domingo, 20 de diciembre de 2009

capitulo 17 "inocencia"

ANTES QUE NADA UNA DISCULPA A TODOS POR NO HABER PUESTO EL CAPITULO JEJEJE ES QUE LA VERDAD LOS ULTIMOS DIAS DE ESCUELA FUERON MUY ESTRESANTES Y TENIA COSAS QUE HACER UNA COSA MAS COMO ESTAMOS DE VACACIONES LES TENGO TENGO UNA SORPRESA SE PUBLICARA LA HISTORIAS UN DIA MAS ES DECIR UN CAPITULO MAS EN LA SEMANA Y QUEDARA EN EL SIGUIENTE ORDEN: MIERCOLES, JUEVES Y VIERNES ASI QUE DISFRUTENLOS Y VISITENOS Y NO OLVIDEN COMENTAR Y DARNOS SU PUNTO DE VISTA SOBRE LA PAGINA Y LA HISTORIA CABE RECORDARLES QUE TODOS SERAN LLEGADOS A LA AUTORA GRACIAS POR SU ESPERA BESITOS VAMPIRESCOS Y DISFRUTEN DE LA HISTORIA.

**Los personajes e historia son obra y creación única de Stephenie Meyer -ya lo sabemos, gracias, continuen leyendo- la fuente mágica de los deseos es la única culpable de que yo reconstruya una historia alterna. FIN.**

Nota 17: Para este capítulo las recomendaciones se basan en puras melodías instrumentales, ojalá les gusten porque además van en cronología, primero Gothic power y Voice over war de X-Ray Dog, después Moonlight Sonata de Beethoven, Mina´s Photo del Soundtrack de Drácula, Innocence, versión intrumental de Avril Lavigne y por último The Odyssey de X -Ray Dog.

La musa rockera recomienda una melodia instrumental genial, perfecta para todos los estados de ánimo que atraviesa este capítulo: La folia (Corelli original) de Emilie Autum.

La folia (Corelli original) - Emilie Autum

¡QUÉ COMIENCE LA MAGIA!


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Bella Swan Pictures, Images and Photos

17. Inocencia

“Inocente armonía sin fatiga ni olvido

Haces dudar al tiempo

Y al cielo con instintos de infinito

Lejos de ti todo es mortal

Sólo lo que piensa en ti tiene sabor a eternidad

Tengo esa voz tuya para toda defensa

Esa voz que sale de ti en latidos de corazón

Esa voz en que cae la eternidad

Y se rompe en pedazos de esferas fosforescentes

¿Qué sería la vida si no hubieras nacido?

Un cometa sin manto muriéndose de frío

Tus ojos hipnotizan la soledad”

Vicente Huidobro (Altazor. Canto II)

Bella POV

El avión había despegado media hora atrás. Edward venía inmerso en sus pensamientos al igual que yo. Al parecer, meditábamos, a consecuencia de la pelea con Jacob, nuestras futuras acciones.

Para mí, el enfrentamiento divisaba un nudo en el estómago, muy parecido al vértigo; era pavor. Pavor, porque los dos anhelaban matarse.

¡Qué había hecho!

Me mordí el labio con agresividad, la realidad me ponía los nervios de punta: Uno de los dos terminaría mal. No había vuelta de hoja.

¿El vampiro o el lobo?

La eterna lucha ancestral entre razas. ¿Quién saldría vencedor de ésta?

¡Rayos! ¿Por qué no podían ser como en Drácula de Bram Stoker? Simplemente convivir armónicamente, apoyarse… Cierto, resolví: Los lobos ahí no se enamoraban de Mina.

Dos especies en iguales condiciones: misma fuerza, mismo coraje… mismas ganas de matarse.

¡Qué error garrafal había cometido!

Los únicos en su especie que mantenían amnistía, y la débil raza humana –representada en mi persona— había tenido que enviar a corromper esa civilización.

Y por pasión.

Tal vez Edward no estaba tan loco cuando me llamó Eva… quizá sí incitaba sólo al mal.

A Edward lo tenía en el límite de su autocontrol, a Jacob al tope de sus emociones; un paso en falso y todo acabaría.

¿Qué diablos era yo? ¿Qué maldito don acompañaba mi frágil humanidad como para desencadenar una locura semejante en seres tan superiores?

Apesadumbrada por mis ideas, miré por la pequeña ventanilla del avión: gris, gris, gris, sólo gris. Más triste, pensé. Dejé de morder mi labio y suspiré.

¿Siempre será así?

Irónicamente, vino a mi cabeza la mitología de Helena de Troya, la hija del dios Zeus y la humana Leda. No sé por qué, pues ¡vaya!, yo no poseía una belleza extraordinaria, ni era una semidiosa como ella, todo lo contrario, era torpe, común y ligeramente linda… Pero aún así, me sentí en sus zapatos… debatida entre el amor y el deber.

¡Qué difícil debió de haber sido para Helena escaparse con Paris!

¿Mi Menelao vendría también a buscarme, iracundo por la deslealtad? ¿Qué se supone que tenía que hacer para que no hubiera sido así de complicado?

Nada, de todos modos, optara por una acción u otra, las consecuencias vendrían resumiéndose a lo mismo.

Las decisiones, por muy buenas que parezcan, traen consigo un lado oscuro.

El precio de Helena y Paris, por ejemplo, costó Troya y… miles de vidas importantes. Sin embargo su consuelo fue el permanecer unidos; el lado benévolo de la moneda.

No cabe duda, la Literatura es el mal; extrañamente resonaron en mi cabeza estas palabras. ¡Qué ironía!, hasta para la elección de profesión tenía que guiarme por lo maligno.

Bueno, como quiera, esta historia tenía final feliz para los enamorados; no asimismo para el Conde Drácula, quien por su decisión basada en el amor por Mina Murray lo...

