miércoles, 30 de diciembre de 2009

capitulo 21 "destruccion"

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN.**

Nota 21: La musa rockera recomienda Tú me matas de Anabantha y Stay whit me de Clint Mansell.

¡QUÉ COMIENCE LA MAGIA!


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Jacob Black Pictures, Images and Photos

21. Destrucción

“Pido a tu lecho el pesado sueño sin fantasmas
deslizándose a través de las cortinas ignoradas del remordimiento,
que tú puedes saborear después de tus negras mentiras.
Tú que sobre la nada sabes más que los muertos”

Stéphan Mellarmé (Angustias).

Bella POV

Jacob…

El pulso detuvo momentáneamente a la sangre que corría por la más minúscula de mis venas; escuché el latido mudo de mi corazón en la parte posterior de mis orejas, caliente, muy caliente y retumbante; un vértigo agudo punzó en mi estómago y, a punto de estallar en ansiedad, transmitió un sudor frío a lo largo de mi columna vertebral y mi cuello, pues detrás, a mis espaldas y a unos cuantos metros de distancia, se hallaba el potencial hombre – lobo, exigiendo con extrema cólera una respuesta inmediata que tardó lo que parecía una eternidad en llegar.

--N… no… no está aquí –tartamudeé y él gruñó.

Vi fijamente hacia mi puerta, examinando las posibilidades en caso de requerir escapar.

Diablos, ¡Charlie! La idea asaltó a mi mente engrandeciendo mis ojos como si fueran bombas atómicas en plena explosión. Un intenso dolor en la nuca me despabiló de mi inmutación; sentía como si dos clavos intentaran perforar mi cuello y entonces ocurrió:

Cálmate, tranquilízate Bella, quédate muy quieta, dijo la aterciopelada voz de Edward con un tono de aviso inexplicable.

Mi corazón se acongojó al escucharlo proferir la advertencia y mis manos reaccionaron contrariamente a su mandato, cerrándose con tal fuerza que percibí el hiriente filo de mis uñas al encajarse con las palmas.

Mi mente se estaba encargando de jugar, en los instantes menos apropiados, a la maga y por ende más allá de consolarme me alarmó. ¿Y si ocasionaba encapsularlo como a Tanya? ¿Qué vería Jacob?

¡A Edward!

Respira, exigió mi amante ausente cuando mi psique se angustió y engarrotó hasta el último de los músculos.

Respiré como Edward me pidió. La posible reacción que pudieran presentar Jacob o mi neófito don tenían jerarquía como principales problemas. ¡Qué momento tan indicado para descubrir que la activación de la voz continuaba siendo la misma que en el pasado!

Llené mis piernas de fuerza, con el propósito de levantarme y salir de ahí lo antes posible, sin embargo me acobardé a realizar cualquier otra opción, que pudiera estar intentando, al percibir como flaqueaban éstas al llegar a mis oídos las palabras de Jacob.

--¡Eso es más que obvio! ¿¡Me crees tan estúpido!?

Vuelve a respirar Bella. Contrólate, insistió el Edward de mi mente.

--Repito: ¿Dónde está el repugnante vampiro? –cuestiono con lentitud, expulsando el odio en cada sonido de su voz y logrando con ello estremecerme por dentro.

--En Europa –musité con esfuerzo.

--¡Ves! –Exclamó burlón– El chupasangre no tiene consideración contigo. Juega a diestra y siniestra. No le importas –escupió con la soberbia de una victoria que no era cierta.

¿Le respondía como se merecía o continuaba en silencio? Porque por una parte él me llevaba de la mano para lastimarlo y por otra, más egoísta, el guardar silencio nos mantendría seguros a mi padre y a mí; no había realmente dos opciones. Callé.

Mordí mi labio y con la lengua acaricié la cicatriz por donde se había introducido el veneno de Edward, esperando me diera la fuerza suficiente para pasar el mal momento. Cerré mis ojos y escuché el hiriente comentario que seguía, de la persona que alguna vez había sido la más importante en mi vida.

--Me pregunto ¿ahora quién será el idiota que se atreverá a sacarte del hoyo en el que te ahogarás?

Abrí mis ojos y fruncí el ceño; no lo podía creer. ¿Qué había dicho? ¡Me estaba echando en cara su decisión!

Sin premeditación ni reflexión giré mi torso para poderle ver, entre las luces de la oscura noche y el misticismo de las sombras, sus ojos enfebrecidos, lo cuales se convirtieron en devastadoras y mortales armas contra mí.

