural fuerza, la odie. ¡¿Por qué jugaba conmigo?!

—No lo hagas, Edward, no lo merezco. Soy mala, muy mala y si me acerco a ti estoy segura que te haría daño…

De haber podido desencadenar un llanto en mí estoy seguro que este era el momento de mi existencia, Bella se creía mala… mala para mí. ¡Mientras me dedicaba a asesinar personas para saciar mi sed, matar vampiros por estupideces y a jugar con los sentimientos de…!

No… podía hacer nada contra ella, su carácter siempre había sido terco, su posición atada a los cánones de mártir, ¿qué podía hacer?, ninguna razón la salvaría de ella misma si no lo deseaba primero. Me percibí atado de manos, con una impotencia fuera de serie.

--¿Entonces? ¿¡Entonces, Mi Vida!? Dijiste que me ibas a buscar cuando llegara el momento de…

--Sí, sí sé lo que dije, lo siento, pero éste no lo es —lloriqueaba detrás de la armonía perfecta de su tono de voz—. Discúlpame, no debí hablarte, pero, ¡maldita sea!, lo necesitaba tanto. No creas que me la paso bien, para nada, es horrible sufrir de esta manera… y es peor aún cuando le sumas que sufro porque ¡NO PUEDO ESTAR A TU LADO!

--Bella, dime ¿dónde estás?, ¡déjame verte! —supliqué con el último rayo de esperanza.

--No. No mi amor. No.

--Por favor.

--No me olvides nunca, ¿ok? Te amo.

--Bella… Bella, ¡Bella! yo también te…

Pip/ Pip/ Pip/ Pip

Bella…

Había…

Colgado.

Me tumbé en el suelo, observando la inmensa nada. Como si fuera una capa invisible, ligera y extremadamente fácil de poner, el estado zombi me cubrió.

"Amarte a ti me hace sufrir, ¡qué buena suerte!
Para acordarme de que existo y de que siento"

R. Arjona

Se había hecho de noche, otra vez. El cuarto donde estaba acuclillado se llenó de sombras, de penumbra.

--¡Ey, Eddy!

Me giré en su dirección y la miré severo, levanté una ceja en total señal de fastidio. Siempre quedaba atónito cuando volvía a entrar a mi casa y con esas acciones efusivas. ¡Por qué no asimilaba que me molestaba mucho cuando se portaba, y me llamaba, así!

1, 2, 3, 4, 5…

Conté hasta diez y contuve el enojo. Marianne sólo intentaba ser atenta, lo leía en su cabeza, le preocupaba honestamente… porque ella sí me… amaba.

Jalé una bocanada de aire y pasé mi mano por mi cabellera para deshacerme del fastidio y la melancolía.

--¿Qué pasa? –musitó tierna y se acercó hasta quedar frente a mí rostro, asiéndose por mis hombros— Aro te estuvo esperando.

--¿Y qué cree él qué hago?—contesté evadiendo titánicamente su verdadera pregunta.

--Tomándote el día… supongo. Ya no hizo más alarde. Eddy, ¿estás bien? –Parpadeó y alzó sus cejas en son de burla para sí misma— Estúpida pregunta, has como si no la hubieras oído Eddy— pensó— ¿Puedo ayudarte?

--Marianne…

De la nada, me abrazó efusivamente, poniéndome incómodo, como otras tantas ocasiones. Su demostración empalagosa me había dejado aún más perturbado. En serio no deseaba hacerle esto hoy.

--No estoy de humor, Marianne. Quisiera continuar solo –musité y moví un poco mi espalda, sin que llegase a ser notorio y, con ello, maleducado.

--¿Por qué?—cuestionó como si tuviera una voz infantil.

¡Gracias! –pensé con la ironía más negra de mi existencia, ya que en segundos, dejó de abrazarme, pero a cambio se posó enfrente de mí, cogiendo mis manos entre las suyas.

Salgamos un rato a ver las estrellas. La noche es preciosa. ¡Ya sé! ¿No tienes hambre? ¡Vamos a cazar algo! Es más, yiag… animales si eso te complace; yo invitó uno—pensó la hermosa vampiresa mientras guiñaba uno de sus enormes ojos carmín.

Su manera de pensar me hizo dibujar una media sonrisa en mi rostro. Suspiré y replanteé la invitación, no sin antes quitarle mis manos de las suyas, con el ruin pretexto de acariciarle una mejilla. Ella sonrió.

