miércoles, 25 de noviembre de 2009

capitulo 10 "La llamada"

Nota 10: La musa rockera trae para Uds. las recomendaciones de la semana...Bleeding love de Leona Lewis, When you hurts me the most de Stream of pasion, What have you done? y Frozen de Whitin Temptation y por ultimo Never wanna see you cryde The Verve.



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10. La llamada

Bella POV

Mi mirada reflejaba resentimiento y denuncia. Y con toda lógica y razón humana, ¿cómo no quería que me ofendieran sus palabras? Nadie le pidió que se quedara a verificar mi salud, que armara todo este show para quedar bien o simplemente para mostrar su lastima por mí; debió haberse guardado ese comentario: “me veo obligado”. ¡Qué poco cortés! Por eso mi última declaración fue contundente. Sí, sobreviví a peores cosas sin él y no tenía por qué ocultarlo. Lo único que deseaba esconder frente a Edward era mi cobardía y mi debilidad ante su encanto, por eso debajo de la mesa apretaba con fuerza la diestra, para no claudicar en cualquier… ¡Qué diablos! Mis ojos casi se salen de sus cuencas, apreté los labios, mi cuerpo se tensó por el coraje y la impresión. ¡Edward estaba abandonando la mesa! Si la indignada era yo no él.

Bufé en cuanto lo vi salir del restaurante. De nuevo me abandonaba sin ninguna explicación y de la manera menos apropiada. La herida de antaño se desgarró, inmediatamente llevé mis manos a mi pecho y sin querer apreté más de la cuenta la siniestra. El dolor fue insoportable y todavía me atreví a sumarle el del esguince. Quería morir, morir de dolor y de desesperanza. ¿Cuándo acabaría mi mala racha? Las lágrimas se agolparon y no pude disimular mi sentir, pues el collarín me entorpecía los movimientos. Me costaba respirar, el hueco en el pecho parecía un hoyo negro, tragándose todo a su alrededor y dejando sólo la oscuridad.

Maldito pasado, primero vienes y te estampas en mi cara y ahora me hieres.

Las lágrimas resbalaban por mis pómulos con una trayectoria definida. Cerré mis ojos para evadirme del mundo, no quería ser parte de él si me lastimaba tanto. Sentí demasiado bochorno por el esfuerzo de llorar. Por dentro tenía el ácido carcomiendo mi corazón. Todo en mi vida era un asco: mi papá me odiaba, Jacob me odiaba, mi futuro apestaba, ¡yo me odiaba! Y ahora, el vampiro por el que tanto anhelaba también me odiaba. Respiré hondo, sollocé y apreté mis parpados.

--Tú no eres de las que lloran –murmuró y rozó mi mejilla caliente con su frío tacto.

Di un saltito en mi asiento y después abrí los ojos. Mis pestañas estaban húmedas a más no poder. Edward volvió a pasar su mano, pero esta vez del otro lado. Arrastró la silla a un lado de la mía, ya no enfrente como en un principio, sino a un costado de mí. Tomó una servilleta y envolvió algunos de sus dedos en ella, luego recorrió mi cara con ésta. Secó de mi cara las lágrimas, que derramé sin control, de una manera extremadamente tierna; jamás, y puedo jurarlo, había tenido un gesto tan delicado conmigo. Verlo tan de cerca y sentir sus manos demostrándome cariño me aturdió, me hizo olvidar que hasta hace unos momentos lloraba intensamente como la tormenta que me trajo a él.

--Eso es… cálmate Bella, no llores –dijo tranquilo—. Nadie ni nada se merece tus lágrimas –susurró y buscó mis ojos con su dorada mirada.

Con un movimiento suave de su mano retiró el cabello que me estorbaba en la cara, atorándolo detrás de mi oreja. Fijé mis ojos en su rostro. El silencio se prolongó un buen rato. Ambos necesitábamos reconocernos y la afonía de nuestras almas era el perfecto lenguaje.

Sabía que sufría, de alguna forma, por no escuchar mis pensamientos, pero también veía que gozaba de ese mutismo, pues, al igual que yo, teníamos rasgos en la cara que iban a decir más que mil palabras o pensamientos –en su caso—. Además reitero la idea original que nos mantenía sin conversación: “¿cómo se supone que se inicia una plática con tu ex?”.

Edward POV

¡Dios perdóname por lo que voy hacer!, pensé y me di la vuelta. Allá iba otra vez a desafiar a mi propia naturaleza. A ganarme mi bien merecido lugar en el infierno.