Me acongojé inmediatamente, mis latidos se detuvieron y por un minuto contuve la respiración. ¡Edward no! ¡Él no! Moví mi cabeza bruscamente de un lado a otro. Esa idea me rasgaba el corazón, me lo partía en mil pedazos, sentía como sangraba al ver una realidad tan pesimista y lo peor: el hueco latente en mi pecho gruñó desde las tinieblas.

Mis manos, automáticamente se fueron a estampar a mi cara, la angustia cubrió con un calor corporal más elevado a todo mi cuerpo y mis lágrimas se derramaron una tras otra.

No quería dejar sonar a mi voz interior, porque su veredicto fue nefasto, infame, atroz… Edward no, Jacob sí.

Sollocé al escuchar a mi pensamiento; era la peor porquería que la tierra haya visto caminar. Peor que un asesino, porque yo sentenciaba, con antelación a la persona que me había rescatado del hoyo. A un hombre que merecía la vida y que además valía, por mucho, más que la mía.

¿En qué me había convertido?

Mis sollozos, junto con mis emociones seguramente, sacaron de su concentración a Edward y como rayo me pasó uno de sus brazos por arriba de mis hombros. Acercó su cara a la mía y habló tan bajo que casi no podía entenderlo.

--No tiene porque ser así Bella, aún es tiempo para separarnos. Él se siente atraído fuertemente por ti; podrá perdonarte algún día –finalizó desesperanzado.

Retiré las manos de mi rostro y lo miré atónita.

--No quiero que me perdone. ¡Quiero que muera! –Musité al momento y sus ojos tristes se abrieron enormemente– ¡No quiero que te mate! –Rogué con un suspiro.

--Bella, ponme atención, porque nunca –destacó la palabra—te lo volveré a repetir.

Acercó su boca a mi oído y susurró:

—Soy un asesino –calló y esperó a percibir mis cambios anímicos—. Durante un año he matado el triple de licántropos de los que tú has visto en Forks.

Se separó despacio de mi oreja y alcancé a oír como tragó aquello que se le había acumulado por mi cercanía. Giré mi cara, con mesura, para enfrenarlo. Mi cabeza daba vueltas, me había mareado, se me olvidó respirar lo suficiente o algo por el estilo. Calculé precavidamente que mis expresiones faciales no reflejaran la sorpresa, mas mis emociones me traicionaron y él lo supo: me invadió el terror.

--No te preocupes, no le haré nada si él no te hace nada a ti. Omitiré tu petición de darle muerte… por el momento —aclaró y miró en otra dirección—. Pero que te quede claro que odio a tu novio –me estremecí, el escuchar a Edward pronunciar “novio” sin referirse a él. Nos dolía a los dos; sin embargo esa era la realidad—. Sí Bella, lo aborrezco –cerró sus puños y me hice para atrás instintivamente—Por eso también lo detesto, lo siento mucho Bella, pero escuché parte de tu conversación y sé que él no ha sido la blanca paloma que has intentado pintarme.

“¿Cómo está eso de que casi te mata?” –cuestionó directamente y sin preámbulos.

¿Era tiempo de decirle qué me aventó a esta aventura? ¿Y si le daba más armas para enfrentarse a Jacob?

Engañarlo con una mentira a medias ya no era una opción. Sabía por mi llamada aquello que no fui capaz de decirle antes; ¿qué ganaba con ocultar la verdad?

Adiós paz; bienvenido apocalipsis.

--Encontré hace cinco días nuestras fotos, debajo de mi piso –fruncí el seño, era raro contarle esto si él ya lo sabía—Subimos a dejar unas cosas a mi habitación e inmediatamente olisqueó el aroma a… –callé, nunca diría “vampiro” frente de él, y menos en un lugar tan público— bueno, le mostré sólo la envoltura y eso lo molestó. Salió de mi casa y yo detrás de él –inhalé con esfuerzo al recordar el último día que vi a Jake—; lo busqué y discutimos fuertemente. De repente –parpadeé y achiqué mis ojos para poder vislumbrar entre la oscuridad de mis memorias—, corrí hacia el bosque para que él no le fuera hacerle daño a Charlie. Corrí y corrí hasta que no pude seguir, me tropecé y no sé cuánto tiempo pasó –se me fue la voz y mi corazón golpeó mi pecho.

--¿Entró en fase?

--Sí… Después sólo oí el estruendo de sus patas, cayendo alrededor mío. Sentí tan cerca el final, la tristeza, ¿cómo iría a reaccionar Charlie? O él mismo –enmudecí un segundo—. Cerré mis ojos cuando su hocico estuvo a milímetros de mí. Estaba furioso.

“Luego nada… se desplomó encima de mí, pero convertido en humano –hablé muy lento y quedo para sacar esto sin llorar—Lo que siguió fue un momento confuso –miré al suelo con una vergüenza extrema. ¿Cómo había permitido que Jacob tuviera relaciones conmigo en ese estado?—Creo que intentaba tranquilizarlo, o…”

Me interrumpió.

--¿Te forzó a tener relaciones Bella? –preguntó con alarma en su tono de voz.

De entre todas las posibilidades que se le pudieran haber ocurrido ¿cómo es que atinó a esa cruel realidad?

--¡No!, yo…

--¡Bella! No lo justifiques. Confía en mí –exigió—No podemos continuar esta relación si desde aquí no somos completamente sinceros –suspiró y después cerró sus ojos para presionarse su tabique nasal con su mano izquierda—Me fastidia no leer tu mente, pero soy capaz de ver mil veces mejor que tú y tus expresiones no van acordes con lo que dices. ¡Dime la verdad! ¿Te forzó? –cuestionó sin ser grosero, sin embargo terminó mirándome intrigado.

Me volteé en dirección a la ventanilla, la mirada de Edward era muy incomoda y las imágenes en mi cabeza me gritaban la respuesta a su pregunta. Mordí mi labio una sola vez para tomar valor. Respiré hondo y le contesté.

--No sé. A veces pienso que es así, y otras que no… porque no puse resistencia—susurré la última frase con un nudo en la garganta.