Marianne… Marianne… Marianne… Date cuenta que nada más te estoy utilizando. En verdad, no te quisiera hacer daño –pensé mientras negaba con pequeños movimientos de mi cabeza.

--¡Por favor, vamos! –rogó y me dio un beso en la mejilla.

--Permíteme pensarlo un segundo más —susurré.

¿Qué realizaría el resto de las horas? ¿Y cuando saliera el sol? ¿Acaso no había aprendido bien la lección? ¿Qué ganaba destrozándome el corazón por alguien que no quería estar a mi lado? ¿Retornaría al estado de ánimo de noviembre? ¿Eso buscaba?, ¿esperarla? ¿Y para qué?

¡¡Por qué me había hecho eso!! ¿Para qué me había llamado si no estaba convencida de lo que sentía? ¿Ya nunca más volvería a mi lado? Es decir, su carácter de vampiresa nunca más cambiaría, era tonto inventarse una realidad alterna.

¡Basta! Debía serme leal primero a mí mismo antes que a ella, o sea, la amaba y agradecía por sentirlo, pero no por eso volvería a destruir mi existencia por sus desequilibrios emocionales. Si Bella iba o no a regresar a mi lado, lo haría en cualquier Era de la eternidad y punto.

Se práctico, toma lo que tiene a la mano y sal del maldito hoyo –me exigí

Y con la locura y la euforia de sentirme capaz de dejarla a un lado sin lloriquear más, respondí que sí a la invitación de Marianne.

--¡Yupi! –emitió y, cogiendo mis manos para dar unos saltitos como si fuera una niña pequeña me levantó con tal energía que simbólicamente me sacó del agujero.

¿Por qué la hacía tan feliz? ¿Qué la enamoraba tanto? Si apenas y le daba el uno porciento de mí.

Inhalé profundo. A esto justamente me refería cuando reflexioné en que hay veces que la Vida te hace presa de sus reveces y te lleva a tomar caminos inhóspitos de los cuales, más tarde, es difícil desarraigarse. Pues, otra vez, iba a utilizar a Marianne.

¡¿Y Bella creyéndose mala?! Le falta verme siendo un sanguinario y mezquino.

Marianne, la nueva adquisición de los Vulturis cuando retorné a Italia, y yo, nos hallábamos atados en una rara e insana relación –a mi parecer— la cual bauticé, desde el primer estúpido descuido, como "karma", pues si bien no era igual que con el maldito y asqueroso perro, sí iba a terminar abandonándola cuando Bella regresara a mí. Sin importarme si sufriría o no.

Desde el momento en que ella se acercó a mí, y yo la dejé entrar en mi existencia, por familiaridad o semejanza con Alice, pues ambas tenían un carácter muy similar debido, quizá, al parecido de sus dones, las circunstancias se desbocaron catastróficamente y las terribles consecuencias las terminó cagando ella, ya que yo, desde ese segundo, sólo la usaba para curarme las heridas.

Sí, y me cuesta trabajo aceptarlo, por el descaro que conlleva, porque de haber sido el Edward de antes, jamás hubiera incidido en una acción de tan terrible bajeza; sin embargo la verdad era ésa, y lo peor es que se me estaba convirtiendo en una costumbre, usarla… para todo.

Ser prudente con mis emociones, inteligente, calculador a la hora de actuar y últimamente insensible al amor me estaba dando la facilidad de engañar hasta mi propio destino; ya que ni Alice y, mucho menos, Marianne fueron capaces de ver qué pasaría al día siguiente conmigo. Coincidencias del destino, o no, pero Marianne era vidente también, claro, no del mismo tipo que Alice, más bien, el don de Marianne era como si Jasper y Alice hubiesen podido juntar sus dones en uno solo. Es decir, Marianne contaba con la gracia de tener visiones, sólo que sensoriales, ella no veía las imágenes en su mente como Alice —según me contaba—, al contrario, ella no podía ver nada, su capacidad se limitaba a conocer el futuro cuando uno de sus sentidos era excitado por un impulso externo, o sea, percibía las posibilidades del destino a través de lo que emanaban las situaciones en juego. Tocaba algo y sabía qué final tendría. Sentía a una persona y podía predecir cuáles serían sus obstáculos o fortunas. Pero, entre las más curiosas formas de vaticinar, y la cual siempre me recordaba a… a Isabella, era que Marianne llegaba a escuchar voces que le transmitían determinados "mensajes".