De aquella amistad de antaño ya no quedaba ni pizca y del amor adolescente que nos habíamos regalado una vez, como pareja, menos; la clara evidencia era su alma enfurecida.

--¿¡Cómo te atreviste Bella!? –Musitó echándome en cara todo su rencor– ¡Apestas a él por doquier!

--Jacob, márchate –dije mientras movía mi cabeza en señal de negación—. Tú y yo ya no andamos. Gracias por ahorrarme el irte a buscar.

Un gruñido emanó de su pecho y las convulsiones se presentaban en pequeños saltos de su cuello y sus enormes brazos.

Aléjate de él, demandó la voz en mi cabeza.

--¡Qué! ¡Él está aquí!—dijo en un tono más elevado—Lo acabo de escuchar Bella, ¡¿dónde está?!

Oh no… por todos los cielos. No.

Una adrenalina espantosa se inyectó en mis adormecidos músculos y me levanté de sopetón. Mi cara reflejó el espanto que debería –por lo que yo sabía—y Jacob se acercó a mí, me tomó por los hombros de manera descomunal y reclamó justicia al sentirse traicionado.

--O me lo dices por las buenas o hago que salga por las malas. Tú decides.

--¡Él no está aquí! Suéltame Jacob.

Sus manos estrangulaban la circulación de mis brazos y por esfuerzos que hacía para liberarme, más dolor me causaba en mis hombros la presión.

--Lo escuché nítidamente y tu cara me dice lo contrario a tus palabras –acusó enfurecido.

--Suéltame me estás lastimando. Entiéndelo, él no está aquí.

--No te creo –alzó un decibel su voz.

--Cállate, te va a escuchar Charlie –requerí molesta al no obtener que me soltara— ¿A qué has venido? Ya te dije que él no…

De repente olfateó a ambos lados de mis hombros y arrugó la nariz con un severo gesto de enojo.

De un jalón estruendoso, rompió mi blusa y mi sostén en dos, luego se llevó los objetos a su cara para olerlos de cerca como si fuese a encontrar una pista en estos. Con mis brazos cubrí en un santiamén mis pechos desnudos mientras unas lágrimas de rabia comenzaron a brotar.

Me quedé pasmada, inmóvil, por la reacción violenta, no le podía decir nada, no podía moverme, y la razón estaba en mi mente, en la reproducción inmediata de mi más profundo trauma: la noche del abuso, con las sensaciones de posesión y de animalización que envolvieron a Jacob.

Mi corazón se aceleró y un frió avasallador acarició desagradablemente mi cuerpo, venía de la ventana abierta, algo malo iba a ocurrir, lo presentía. Y en eso la voz de mi verdugo…

--Quítate la ropa.

--¿Qué? –pregunté atemorizada. ¿Esto no podía ser en serio?

--¡Que te quites la ropa!

--No Jacob. ¡Márchate! –mascullé y carraspeé mi garganta al finalizar. Inexplicablemente los sonidos salían cortados y por mucho: débiles.

--Ves, no te quiere en lo más mínimo. ¿Cómo es posible que permita que te trate así la sanguijuela? ¡Sal de tu escondite inmunda bestia!

--Idiota –tosí—, él no está aquí. ¡Ahora lárgate! –exigí con lo poco que quedaba de voz.

--Sal, cobarde vampiro –me empujó hacia atrás y miró directamente a mi abdomen bajo.

--Déjame en paz, ¡vete! –la voz sonó tan pastosa que asemejaba a estar enferma. ¿Qué ocurría? ¡Por qué mi mente me traicionaba así!

Me di la media vuelta para que no me observara; rápida y veloz jalé la colcha de mi cama para cubrir mi cuerpo entero. Lo peor es que aún mi cabeza enviaba las imágenes de aquel mal momento a mi realidad, originando que las emociones me acorralaran en mis propias trampas. Era como si mis sensaciones se estuvieran envolviendo en el pasado y rasgaran mi piel, garras filosas destruyendo con sus incisiones el control de mi ser.

--Jacob has el favor de marcharte en este preciso momento –declaré con el poco coraje que me quedaba antes de caer en ese abismo.

Viré nuevamente para verle y enfatizar mi molestia, pero cuando me percaté de lo que traía en las manos no pude contenerme, la cazadora de Edward estaba siendo manoseada por él.

--¡Deja eso, te lo exijo! –finalicé y tosí.

--Así que esto es de él, por eso huele así tu recamara. ¡Qué romántico! ¿Y dónde están las fotos?