No dijo nada, no se movió, no respiró siquiera.

¿Qué pensaría de mí?

Los nervios me llevaban a imaginar muchas posibilidades y en eso habló con un tono de voz áspera y llena de rencor.

--No te volverás acercar a él –dictaminó.

¡Cómo si fuera así de fácil! ¡Cómo si él fuera a estar ahí para impedirlo! ¡Cómo si no supiera que el domingo tenía que regresar a Italia!

Además, no iba a depender completamente de mí, una vez que estuviera en Forks, tanto Jake como las mismas situaciones que nos mantenían unidos nos forzarían a toparnos, tarde o temprano.

--Eso es imposible –declaré afligida; seguí sin mirarlo—Tú regresaras a Italia y yo a Forks –recriminé con la voz entrecortada—. No sabemos cuánto dure nuestra separación Edward… y ¿¡para qué engañarnos!?, Jacob me buscará en cuanto perciba que no llegaste conmigo –tragué saliva para deshacer el nudo de mi garganta.

--Mírame Bella –reclamó y me giré para obedecer la orden. Ya no importaba qué hiciera, lo que le había dicho era una realidad—. Regresaré a Italia, sí, y me duele al igual que a ti, o quizá todavía más; pero los Vulturi son los… –miró con recelo alrededor y bajó aún más la voz—personajes más crueles que jamás hayas conocido. Peores que James o Victoria.

“He visto como han torturado a humanos sin el menor atisbo de lógica –se calló un segundo, parecía que algo le asaltaba el pensamiento—. ¡Aro te conoce!, te vio a través de mis pensamientos… él tiene un don muy parecido al mío… Pueden descubrirnos... ¡Qué inconsciente!

--Edward, calma, estás atropellando mucho tu discurso y eso no es normal en ti—le puse una mano en su mejilla para tranquilizarlo— No nos pondrás en riesgo—declaré tan espantada que se me borró de la memoria mi nostálgico humor—Eso no va a pasar. Tu mente es muy fuerte.

--Bella, los Vulturi tienen reglas para nosotros muy estrictas y quien las viole…–gruñó de desesperación; me asustó más— Perdón, estoy muy descontrolado. No pienso con claridad. No te asustes, tienes razón: no va a pasarnos nada. Ya se me ocurrirá algo –musitó más a para él mismo que para mí—. Sólo dame un poco de tiempo para ir y liberarme de esta obligación y de…

Observé como su mirada se retraía, ¿iba a dejarme inconcluso el argumento? Claro que no, había algo más y quería saberlo.

--¿De qué Edward? –pregunté desesperada.

--Ay ciertas cosas en este mundo que no pueden ser contadas –musitó misterioso.

Al diablo con su evasión, si él me hizo contarle lo de Jacob, aún sin mucho agrado de mi parte, él también debía ser el vivo ejemplo de la mentada confianza que pregonaba y exigía para nuestra relación. Y por si fuera poco: ¡En qué momento se le ocurría ponerse filosófico!

--Edward, por favor… hoy estoy igual de alterada que tú y esa respuesta está a punto de sacarme de quicio. ¿Vamos o no a tenernos confianza?

Inhaló con descontento.

--Demasiado astuta para ser una humana tan joven –comentó—. Utilizas de manera conveniente, e inteligente, mis propias palabras –hizo una pausa breve—. Quizá por eso te amo –concluyó magistralmente y suavizó su mirada.

--Ah que bien… –dije con recelo, ¿eso era bueno o era malo?— Supongo –Concéntrate Bella, te está ganando— ¡Ey! no trates de escaparte Edward, ya dime. Los halagos no sirven conmigo.

Levantó su rostro y se irguió. Daba la impresión de estar siendo hermético con sus sentimientos, de mantener una coraza.

--Hice un pacto con los Vulturi y tengo que deshacerlo. Sólo así me liberaré de su yugo completamente. Aún no puedo contarte de qué trata, pero prometo revelártelo en cuanto regrese de Italia, ¿estás de acuerdo Mi vida?—enfatizó terriblemente “Mi Vida”, como si algo hubiera detrás de esa forma de llamarme, algo escalofriante.

Recordé mi nota mental y éste se me hizo el mejor espacio para descubrir su secreto.

--Sí, pero ¿Por qué me llamas “Mi Vida”? –dije rápido.

--¿Qué? –preguntó sorprendido; lo había tomado desprevenido.

--¿Por qué me dices “Mi Vida”?

Clavó su mirada atónita en la mía, tal vez para intentar ver de dónde provenía mi inquietud.

--Porque eso es lo que eres –musitó con su eterna voz aterciopelada—Mi Vida. La razón por la que continuaré existiendo –cerró sus ojos y sonrió; parecía estar percibiendo algo agradable—. Tú corazón es el único en el mundo que le da vida a dos seres.

Tomó mis manos y las acarició suavemente.

--No te imaginas cuánto te amo.

¡Oh por Dios! Edward era tan oportuno cuando lo planeaba. ¿Qué me importaba si había o no un significado diferente detrás de ese apodo? Ese argumento y esta última declaración eran ineludiblemente la energía exacta para que mi mundo de felicidad volviera a rotar.

Me quedé sin palabras, mi corazón le respondía todo lo que él necesitaba saber. Por primera vez me alegré de que fuera un vampiro.

--¿Entiendes a lo que me refiero?… ¡Escucha! –Me miró con un reflejo en sus pupilas enternecedor—Nos da vida a los dos.

“¿Cómo no protegerte? ¿Cómo no llamarte “Mi Vida”?—frunció el ceño, reflexionaba alguna idea o tal vez sus mismas preguntas—Bella –soltó una de sus frías manos de entre las mías—, sé que éste no es el lugar adecuado, y mucho menos el que yo había planeado para esto –metió su diestra a una de las bolsas de su chamarra—, pero tampoco lo fue para la ocasión que vivimos ayer… y sin embargo fue perfecta.