Bajé la mirada inmediatamente y la desvié del rostro de sol de Marianne, quien jugaba con mis manos aún. Un recuerdo llegaba a mí mente.

"--Si me amas, aléjate de mí hasta que yo te busque. No me vigiles, no me rastrees, no me intentes localizar, te lo pido, no lo hagas. Yo sabré encontrarte llegado el tiempo".

Bella…

Solté maleducadamente a Marianne, para prevenir que aquel pensamiento atrajera un mensaje a su cabeza. Odiaba la posibilidad de conocer si… ella… Isabella iba o no a regresar.

Después de que Bella huyó, Alice fue la única mujer que aprobé para que se acercara a mí, pues, además de entendernos naturalmente, sin mayor cúmulo de explicaciones, siempre se mantuvo neutral frente a las actitudes de Bella, es decir, jamás la juzgó ni la maldijo, y muy a pesar de haberme visto tantas y tantas veces hundido en la terrible angustia de mis melancolías; sin embargo, honestamente, me sentí pésimo cuando descubrí todos los mal entendidos que tuvo que lidiar con Jasper, gracias a mí. Y creo que, analizando aquello con la cabeza fría, en gran parte, dicha razón fue la que me terminó de alejar de los Cullen y me lanzó de nueva cuenta a territorio italiano, con los Vulturis. ¡Cómo describirlo! No podía fracturar más a la familia, así que, antes de tomar una decisión, me senté a hablar con Jasper para que supiera y sintiera mi veracidad, nuestra verdad, pues Alice era tan importante para los dos, no de la misma forma, por supuesto, no obstante, no había necesidad de engañarlo, ella se había convertido en alguien muy influyente y necesaria para mi estabilidad emocional, ya que ni siquiera Esme, a quien por veces consideraba como mi madre, y me trataba con mucha benevolencia, consentí que se entrometiera en mi dolor, pues dentro de mí sabía que aumentaría el rencor que, desgraciadamente, y no nada más ella, sino gran parte de la familia, le guardaba a Mi Vida.

Fue una etapa muy difícil, de la cual he querido olvidarme. Porque, involuntariamente, Alice luchó por ayudarme hasta el grado de correr diez kilómetros lejos de mí cuando presentía que una premonición de… Bella le iba a cruzar por la cabeza. Por las razones previas, Alice y Marianne, compartían algo más que una coincidencia de don, pues, sin duda alguna, ambas podían llegar a convertirse en una molestia con su idéntica personalidad "animosa", sin embargo –tenía que aceptarlo— era casi imposible no sentir cariño por la luz que irradiaban. Siempre felices. Siempre positivas. Siempre…, incondicionalmente, a mi lado.

Otro suspiro.

--¿Nos vamos?—pregunté con cortesía pero el desanimo no era fácil de ocultar.

La vampiresa lo notó y actuó bajo su presentimiento. Se posó frente a mí, con el fuego ardiendo en sus pupilas carmín. Tomó sorpresivamente mi rostro entre sus manos. Su delicado cuerpo se tensó y comenzó hablar con una tenacidad irreconocible, al menos para su despreocupada personalidad.

--Déjame remplazarla.

¿Remplazarla? ¿Remplazar a Bella, había dicho? Mi rostro se desencajó. ¿Qué sintió en mí?

--Ella sólo te hace daño. Tira esto que te encadena al pasado. Limpia tu corazón. ¡Date la oportunidad de volver amar! O en su defecto, reconócete a través de esta oportunidad, por favor Edward, ¿cómo puedes estar tan seguro de que la amas si no pruebas encariñarte con otra?

--Marianne, tú no eres para mí.

--¿Cómo lo sabes? Tú lees mentes, yo soy quien tiene las visiones. No te estoy pidiendo nada a cambio —no contesté—. Sólo… déjame remplazarla.

Sugirió y enseguida uno de los momentos más tristes de mi existencia pasó cuando Marianne me besó.

¡Maldita culpa!

Era extraño besar otra boca porque no era la de… ella. Fue poco agradable por tener que continuar. Y devastadoramente depresivo, pues mientras besaba aquellos insaciables labios sólo pensaba en la forma en como nos devorábamos el tiempo y la vida Bella y yo. Esa manera de convertir un pequeño espacio en un universo privado nunca más la experimentaría… y gracias a Marianne lo sabía. No es que ella besara mal, de hecho me seducía magistralmente con sus besos, sin embargo no pude esquivar los deseos de mi cuerpo, mis manos y mi boca que reclamaban tocar a otra persona.