Antes de abrir la puerta del vestíbulo respiré hondo el aire de la calle y lo exhalé lentamente, quién sabe hasta qué hora podría volver a hacer uso de mi sentido olfativo. Entré al hotel y me dirigí a la entrada del restaurante. Pasé sin que me viera la hostess, ya bastante tenía por hoy con Jeniffer como para mediar los flirteos de esta mujer.

Me arrepentí tanto de haberme levantado de la mesa cuando vi a la distancia a Bella en pleno llanto; su acción me dejó pasmado, sin movimiento alguno, sólo observando sus reacciones. Intentando distinguir el origen de su pesar. Fue desagradable escuchar como no podía respirar y ver que sus pequeñas manos oprimían su pecho de esa forma obsesiva. Eso me recordó una hipótesis que formulé mientras que iba por su ropa: las cosas no andaban muy bien en su vida y huía de sus problemas.

En la charla que sostuvimos en la madrugada me dio a entender que su amado perro se molestó con ella, esa era una razón, pero no la única. No podía estar llorando así por un… por un niño, o quizá… yo no lo concebía suficiente. Cerró sus ojos dejándose sucumbir en la nada. Su cara tan angelical se sumergió en las oscuridades y se ensombreció. El dolor que la atenazó de momento me retorció mi fuero interno. ¡Cómo no iba a reconocer esa expresión! Si la experimenté en carne viva unos meses atrás.

La angustia por obtener el beneplácito de su voz pasó a segundo plano cuando vi lo frágil y susceptible de su personalidad aflorar en esas incesantes lágrimas. Con sigilo me acerqué a ella, cuidé que no la fuera a incomodar mi presencia. ¡Dios perdóname por lo que voy hacer!, pensé nuevamente yme incliné para tocar su tersa mejilla con mis dedos, en un intento de borrar aquella marca de dolor.

--Tú no eres de las que lloran –murmuré.

Bella se sobresaltó y abrió los ojos, tirando el manto de tinieblas que la envolvía; era mágica, con una inocencia bendita aún a flor piel. En seguida, pasé mi mano por su pómulo derecho para quitarle las lágrimas restantes. No opuso resistencia, era buena señal, al menos no me volvería a ignorar como en las horas anteriores.

Alcancé la silla donde me había sentado y la coloqué a un costado de ella. Necesitaba estar apoyándola en ese instante y supuse, por los pensamientos que he escuchado durante casi un siglo, que requería de acercamiento. Lo menos que le beneficiaba era la soledad o la distancia si se hallaba vulnerable. Me senté con la expectativa de conducir favorablemente su estado de ánimo a uno más sosegado; podía, si quería, utilizar los dones que mi naturaleza me dotaba, pero era muy pronto mejor simple y sencillamente me acomodé a un lado de ella.

Observé la mesa y una servilleta llamó mi atención. Quería hacerlo… pero ¿si a ella le parecía atrevido? Me mofé de mí mismo por dudar tanto mis acciones. Al fin y al cabo, ¡ya qué más podía perder! Si ya la había perdido a ella… así que si ésta era la última ocasión que la veía tan cerca, ¿por qué no tener un poco de delicadeza con Bella?

Aquí vamos…, pensé y rescaté la servilleta del servidor, la desdoblé para poder acomodarla entre mis dedos y me aproximé a su carita. Decidí que mi actitud sería lo más natural posible, pero al percibirla a centímetros, y sin las barreras que habíamos construido para protegernos de este encuentro, la ternura y el cariño se me desbordaron de cada nervio de mi cuerpo, lo que ocasionó que fuera más despacio el movimiento de mi mano y alargara la tarea. Secarle los rastros de las heridas que su alma dejaba con cada gota que derramaban sus ojos infinitos me parecía redentora.

Sin pretenderlo conscientemente la guié a hipnotizarse por el influjo del veneno vampírico, pero no me arrepentí, pues dejó de sollozar y se normalizó su respiración.

--Eso es… cálmate Bella, no llores –dije tranquilo—. Nadie ni nada se merece tus lágrimas –declaré y busqué su profunda mirada chocolate.

Un mechón de su cabello le estorbaba en su dulce rostro y no quería que nada se interpusiera entre nosotros, al menos por esos minutos… Con mi mano retiré ese estorbo, además que sirvió como pretexto para volver a sentir su tibia piel. Adapté la forma del mechón a su cabeza y lo sujeté detrás de su oreja con el objetivo de no volverlo a ver cerca de los ojos de mi razón de existir.