Sacó una diminuta cajita negra que acercó a mis manos –Oh no...—, la abrió y yo empecé a hiperventilar. Diablos. Como lo imaginaba: El anillo de compromiso. ¡Ay Dios! No… Lo vi y no, porque me dejó tan sorprendida, tan apantallada, TAN MIEDOSA, que parpadeé perdiéndome de varios momentos de su belleza.

Jamás había visto algo similar. Era una elipse grande decorada con piedrecillas redondas y filas sesgadas de brillantes. La argolla era de oro y entrelazaba una frágil red alrededor de los diamantes. Extremadamente hermosa.

¿Dónde y a qué hora habría adquirido una joya de ese nivel?

Torció los labios y levantó los hombros, como fingiendo desinterés. Retiró el precioso anillo de la cajita y, como si fuera un sueño rosa, mientras deslizó elegantemente la inigualable argolla por mi dedo anular pronunció la declaración:

— Isabella Marie Swan, por más de cien años te estuve esperando; ya me he dado cuenta que no puedo existir en un mundo donde tú no estés; y después de lo que experimentamos ayer sé que no amaré a nadie más: ¿Quieres casarte conmigo?

Al ver el objeto en mi mano, en mi dedo, tocando mi alma, no había otra cosa que decirle que sí. Aunque de verdad fuera en contra de mí y mis ideas al respecto del matrimonio.

El beso de la muerte.

Me asustaba la idea de las nupcias –como siempre—, sin embargo no podía negarme en este instante, ni hacer un berrinche, pues Edward observó días antes como otro anillo había adornado mi mano.

Ya encontraría el espacio oportuno para explicarle ciertas cositas.

--Wooow, esto sí que es… una sorpresa –mi corazón no paraba de golpearme—Edward te amo –dije admirada y a la vez tensa.

--¿Lo puedo tomar como un sí? – preguntó y sonrió, deslumbrándome enteramente.

--Em… Sí –levanté mi mano izquierda para ver de cerca la argolla—Es tan linda.

--Era de mi madre; es una de las dos únicas baratijas con la que cargo a donde quiera que voy. Comprar la cajita fue de lo más fácil. Te apuesto que ni te diste cuenta en qué momento fue… Te queda muy bien… Como lo imaginaba, nunca me equivoco: eres su dueña.

--¡Era de Elizabeth Masen!

--Sí. Fue la misma que ella trajo en vida… Es una tradición de mi familia: los Masen.

--Gracias. Supongo que ahora sí no puedo dudar que regresarás.

--¿Lo dudabas?

--Un poco, tú sabes… así somos lo humanos –me reí apenada y bajé el rostro—; somos inseguros.

--También tengo mis inseguridades Bella –musitó triste.

--No las tengas –afirmé rápidamente. Sabía a que se refería.

--¿Me esperarás?

--Te esperaré, sólo júrame que regresarás pronto… muy pronto –me acerqué a nuestras manos y las besé, cuando estuvieron unidas. Dolía imaginar la separación.

--Te lo juro –se rió y me hizo levantarme para verlo—Ya me tienes bastante comprometido futura señora de Cullen –dijo juguetón y acarició el mentón— ¿Cómo lo haces? Me engatusas sin siquiera darme cuenta. Muy astuta, insisto.

--Pues no lo he de ser tanto, Edward, porque yo no fui quien sacó un anillo de compromiso en medio de un drama.

--Bueno, tampoco tienes cien años de experiencia –se rió y sus ojos transmitieron paz. Era tan guapo, ¿de verdad se había comprometido conmigo?

--Yo te recomendaría que si deseas experimentar tu total libertad, no deberías perder el tiempo extrañándome mientras no esté a tu lado… Saboréala por última vez –se volvió a reír y llenó una vez más mi mundo de felicidad—Después serás tú misma la que me ruegue un poco de espacio.

--Eso es imposible Edward. Aunque… pensándolo mejor… recuerdo lo sobreprotector que eras y creo que tendré que hacer caso de tu advertencia –dije jugando.

--¿Sobreprotector? ¡Si tú eras la personificación del imán de los problemas! Yo sólo mantenía a salvo a Mi Vida –dijo contento y ambos nos reímos.

Nuestro humor cambió drásticamente del enojo, la nostalgia a la alegría; esto era amor.

Me sentía tan bien a su lado, a pesar de lo que era, de todo lo que había cometido este año, para mí él seguía siendo mi persona favorita y éste mi día especial.

Misteriosamente: estábamos comprometidos.

Su temperamento ciertamente ya no sería el mismo que le conocí cuando tenía diecisiete, pero… ¿Y?, ¡tampoco el mío!

Los dos estábamos más conscientes de lo malo que era el mundo cuando nos separábamos y, quizá por ese motivo, nos apreciábamos de una manera sin igual, a tal grado de transformar nuestras realidades en verdaderos paraísos.

¡Al diablo! ¿Por qué no casarme con él?

En este momento, por ridículo que fuera, nos reíamos sin parar; hasta que Edward me hizo un ademán con su dedo índice que significaba silencio. Me señaló como pudo la razón. De reojo vi que se acercaba una azafata.

Le di la espalda a Edward y escondí mi rostro en la ventanilla; si continuaba viendo su expresión mi risa terminaría por estallar en miles de carcajadas. Sentía las cosquillas en mi interior, propias de cuando te aguantas dicha emoción, y dejé que fluyeran en mi cuerpo para que con gusto se las trasmitiera a él. Ya éramos uno mismo ¿no?

--Eres una criatura muy peligrosa Bella y vas a pagar por esto –dijo entre carcajada y carcajada mientras la azafata se acercaba peligrosamente a regañarnos.

***

En el aeropuerto de Denali, Alaska, nos esperaban Alice y Jasper.

En el momento que crucé la puerta de la sala de espera, Alice se me abalanzó con tal efusividad que me espantó. Volverla a ver fue enigmático, maravilloso; contuve cada lágrima para no estropear aquella felicidad.