--No te importa y suelta eso, e… es mío.

--No. No lo voy a dejar. Tú me arrebataste mi corazón, mis ilusiones y mi tranquilidad; esto es el mínimo tributo que puedes pagar por la ofensa. Él es lo siguiente que te quitaré. No voy a permitir que ese muerto arruine tu vida. Estás en un error.

--¡Tú eres quien arruina mi vida ahora! –dije como pude, ambicionado que la voz me saliera disparada, y casi lo lograba.

Mas no me hizo caso por estar hurgando en la chamarra de Edward.

--Mira nada más… ¿qué es esto? –cuestionó ironizando el hallazgo.

Intenté quitarle de las manos la carta, a tal grado que no me importó que la cobija se resbalara de mi cuerpo, sin embargo al caerse ésta me sentí desprotegida, indefensa. Por su altura y su fuerza desmedida no logré obtener mi preciado tesoro.

Como si fuera una pluma o cualquier hoja pululando en el viento me hizo a un lado y desdobló la carta.

--Dámela, es mía –rogué con desesperación, golpeándolo en el pecho, a él pareció no importarle.

--“Mi Vida: –cambió su tono a uno sumamente satírico e hiriente— Te veo frágilmente dormida –hizo una pausa y en cuanto reanudó su voz dejó de sonar irónica—entre las bellas luces nocturnas que cubren el milagro de tu precioso rostro y supongo cruelmente la turbación que las próximas noches traerá el desasosiego al brillo de tu alma tranquila…” –interrumpió la lectura y comprimió el papel en uno de sus puños— Él te escribió esto…

--Regrésamela –exigí con el llanto desbordándose por mis ojos.

--¿Por qué Bella? ¡Por qué lo hiciste! ¿Por qué te acostaste con él? –preguntó con un dolor en la voz que igualmente pasé inadvertido.

--Devuélveme mi carta –chillé con furia y di unos saltos para alcanzar la mano en donde la tenía.

--Soy un imbécil. Creí que esa carta se la habías escrito tú. ¡Cómo pudiste acostarte con él! Pensé que eso sería lo único… –movió su cabeza y bajó la mirada— ¡Qué tarado soy! Me acabas de matar Bella.

El hecho de que me estuviera colisionando por dentro no me impidió sobresaltarme ante su decreto.

¿¡Yo lo acababa de matar!?

No.

El amor mata, no yo. Y eso lo sabía como si fuera mi mismo nombre: “El amor concede a los demás el poder de destruirte” (MEYER, 2008). Recuerdo haberlo repetido incontable número de veces desde que Edward me abandonó; lo terriblemente catastrófico es que Jacob había sido su víctima esta vez y sufría de los estragos que el amor apasionado, loco y desmedido causaba en la salud de las personas.

¿Por qué quienes amamos con toda el alma tenemos que ser lastimados de una u otra forma? ¿El ser vampiro te daba ese privilegio? O ¿Acaso el amor no era para los mortales?

Tantas preguntas sin respuestas y enfrente de mí un amante sediento de ellas. De alguna forma macabra me alborocé por su sufrimiento, él me hizo un daño irreparable yo…

--¿Yo? Jacob, perdón, pero no. Yo no te maté, te mataste solo.

En mi interior algo pequeñito se removió en reacción al dolor que mi ex novio irradió en su gesto, causado que me viera reflejada en él, hace exactamente un año, después de que el engaño del amor de mi vida me dejara a la deriva. Observé desde el otro lado del río como se desquebrajaba en mil pedazos. Y no es que a Jacob no lo hubiese amado, lo hice, pero simple: Amaba más a Edward.

Quizá la culpa debería de hacerme añicos por la razón correcta, pero no. Sí, lo había traicionado y lo que él vivía era culpa mía, mas quién sabe… las cosas pasan por algo.

¡Qué justificación tan mediocre! Pero si él no… Respiré hondo mientras Jacob se recomponía.

--Te volviste tan cruel Isabella… No te reconozco. Él te hizo daño, te abandonó y lo vuelve a hacer y tú… tú lo prefieres a él.

No conteste. Eso era cierto y lo peor es que lo perdonaría así me lo hiciera diez mil veces más.

En esta vida anormal, que llevaba a cuestas, se perfilaba una realidad multifacética, en donde el perfecto acoplamiento que teníamos Jacob y yo –o al menos hasta antes de aquella brutal noche—se veía derrocado inevitablemente por Edward, como si nuestro endeble amor hubiera sido siempre un rey en pleno jaque mate.