Regresé a tomar posesión de la mirada de Bella, quien ya fijaba su atención en mí. Fue muy fácil apartar al mundo que nos rodeaba de ahí. Concentrarme en mi ex novia y en aquel pedazo de cielo retorcía cualquier ley de gravedad, porque nos atraíamos vertiginosamente y sin limites. Para bien… para mal… o quizá para irse de mí.

La paz que reinaba, a todo lo ancho, por ese silencio, ponderó la sensación de añoranza, pues con ella –debía admitirlo— hasta en eso era única para mi existencia; con Bella descansaba y hallaba mi refugio del viciado mundo de los humanos. Ya no me importaba si no me decía qué pensaba, ni si me iba a hablar, con que me permitiera verme reflejado en sus pupilas era, por mucho, la mejor de las satisfacciones. El presente no existía en ese gesto; Mi Vida no se había ido con un lobo y yo nunca fui cobarde. Los dos estábamos mirándonos como siempre, en su habitación, nuestro amor no se había transformado en mimos para un cachorro y ella seguía amándome como hasta hace un año.

El pensar en Bella así me inventaba una felicidad embriagante, pero verla enfrente de mí me enloquecía. Debía de contenerme tanto para no abrazarla. Olvidé hasta el veneno que constantemente se juntaba en mi garganta. Estaba irremediablemente enamorado de ella. Humana o no… Bella era… Era Mi Vida.

El pertinente mesero se acercaba peligrosamente a destruir la burbuja que Bella y yo estábamos gozando. Así que en cuanto escuché sus comunes pensamientos me aparte lenta y pausadamente de Bella. Le rocé una vez más la mejilla y le regalé una media sonrisa. Era un tramposo, pero sabía que eso la distraería en lo que el joven llegaba a pedir la orden. Y así fue, Mi Vida tuvo una aceleración descomunal en su corazón, de antemano no esperaba que fuera una reacción a mi favor, mas apostaba a que estaba confundida con mis estados de ánimo tan cambiantes.

--Buen día ¿están listos para ordenar? –dijo sin el menor atisbo de educación.

--Sí –dije y fui interrumpido velozmente por Bella.

--Noooo –respondió agresiva y giró para verme—Típico en nosotros, tú dices sí, yo no y viceversa –reclamó feroz e hizo un puchero.

Volvió a virar, pero ahora en dirección al mesero.

–Él paga –refunfuñó y apretó los labios.

--¿Tienen servicio a la habitación? –pregunté tratando de ignorar la reacción de Bella.

--Sí, claro, de hecho puede pedir la orden aquí o hacerlo desde su habitación –dijo el interpelado.

--Perfecto. Muchas gracias; pediremos desde el cuarto –me levanté de la silla, tomando la mano derecha de Bella para incitarla a pararse y acompañarme sin berrinche alguno.

Su cara decía muchas más cosas de las que estaba dispuesto a leer. Cuando estuvimos en la salida del restaurante, en el lobby del hotel, la solté y volteé a enfrentarme con lo que me tuviera preparado.

--¿Habitación? –arqueó una ceja.

--¿Te negarás? –cuestioné burlonamente—. Yo pago –arremetí molesto. Era la oportunidad exacta para evidenciar el comentario de mal gusto que había hecho minutos atrás—O es quizá que ahora sólo te dejas consentir por enormes perros…

--¿Eh? –entrecerró los ojos queriendo entender mi chiste privado.

Estaba descifrando el significado de mis palabras cuando las puertas del elevador se abrieron y de repente la empujé adentro de éste. De todas maneras se iba a negar y yo la terminaría llevando. Entonces, ¡cuál sería la gran diferencia!

Bella POV

Literalmente me jaló hasta un cuarto, del cual ya tenía la llave. Embustero, pensé con alegría porque de una u otra manera se encargaba de mí.

Pues bien, allí estaba yo, sentada como una niña esperando a que le dijeran que ya era hora de marcharse. Maravillada de todo lo que él había hecho por mí, ya que mis pertenencias, es decir: mi mochila y el casco de protección para la moto estaban acomodados en uno de los sillones de la habitación.

Me invitó, con esa cortesía de los años de mi abuelita, a tomar asiento, mientras él pedía quién sabe cuánto en alimentos y bebidas que no consumiría.