Alice gritaba y saltaba de la emoción –obviamente por lo del compromiso entre Edward y yo—, me dio muchísima pena, sobre todo cuando mis predicciones las veía hacerse realidad a través de la voz cantarina de mi próxima cuñada: atuendo de ensueño –Yiaggg—, una boda del tamaño del pobladito de Forks –Ni loca—y muchas, muchas, muchas flores. Alice parecía en cantada con ese preparativo, lo que para mí fue un malestar de estómago creciente cada que salía otra “grandiosa” idea. Me abstuve a solo sonreírle.

Por la parte de los varones, Edward y Jasper se abrazaron como si llevaran… bueno… como se debía hacer a quien no se ha visto por un año. Edward se notaba feliz aún y con la oleada de emociones que le transmitía.

Cuando pensaba que nada podía ser peor, la culpabilidad inundó a esa sala: Jasper me saludó. Alice inmediatamente se acercó a su esposo y lo paró en seco. Intercambiaron unas miradas y el ambiente se comenzó a llenar de armonía.

Jasper, se disculpó conmigo, como si de verdad estuviera molesta con él, sin embargo para su sorpresa lo ataqué con preguntas referentes a su don. Edward se burló de mí, y le tuve que recordar que si no quería sufrir otro ataque de risa se callara inmediatamente.

Una vez enterados, Alice y Jasper, se sorprendieron al saber lo que pasaba entre nosotros, entonces empezaron a salir las teorías, y fue así que Edward conoció mi perspectiva acerca del asunto. Obviamente no le agradó y se puso tenso, pero a mí no me importaba ser un vampiro en potencia. Al contrario, era fenomenal, aunque sólo portara –hasta este día— el poder de curarme rápido, pues gracias a eso mis noches de amor con Edward iban a ser extraordinarias.

Comprobamos con Alice y Jasper que “mi don” no influía en otros, cuestión que dejó a Edward como mi única víctima, eso se le hizo muy cómico a Alice.

La ironía de la vida: una humana controlando las emociones de un vampiro.

--¡Felicidades a los dos! –Exclamó Alice y viró los ojos como si fuera a ver algo—. Les auguro que no se van a arrepentir –soltó una de sus angelicales risitas—. Ahora, vámonos que la familia nos espera –tomó mi brazo entre el suyo y me condujo en dirección al coche.

***

Estuvimos en alrededor de veinte minutos rumbo a la casa de los Cullen. Veníamos en un precioso Mercedes s55 amg negro, propiedad de Esme. Lo más curioso del trayecto había sido que Edward no soltaba mi mano, ni dejaba de abrazarme, era algo extraño hasta para mí. Acostumbrada a percibirlo frío y calculador frente a su familia, me rompía completamente aquel esquema y me llevaba a imaginarme ese futuro que había pronosticado Alice.

--Ay Edward, de verdad que estás derramando miel –reclamó Alice—Suéltala, déjala respirar ¡Es humana! ¡Necesita espacio, por todos los cielos! –Demandó jugando— ¡Llevas media hora atosigándola!

--Alice, nadie te pidió consejo. Bella ni siquiera se ha quejado –respondió Edward.

--¡Bella dile algo! –chilló Alice.

--Mejor, Bella, dinos: ¿Qué hiciste con nuestro hermano y quién es éste que nos trajiste?—dijo Jasper mientras nos veía desde el retrovisor, ya que él iba manejando—Jamás me había sentido tan cursi cerca de Edward—ironizó.

--Me gustaría poder decir lo mismo algún día de ti Jasper –refutó Edward a su favor, llevándoles el juego.

Los escuchaba con atención, cuando de repente miles de burbujas se toparon con nosotros, la carretera estaba adornándose rápidamente de millones de esferitas transparentes, gravitando en dirección a donde el viento las mandara.

Dejé de percibir el cotilleo que se traían dentro del automóvil. Allá en el exterior parecía ser el bosque encantado. El paisaje se convirtió en algo mágico. Las pompas de jabón iban incrementándose a medida que nos adentrábamos a esa carretera.

¿Un vampiro sería causante de esta preciosidad? La curiosidad me ganó y sin premeditarlo interrumpí la pelea de egos vampíricos.

--¡Qué lindo!, ¿de dónde vienen tantas burbujas? –pregunté asombrada.

--Las está haciendo Tanya –contestó Alice.

--¿Tanya? ¿Quién es Tanya?

--¿Cómo? ¿Edward no te ha contado de nuestra familia de Denali?—cuestionó Alice.

--Sí, pero no me dijo nombres –respondí con inseguridad al recordar que la razón podría ser de peso.

--Mmmm… Bueno, Tanya es una de ellas. El motivo por la que haya tantas burbujas se debe a que pasa por un mal momento. Muy malo.

Volteó a ver a Edward desde el retrovisor, pero me hice como que no me daba cuenta. Sin duda mantenían una de sus conversaciones privadas y por el momento no quería enterarme de ello. Indirectamente había captado “quien” era Tanya.

Tensé mi cuerpo sin desearlo, Edward me volteó a ver en cuanto sintió aquello y mi mirada le huyó, en acto reflejo, a la ventanilla. En eso, una de las burbujitas se estrelló de repente al cristal y tontamente me sobresalté.

Alice POV

--Las está haciendo Tanya –contesté alegre.

--¿Tanya? ¿Quién es Tanya? –Bella preguntó inmediatamente, con una carga de ignorancia descomunal.

Edward Cullen ¿cómo que “quién es Tanya”?

Llamé a Edward con mi pensamiento, era infame su descuido y, aún así, él sólo rodó sus ojos en respuesta a mi pregunta. ¡Grosero!

Anda, evádeme… ¡Cobarde!

--¿Cómo? ¿Edward no te ha contado de nuestra familia de Denali?—le pregunté con un tono de ironía cuidadosamente escondido, pues iba dirigido a mi estúpido hermanito.