Entonces ¿quién o qué era lo que me llenaba de culpa? ¿Mi bebé?

IMPOSIBLE.

--Lo siento –musité con dificultad.

--Sí, lo sé y también sé que te vas arrepentir; pues inconscientemente sabes que yo sí vivía para adorarte, con todo y mis estúpidos arranques de licántropo, pero no podrás dudar nunca que yo sí viví para ti.

“Mas ahora tú has decidido que vivirás para él y te lastimará como me estás dañando a mí... Y lo peor es que al paso que vas no me extrañaría que fuera eternamente”.

¿Cómo se atrevía a decir que me arrepentiría cuando él hubiera hecho lo mismo por mí?

--Jacob ésta es mi decisión.

--No la apruebo.

A pesar de su negativa su actitud estaba más sosegada y propiciaba a que no forzara tanto mi enclenque voz.

--Ya no es asunto tuyo. Desde hoy –tosí nuevamente— nuestros destinos ya no estarán unidos.

--¿Por qué me dijiste que me amabas?, ¿tienes idea de cuántos planes arruinaste Bella?, ¿te preocupé en algún momento de tu idilio? Respóndeme, porque de otra manera no encuentro lógica en todo esto. ¿Acaso no recuerdas lo que se siente que te rompan el corazón y quedarte con miles de preguntas en el interior?

En el instante en que le iba contestar, varias pisadas se hicieron audibles, provenían del pasillo, era Charlie. ¡Bendito mi padre por salvarme!

--Jacob, ¡márchate ya! –mascullé aliviada y recogí la cobija del suelo para cubrirme.

--No… estaré aquí afuera.

--No me metas en problemas. ¡Vete!

En silencio se escabulló por mi ventana, rogué en mi fuero interno porque no fuera terco y no insistiera en regresar.

Me acosté ipso facto en la cama, no sin antes mirar el reloj del celular, el cual estaba en la mesita de noche, eran las cuatro y media de la mañana, muy temprano para Charlie, ¿nos habría escuchado?

A los pocos segundos de ver la hora, mi padre entró en la habitación y yo fingí estar dormida.

--¿Bella?

Proferí un sonido sordo, mi garganta no se encontraba en condiciones para hablarle y además se suponía que estaba dormida, ¿no?

--Hija, me llamaron de la comisaría, hay una emergencia y tengo que irme. Nos vemos en la noche.

--Ajá –dije como quien responde entre sueños.

Me besó en la frente y se dirigió a la ventana. ¡Diablos! Se me había olvidado con las prisas.

--Te va a ser daño, está helando allá afuera—regañó y cerró la ventana—. Me voy. Ten buen día.

Salió de la recamara haciendo un montón de ruido, o tal vez ya me había acostumbrado a los suaves y delicados movimientos de mi nueva familia política que Charlie me pareció estruendoso hasta para abrir una puerta.

El silencio reino en mi hogar. Inhalé profundamente y cuando me iba a relajar una imagen aterrizó de golpe: mi carta.

Me incorporé de sopetón y busqué en el piso de mi cuarto. No apareció. Se la había llevado.

¡A ti de qué te va a servir!, pensé y suspiré desconsolada.

Fui a mi closet para tomar una sudadera y mientras la metía por mi cuello, un agresivo golpe abrió mi ventana, quitándome el poco equilibrio que tenía, soltando a lo largo y ancho de mi cuerpo un sentimiento de miedo insoportable.

--¿Te vas a casar con él? –Preguntó encolerizado Jacob y aventó el papel robado directamente a mi pecho— ¡Qué te pasa! ¿Así tan fácil es cambiar a una persona por otra? Realmente qué fui para ti Isabella… ¡Respóndeme! –exigió y se convulsionó casi al instante.

¡Corre Bella!, gritó la voz aterciopelada de Edward.

Sin sentir el movimiento de mis piernas, como en esos sueños en los que sabes que tienes que aumentar la velocidad y sin embargo no corres lo suficiente, de esa misma manera percibí mis extremidades inferiores: lentas, torpes y poco astutas. No dejé perder más tiempo y abrí la puerta de mi cuarto, enseguida bajé lo más rápido posible mis escaleras, saltado incluso algunos escalones. Mi corazón se aceleró por la adrenalina, mis ojos veían lo que podían, pero nada más. Todo estaba oscuro y aumentaba la posibilidad de tropezar con las cosas, pero mi instinto de supervivencia por primera vez no me traicionaba. Pasé por entre los muebles y esquivé los tapetes y filos de las paredes.