¡¿Qué debía hacer?! Esto era patético.

Se práctico—susurró el demonio en mi fuero interno.

Cerré los ojos para evadirme del monstruo que estaba tomando posesión y me conducía directo a concretar la peor de mis decisiones. El dolor me envenenaba despacio; Bella, sin duda, era el bien que me hacía mal.

Entre tanto, mi mente, confabulada con mi aterrador egoísmo, me transportó al mundo de mi imaginación, de mi cruel imaginación, pues sin cambiar de escena ni actores empecé a inventar que era a Mi Vida a quien besaría y sentiría… toda esta noche.

"Amarte a ti es un absurdo y lo sabemos

Y así será, mientras nos dure"

R. Arjona.


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Antes de que piensen que Edward se va "tirar" a Marianne, les quito esa idea... no lo hará. Es un caballero, ¿recuerdan? Lo único que va a ser es "salvarse", porque al vampiro lo desarmó el miedo a quedarse solo... él cree que va a pasar eso... Iluso.

¿Pero qué sería un final feliz sin un poco de dolor antes? ja ja ja.

Sin embargo, ¡Oh por Dios!, creo que voy a llorar T_T, ¡Qué destino tan mezquino! Snif, snif, pero es que todo es karma chicas, y hasta los inmortales les llega su hora de cobrar o pagar su cuota. Y si Bella tuvo su oportunidad, con su "amiguito" ¬¬ ... cuando Edward la dejó por sentirse peligroso, malo e insuficiente para ella... ¿por qué no habría de pasarle lo mismo a Edward? Sí, nenas, supérenlo, Edward ha aceptado "remplazar" a Bella T_T con ese beso. Obviamente no quiere a Marianne ni la décima parte que ama a Bells, se los aseguro, pero está siendo fuerte, la verdad ya se cansó de ser masoquista, además Bella le dijo en la llamada: "Nunca me olvides" ¿qué mierdas tiene en la cabeza esa mujer? Cualquiera se sentiría bateado para la eternidad con esas palabritas... Pobre Edward... de menos que le devuelva el anillo de compromiso. Lo bueno del caso es que ya es un Vulturi y puede mandar a matarla si no le regresa la joya de la familia, ja ja ja.

Nota importante e intencional: No describí a Marianne porque a mi parecer los gustos de Edward son muy exigentes -por no decir raros-, entonces era difícil imaginar qué tipo de vampiresa le hubiera atraído físicamente como para dejarla entrar a su existencia... se los dejo a su mente maqueavelica.

Ah... y para quién le quedó la duda, lo de Charlie se resuelve en el Epilogo con Bells. Aunque creo que ya es obvio.

Gracias por haberme regalado un poco de tu existencia.

Gracias por tus comentarios tan amables.

¡¡Gracias por leerme!!

Nos vemos en la próxima y última actualización.

Besos de miel, mua mua.

4 comentarios:

Beth Randall dijo...

a y suban el ultimo capìtulo pronto esta historia cada dia me ata mas hace mucho no encontraba nada tan bueno para leer espero ke miely la termine pronto y no se olvide de nosotras ke aki estamos siempre esperando para saber mas de su historia ........

Anónimo dijo...

INCREIBLE!!!...ya quiero leer el siguiente cap...

Anónimo dijo...

no no ke no se pase oie eso no es justo me chute la otra historia(pera mi gran gusto hermoza de verdad) esperando el epilogo de esta ke no sea asi melli cuanto tiempo nos va a dejar con la duda ke no sea asi y si dice ke bells se dio su tiempo con su amiguito kiere decir ke al final si van a estar juntos ke malas son de verdad heeee en fin ojala y no se tarde mucho en el epilogo y ya calmando mi bipolaridad el miercoles empieza la otra verdad? ha ke lindo ya la kiero empezar a leer grax a ti y a melli grax a ambas aaaadios

Anónimo dijo...

Ay vampiresas muchas gracias por sus comentarios tan bellos, que emoción T_T hasta me han hecho llorar. Prometo no tenerlas con la incógnita por mucho tiempo. Besotes. Las adoro.
Atte: Mieli