Observé cada detalle de la estancia de ese enorme cuarto porque sencillamente era una delicia ver esos acabados del siglo XIX. La puertecilla que daba paso al balcón estaba preciosa, era de madera y estaba pintada de blanco, los grabados que la adornaban eran de tono dorado, y al parecer se abría en dos. Alrededor eran todos los tonos parecidos a ese peculiar mueble. Por mi parte, el dorado estaba genial. Había rosas blancas adornando una mesita de centro.

Edward se encontraba en la otra habitación. Me encantaba ser atendida tan minuciosamente por él, a decir verdad, si Edward no me hubiera jalado hasta acá yo hubiera venido por mi propia voluntad; porque después del mágico cruce de miradas, necesitaba preguntarle algunas cositas, pero al parecer su plan iba en grande, pues desde antes apartó el cuarto y ahora se disponía a darme un banquete.

Me levanté del sillón y fui a revisar mi mochila. Lo primero que salió a luz fue mi celular.

¡Jake! –me preocupé.

Al instante prendí el celular, necesitaba que no se alarmara por mí o de lo contrario saldría a olfatear mi aroma y llegaría hasta aquí. Un escalofrío invadió todo mi cuerpo al recordar al lobo cobrizo saltar encima de mí ¡por el mínimo olor de unas fotografías! Jamás entendería razones al ver a Cullen conmigo; pensaría que escapé para verlo y se pondría furioso. ¡Lo mataría!

¡Oh por Dios, la ropa!

Ahora sí estaba metida en líos. Porque indudablemente el olor a vampiro iba a estar adherido a mí como la piel misma, y sin contar las veces que ya me había dejado tocar por Cullen.

Tranquilízate Bella, cálmate, no pasa nada—dije para mis adentros—. Antes de regresar a Forks pasas a una tienda de ropa y te compras un nuevo vestuario…

Mi mente decía eso y con justa lógica, pero mi instinto me decía que no sería suficiente y que los problemas con Jacob aumentarían considerablemente. Como por telepatía o quizá conexión extrasensorial, el celular empezó a vibrar y me asustó muchísimo, mas no hice ruido ni movimiento, sólo mi corazón podría delatarme ante Cullen.

¿Le contesto o no?, pensé desatinadamente por la premura de hacerme de una buena excusa para justificar mi salida, mi estancia y mi negativa por la ayuda que me iba a ofrecer. ¡Diablos Bella, se valiente! Respiré hondo y contesté con titubeo.

--Hola.

--Bella, ¡gracias a Dios! ¿Dónde estás? –dijo entusiasmado al escuchar mi voz.

Fruncí el ceño y me giré para sentarme en sillón, pero no pude concretar mi acción porque me espantó la presencia de Cullen, quien se hallaba recargado en el umbral de la puerta que daba al dormitorio. Me observaba con cautela sin igual, ¿desde cuándo? No lo sé, pero me avergoncé. Le vi dos segundos los ojos y luego bajé la mirada. Respiré profundo, los nervios por el presente y por la reacción de mi novio me encaminaron a tomar la decisión de salirme del cuarto. El balcón era la perfecta opción. Así que me encaminé para allá.

--Permíteme un segundo –pedí con un tono de voz que asemejara tranquilidad.

Me di la vuelta sin ver a Cullen y abrí la preciosa puerta del balcón y me escabullí, no sin antes volver a cerrar. Era absurdo, lo sabía, ya que aún existiendo veinte puertas de por medio, él me escucharía casi como si estuviera a su lado. Esperaba no decir algo que me delatara, que diera indicios de mi compromiso con otra persona. ¡Más absurdo!, sí, sí, pero no quería perderme la oportunidad de volver a sentir que, tal vez, a Edward le interesaba.

--Antes de cualquier cosa: lo siento, estoy doblemente apenada contigo, discúlpame –supliqué mientras me recargaba en el barandal—. Como ya has de saber, me peleé con Charlie, no pensé con coherencia y todo fue tan rápido que yo…

Interrumpió mi discurso.

--Respira Bella, no hace falta que me pidas disculpas –hizo una pausa para bajar su tono de voz—. Me tenías muy preocupado, ¿dónde estás?

--En Kalaloch. Pero te voy a pedir que no le vayas a decir a Charlie, no quiero un convoy entrando en mi búsqueda –murmuré, pretendí que cierto vampiro no se enterara de aquello.