De repente escuché un gruñido y por culpa de éste casi resbalo del miedo, venía detrás de mí, dando zancadas más grandes que las mías.

Salí por la puerta trasera para poder tomar las llaves de la motocicleta, era mi única salvación, mas cuando me acerqué a ésta, Jacob ya estaba ahí.

Trague saliva y me di la media vuelta, con el propósito de correr de regresó a mi casa.

--¿Me tienes miedo Bella? –cuestionó y gire para verle, después alzó la moto para enfatizar su fuerza y la aventó hacia el bosque.

Mis ojos siguieron el trayecto del vehículo y observaron como se destrozaba mi única esperanza.

--Lo voy a matar –declaró arrogante y rabioso—. Te robó de mi lado, se acostó contigo e intenta transformarte en uno de ellos. ¿Tú crees que no voy a matarlo?

--¡No!

--¿No? y ¿quién me lo va impedir? –retorció su cuello por el espasmo que recibió de sus adentros.

--¡Yo! Entiéndelo, yo decidí besarlo, yo decidí acostarme con él y yo decidí casarme con Edward. ¡No te amo Jacob Black!

Escupí todo aquello sin pensar en las consecuencias, por eso en cuanto vi como sus ojos se iban turbando di pasos hacia atrás, guiándome por el pánico de la escena.

Un impulso maldito, una acción inocente y un esfuerzo mediocre por razonar con un hombre celoso produjeron el apocalipsis.

Como si fuera una fiera, se abalanzó contra mí, tirándome al lodo, al pasto húmedo del bosque, convirtiendo mi miedo en un déjà vu con escenario distinto.

El infierno ardía por fin muy cerca de mí.

Mi cabeza, o más bien mi don, perdió el control de la situación, de la realidad, y se convirtió en un desintegrador de recuerdos. La paranoia estaba formándose en mi ser, lo sentía, con cada gota que tocaba mi cuerpo, con cada prenda que me era arrancada… con cada zarpada que recibía… una imagen se escurría de aquella amistad que creé con Jacob Black. Ahí, en el suelo, sólo escuchaba como se rompían mis más preciados recuerdos como las burbujas de Tanya en la carretera de Denali… y quizá con un poco de morbosidad, oí desgarrarse mi piel al contacto de los dientes y pezuñas del animal.

Giré mi rostro a un lado, cubriéndolo con mis brazos, para no observar el espectáculo carmesí que se formaba alrededor de mí, sentir las heridas ya era inmensamente suficiente. El calor de la sangre era como una fina cobija mortuoria.

Por mis ojos se desaparecieran o se evaporaran lágrimas que en el ese pedazo de bosque, en ese pedazo de infierno no significaban nada para el hombre que coexistía dentro de ese lobo.

Sabía que moría aquí… amando… deseando… esperando… gerundios inacabados.

El excelente amigo, ese sol de repuesto… mi puerto seguro, pasaba a ser hoy el más vacío de mis recuerdos, el más odiado de mis presentes y el causante del futuro que nunca viviría.

El amor mata, destruye, enloquece… ¿por qué entonces existe el amor?

Mi alma sollozó de tristeza y mi corazón se congeló: Mi bebé estaba muriendo al igual que yo.

Edward… perdóname…

Exhalé por última vez, el aire de aquel mundo vivo.



Después la oscuridad.
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Mil gracias por las nuevas lectoras que me han dejado sus interesantes mensajes y Espero que este capítulo haya alcanzado las expectativas que tenían algunas...

Respondo abiertamente una pregunta o quizá un comentario que me hizo una lectora hermosa "¿Cómo es que Alice ve a Renesmee?" Bueno para empezar, no soy Meyer y lo dije desde el primer cap, entonces no pretendo seguir al pie del cañón los cánones de sus personajes, y segundo y más importante: Bella tiene el veneno del vampiro corriendo por sus venas lo que en mi mente ocasiona que Nessie no propicie tantos problemas como la de Meyer; otro punto, recuerden que Bella se regenera rápidamente y entonces sus genes también han mutado, lo que indiscutiblemente permitió que no cambiase la manera de percibirla (ambas tienen la misma situación), o al menos Alice. Como sea... es mi Alice ¿no? y yo por eso puse en el summary OOC. jajajjajajaja.

GRACIAS A TODAS POR SUS ATENTAS Y HERMOSAS PALABRAS.

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