Sí que los hombres son imbéciles, ¿no?, y cuando son vampiros, creo que aumenta a la décima potencia. ¿En qué pensabas Edward? ¡¿Se te olvidó que Bella se ha vuelto muy perceptiva?! –Eché un vistazo por el retrovisor para tantear la zona—Mírala ya se dio cuenta. Si la haces llorar frente a mí, te metes en líos Edward… Te lo advierto –amenacé con cierto atisbo de chanza, ¿Cómo le iba a hacer daño a mi hermano favorito? Sí quería a Bella, pero no tanto como a Edward.

Ella, por ahora, no estaría encima de mi predilección.

--Alice tengo dos días, ¡sólo dos días!, de estar con ella y no le iba a contar algo que NO ME IMPORTA –musitó a velocidad vampírica.

Tonto, pensé precariamente, pues él tenía razón. Me sentí vencida.

--Tonta tú –contestó juguetón.

--Disculpen. Edward, ¿quieres que calme a Bella? –preguntó a la misma velocidad mi esposo.

--No, gracias Jasper, lo percibiría y sólo la pondría más alerta. Ya le explicaré, además ya tiene un antecedente nebuloso del asunto –argumentó Edward.

Bella interrumpió, como sintiendo que Edward había terminado de hablar; sí que esto de su unión era raro. Por lo general, los humanos atropellaban nuestras discusiones, pero Bella se había convertido en caso único.

Todos nos callamos para escucharle.

--Sí, pero no me dijo nombres –respondió mi mejor amiga con inseguridad, sin embargo pude verle, en las pupilas achocolatadas, una tristeza disimulada.

¡Ves, ves! Ay, me desagradas Edward, reclamé como un tono infantil de por medio.

--¡Ya Alice! Suficiente tormento me proporciona Bella con sus emociones –dijo veloz el interpelado.

--Mmmm… –emití con ritmo humano para Edward y para Bella—. Bueno Tanya es una de ellas –me dirigí a Bella de lleno, intentando calmarla con un tono de indiferencia—. El motivo por la que haya tantas burbujas se debe a que pasa por un mal momento. Muy malo.

Supongo que ya conocías su manía por hacer burbujas cuando se deprime ¿o me equivoco Edward?, lo vi desde el retrovisor y con un movimiento de sus ojos, derecha luego izquierda, me respondió: “no te equivocas”. Era obvio que no.

Se siente fatal… se le murió su pareja de turno; al parecer esta vez el amor sí le había pegado. No sé, según dice Rosalie, lleva semanas convirtiendo el camino en un baño de jabón.

Cuenta Esme que cuando supo que venías se alegró. Pobre, la verdad… No fue mi intención, ¿qué iba a saber que te tenía consideración aún?, hace tanto que fue lo de ustedes… ¡Te juro que ya me disculpe!, por que… pues llegué haciendo fiesta, tú sabes… me alegró verte irradiando felicidad. ¡Qué metida de pata!, ¿no?, Tanya se enteró a la mala que a lo mejor vendrías acompañado del amor de tu existencia… Segundo gran error, ¡perdón! –Solté una risita imperceptible para los humanos— ¡Es que no puedo cuidar el futuro de todos caray!… Carlisle le explicó quién era Bella y cuánto te había cambiado desde que la conociste.

Conclusión desastrosa: Ahora está más deprimida.

Espera… ¡qué lo curioso detalle!, ella también amaba a un humano… ¡Qué coincidencias! –ironicé un poco y él gruñó muy por lo bajo—Ay estaba jugando. ¿Se te quitará completamente ese malgenio con Bella? Ojalá. Regresando… hay que ser realistas Edward: la presencia de Bella la va a lastimar.

--Pues cuanto lo siento, pero por mi parte siempre le dejé claro lo que fuimos y si se siente muy mal por Bella, no me dejará otra opción que despedirme pronto de ustedes –contestó a velocidad vampírica a mi pensamiento.

--No sé de qué diablos hablen, pero no te vayas hermano. La vida tiene que seguir y Tanya debe entenderlo –interfirió del mismo modo mi Jasper.

--Ya cállense los dos, Bella ya se dio cuenta –reclamé y le otorgué una mirada a Edward por el tan socorrido retrovisor.

Hazla sentir segura; abrázala tonto; dale un beso, no sé… ¡compórtate como hace unos momentos! Ay, mírale su carita –pensé y sentí muchas ganas de ir a abrazar a mi mejor amiga—Me desagradas definitivamente Edward…

No, no es cierto, ¡te engañé!, pero sí sería prudente de tu parte tener cuidado, no se vaya a dar un malentendido. Parece que los celos no son de lo mejor entre ustedes.

Terminé mi idea y le transmití mis pensamientos de lo que había visto de esta mañana: su show completo de celos.

¡Qué bárbaro! Eso fue muy feo. ¿A poco sí eres tan posesivo?

Mejor no contestes, ya me iré dando cuenta… me gusta que me sorprendas.

Edward volteó a ver a Bella, no sin antes responderme a través de gestos imperceptibles para ella; levantó las cejas y eso quiso decir: “no te importa”, y después torció un poco su boca, traducción: “nunca cambiaras”.

Escuché como una de las tantas burbujitas que venían en nuestra dirección estallaba al hacer contacto con la ventanilla por donde Bella venía viendo, mi amiga se asustó… ¿presagio?

No deseé averiguarlo.

Bella POV

Descendimos del coche, frente a la enorme casa de los Cullen. No me sorprendió que una vez más fuera blanca. Estos tipos tenían una fijación por la luz muy aguda.

A primera impresión me recordó a la residencia que Jack Clayton representaría como la del matrimonio Buchanan en su versión cinematográfica de la novela The Great Gatsby (Si no la han visto, el enlace está en mi perfil). Enorme, blanca y majestuosa.