--Está bien, por eso no te preocupes –dijo tratando de calmar mi angustia. Mi Jake era tan bueno. No lo merecía.

--Gracias.

--¡Sí que llegaste lejos mujer! Me da gusto que puedas tomar un teléfono en tus manos –se burló estúpidamente, pues si hubiera sabido que sólo con una mano podía, no estaría tan contento— ¿Cuál es el siguiente paso para concretar tu rebeldía?

--Muy gracioso, si supieras lo que me llevó a hacer esto no te reirías –lo regañé y también le eché la indirecta del verdadero problema que me llevó a huir de casa.

--Ya, ya –utilizó su tono de aburrimiento más común para hacerse el desinteresado—, el oficial Charlie me hizo el mismo comentario, me imagino que tuve un poco que ver en ello, ya después me contarás con detalle, mejor dime: ¿quieres que vaya para allá?

Upssss. Perdóname por lo que te voy hacer cariño, pensé y me lancé a destruirle más el corazón.

--¡NO! –Exclamé, subiendo dos decibeles el tono de mi voz, que hasta ese momento era como un susurro--. No es la mejor idea. Es que... –vacilé y me arrojé al mar de las mentiras. Al paso que iba esto se convertiría en océano—Charlie te seguiría.

--Cálmate, cálmate, no podría. A menos de que siguiera a un enorme lobo, y con la velocidad que tiene su patrulla, dudo mucho que me mantuviera el paso –se rió, la parecer se lo tomó con mucho regocijo.

--¿Lobo? –dije dubitativa—mmmm ¿Un enorme lobo? –musité, pero en realidad mi mente divagaba en la analogía entre el lobo y… el “enorme perro”.

¡N-O P-U-E-D-E S-E-R! Edward lo sabía, pero ¿cómo? Estaba anonadada por el descubrimiento cuando Jake siguió.

--Sí, un lobo ¿Bella qué pasa?, ¿acaso te golpeaste con algo y sufres de amnesia temporal?

--Ay no, perdón, deducía algo –dije apenada—. Como sea, escúchame: te pido que me des un poco de crédito, un poco de confianza –reclamé—, ¿quieres?

--S-Sí, aunque te pediría que fueras al grano, me empiezas a asustar, ¿qué sucede? –sonó realmente confuso y con cierta molestia.

--Nada, no sucede nada, sólo… necesito estar sola un rato más –mentí. Pasaba tanto…—, por eso te pido que no vengas, aún. Te juro que en cuanto me decida a regresar, te marco. No me va a pasar nada –cerré mis ojos para no darme cuenta de lo que estaba haciéndole a Jacob.

--Ok, confío en ti, sin embargo quiero que sepas que te escucho rara, sé que tienes algo más pero no me meteré si no me lo quieres contar; así que hagamos lo que la señorita quiere –reclamó enojado y con mucha razón—. Cuando te decidas a volver me marcas. Estoy exhausto de preocuparme por ti en vano–dijo desilusionado, lastimándome a grandes escalas--. Cuídate.

Y como era de esperarse, me colgó súbitamente. Me quedé ahí un rato más con el celular en la mano. Pensé en el dolor que Jake trató de disimular la noche anterior. Su frustración se me venía encima y me cortaba en pedazos el corazón. Pensaba… veía… sentía y quería a Jacob Black, pero me hallaba locamente enamorada de su rival.

Llené mis pulmones de aire y levanté el rostro, vi por primera vez lo que rodeaba al hotel, que no era más que el panorama hacia la playa de Kalaloch. Exhalé y ansié liberar con ese gesto la culpa que me consumía por estar deseosa de entrar a ese cuarto, cuando a kilómetros mi “alma gemela” sufría por mí.

Edward POV

¡Maldito perro con pretensiones!

Me decepcionaba haber tenido siquiera expectativas positivas para el niño. La escueta declaración: “Estoy exhausto de preocuparme por ti en vano”, denotaba que Jacob no tenía perseverancia ni la pasión suficiente en sus venas; lo convertía en un ser débil al lado mío y más valía que muriera como todos los de su especie en Europa… a manos mías y con muchísimo dolor.

¿Torturarlo, decapitarlo o sanguinariamente asesinarlo? Cuál sería…

1 comentario:

L¡l¡ dijo...

Awg :D me encanta este capitulo…
Es romantico lo que pasa entre bella y edward

Sigue escribiendo asi.. :D

muax
cuidate