Enfrente, y no me había fijado hasta que Alice viró para esa dirección, había todo un jardín de violetas, con una fuente en el centro; un toque muy romántico, seguramente Esme tenía que ver con eso.

La magia se acabo cuando localicé el punto de interés de Alice: a lo lejos una mujer, o mejor dicho una vampiresa, se puso en pie, dejando lucir un cuerpo totalmente curvilíneo a través del atuendo que llevaba puesto. Tenía un pocillo azul en sus manos; varías de las últimas burbujas que había hecho la acompañaban en su caminata felina hacia nosotros. No cabía duda: ella era Tanya.

No intenté seguirla mirando, me causaba nauseas; era apantallantemente hermosa.

La odié desde ese primer instante en que mis ojos la visualizaron y se acrecentó todavía peor cuando verifiqué en donde estaba postrada su mirada: en Edward.

¿Debía fingir? ¿Acaso eso no era una grosería?

Mordí mi labio a causa de los celos y enfoqué mi atención en la residencia… disimulé muy mal, ¿pero qué podía hacer para tratar de evadir un poco el coraje que esta situación me causaba? Sólo me quedaba la evasión.

Se acercó Alice a mí y me tomó por el brazo. ¿Tan obvia era mi reacción? Fingidamente, como si me fuera a quitar algo del rostro, y dándoles la espalda a los chicos y a su “prima,” me comenzó a hablar.

--Bella, sonríe –y ella me sonrió, fue agradable sentir su apoyo—. Estás haciéndole pasar un mal momento a Edward. Ella no importa, te lo aseguro. Confía en mí –musitó a una velocidad que me costaba entender todas las palabras.

¿Se había vuelto loca? ¿Cómo quería que sonriera?

Respiré profundamente y recapacite mis actitudes. Creo que sentí paz al escuchar a Alice.

De acuerdo, ella tenía razón, Edward no debía sentirse incomodo con mis emociones negativas, a fin de cuentas yo llevaba el anillo de Elizabeth Masen en el dedo.

--Hola chicos –miró a todos y cuando me vio a mí me sonrió la muy hipócrita—Hola Bella, me da gusto conocerte. He oído cosas fantásticas de ti –dijo con su vocecita encantadora.

No le respondí, no se merecía escuchar mi voz. Calculé que mi cara no reflejara ni un solo sentimiento.

--Bella, ella es Tanya –dijo Alice y comenzó a animarse de repente, ¿qué tramaba?— Bueno ya se presentaron –declaró con tono de fastidio—, ahora tienes que venir conmigo –me jaló hacia la entrada de la casa— ¡Oh, Esme tiene tantas ganas de verte! Y espera a que sepa que te casas con Edward… –argumentó entusiasmada, sin embargo percibí como si estuviera dándole una cachetada de guante blanco a esa tal Tanya.

Me sorprendió Alice, sí, pero jamás, y creo que nunca, volvería a sentir tanto regocijo porque alguien supiera de mi compromiso con Edward.

¿Quería saber si era cierta la teoría de la indirecta? Definitivamente, pero se lo preguntaría más adelante y en privado.

La miré estupefacta, como si me alterara lo que había dicho.

--Alice… –reclamé como haciéndome la ofendida.

--Ay, lo siento Bella –dijo como si de verdad estuviera arrepentida—, ¿era una sorpresa? ¡Qué indiscreta soy! –Se lamentó, no obstante como ya les habíamos dado la espalda a ellos, sólo me guiñó el ojo para que no me fuera a tragar la vil mentira— ¡Lo siento Edward! Tanya, querida, no vayas a decir nada. Bella perdóname, por favor –rogaba con una actuación soberbia.

Abrió la puerta de la casa y nos metimos, de reojo alcancé a observar como Edward y Jasper contenían su risa mientras sacaban las maletas del automóvil.

Edward POV

Salí del coche y los pensamientos de Jasper me empezaron a atacar.

Edward, dime si necesitas que calme a Bella, ¿de acuerdo?

Asentí una vez.

Allá viene Tanya y Bella ya la vio –pensó Alice—. Parece que no le ha agradado para nada. No la culpo, ¡mírala como se acerca! No te preocupes yo la protejo de cualquier cosa hermano.

Con una mirada muy rápida me di cuenta como Tanya se aproximaba, junto con ese mal hábito que no se le quitaba con los años: lucirse vulgarmente al caminar.

Rodé los ojos en respuesta a su insípida bienvenida. ¿Qué intentaba?

Observé a Bella y su expresión de desconcierto; en eso Jasper llamó mi atención.

Edward, Bella empezó a emanar un sentimiento muy agudo de odio ¿Qué hago?

En dos segundos, exactos, sentí un golpe en mi cuerpo debido a las emociones que Bella me transmitía. Mi estómago me propiciaba punzadas incesantes y efectivamente se apoderó de mí un odio singular: eran celos. ¡Maldición! ¿Qué diablos le pasaba? ¡Qué infantil y absurda reacción!

La renuencia de Bella me hizo salir, nuevamente, de los cánones establecidos para cuando se está frente de un humano. No existía otra opción viable, por lo cual comencé a pedir ayuda a mi hermana.

--Alice acércate a ella y dile que se calme, por favor, me está poniendo de malas –dictaminé enfadado, al ritmo natural de nuestra voz.

--Edward, discúlpame, no soporto la situación, su odio me está asfixiando; voy a interferir –musitó en menos de un segundo Jasper.

--Lo siento, no imaginé que se comportara así Jasper. Haz lo que creas pertinente, sólo se sutil, por favor.

Una ventisca suave llegó a mi nariz. Tanya estaba a un lado de Jasper.

Hola Edward ¿Cuánto tiempo sin verte? –Me saludó Tanya con un tonito sensual dentro de su pensamiento— ¡Vaya que te ves diferente! Más guapo y radiante que la última vez. Me da gusto por ti.

No le hice caso.

Para su desgracia, si algo tenía ella que me sacaba de mis casillas con facilidad era esa forma tan arrojada de hablarme y sumándole que Bella me puso muy de malas, la única actitud que podía mostrarle para no herirla era la indiferencia.

Mi caballerosidad no daba por bien visto comportarme groseramente con las féminas, sin embargo ella tenía toda la culpa de que estuviera así; digamos que lo vi como el justo pago que tenía que cobrarle.

Una ola de paz invadió débilmente a nuestro alrededor, yo mismo me sentí más tranquilo; me giré en dirección a Jasper y le agradecí con un ademán.

Es tan adorable Edward… ¡Está celosa! Qué bueno tener a Jasper aquí –pensó burlonamente.

--Buena tarde Tanya –saludé desenfadado—. Te voy a pedir un favor: no quiero volver a oír en mi mente algo semejante a lo que acabas de decir –dije cortésmente para no ocasionar trifulcas.

--Piensa que pudo haber sido Issac el que conociera a Edward –musitó Jasper en defensa de Bella, aunque también apostaría a que sintió el humor de Tanya.

Su reacción fue inmediata.

Lo siento, no era mi intención –se arrepintió sinceramente—. No le dirigiré la palabra si eso la mantiene tranquila. No quiero que te vayas tan pronto. Necesito hablar contigo…

Tanya inició a resaltar voces e imágenes muy vívidas en su pensamiento. Un mundo de recuerdos con su humano: su cara, su aroma, sus caricias, su sonrisa, sus citas… Su mente fue color rosa. Muy empalagosa para mi gusto.

Una nube oscura cubrió la remembranza. Lluvia, mucha lluvia y una carretera donde las luces de las ambulancias eran lo que ella veía con desesperación. El chico había sufrido un accidente de motocicleta; el diagnostico que Tanya escuchaba a lo lejos era: “Se desnucó”. Shock, crisis, trance; el peor dolor que ella había sentido se concentraba en una sensación: el corazón inerte de Issac.

Su expresión cambió por completo, un halo de nostalgia y frustración llenó sus delicados ojos ámbar.

Murió instantáneamente… No pude hacer nada Edward; su corazón dejó de latir… Me quedé sola para toda la eternidad… Él era… Lo sé, él era… Tú no puedes cometer el mismo error –reflexionó y me miró directamente con intensa tristeza.

--Lo lamento Tanya, yo… –musité adolorido e interrumpí mi argumento, volteé a ver a Bella.

Su recuerdo fue una verdad cruda.

Bella tampoco tenía la vida comprada, e irme de su lado, dejando a un licántropo irritado, a un mar de problemas esperándole, su suerte, LOS VULTURIS… No, no, no –moví rápidamente mi cabeza de un lado a otro para desenmarañar esas ideas infaustas—. Mi mente se atenazó de angustia, mi gesto se transformó.

¿Y si Tanya tenía razón? ¿Pero convertir a Bella en uno de nosotros? No, era antinatural, en contra de todos mis principios y ¡sólo por el egoísmo!

¡Lucifer déjame ya! Déjala en paz, ¡Ella no!, pensé con rabia y mi demonio me gritó desde el infierno que era muy tarde… El veneno ya corría dentro de su organismo.

Me tensé.

--Cálmate hermano –pidió a velocidad vampírica Jasper al sentir mi miedo.

Traté de hacer lo que me exigió Jasper y después le contesté a Tanya.

--Está bien, hablemos al rato ¿te parece? –susurré en mi celeridad natural dirigiéndome a ella.

Alice debió de haber comprendido otro tipo de diálogo entre nosotros; puso un gesto de enojo y premeditadamente le dijo a Mi Vida.

--Bella, sonríe. Estás haciéndole pasar un mal momento a Edward. Ella no importa, te lo aseguro. Confía en mí –enfatizando aquel argumento, palabra por palabra. Era obvio que se lo enviaba también a otra persona.

Alice podía ser mordaz cuando se lo proponía.

Tanya abrió enormemente los ojos al distinguir cómo también mi hermana defendía a Bella, miró con desagrado la escena.

Jasper sólo me sonrió maliciosamente.

¡Cómo no amarla si es tan dulce! —pensó con ironía.

--¡Tranquilízate Alice! –arremetió en ritmo vampírico Tanya en cuanto Alice terminó de hablar.

--Tranquilízate tú querida; deja de atosigar a Edward, ¿qué no ves que viene acompañado? –declaró con ese tono hipócrita que abunda en las mujeres.

--Chicas esto de por sí es escabroso para Bella, terminemos ¿quieren? –enunció Jasper y calmó el ambiente.

Tanya se irguió y me sonrió primeramente.

Tu hermana es un fastidio. Créeme que no pretendo dañar a tu novia Edward. Te quiero.

Su “te quiero” seguía cargado de deseo, pero ya era menos apasionado que en años, y décadas, anteriores. Su corazón ya estaba marcado por el amor y quién mejor que yo sabía lo que eso significaba.

Miró normalmente a Jasper y terminó con una retadora mirada a Alice.

--Hola chicos –dijo amablemente ¡Gracias al Cielo! y miró a Mi Vida, no obstante ella seguía emanando negatividad—. Hola Bella, me da gusto conocerte. He oído cosas fantásticas de ti.

Bella demostró ser fría, calculadora e insensible.

Si mi intuición no me fallaba, ella no le iba a contestar, iba a aplicar su ley del silencio, como hacía dos días atrás a mí.

Acerté.

¿Tanto odio le tenía?

Edward me voy a llevar a otro lado a Bella, Tanya me exaspera. Nos vemos adentro –pensó molesta Alice y comenzó a hablar como humano.

--Bella, ella es Tanya –las presentó Alice, y en cuanto vi una mueca de maldad en su rostro supe que no iba a ser la Alice dulce que conocíamos Jasper y yo— Bueno ya se presentaron –enunció como si no importara—, ahora tienes que venir conmigo –mandó sobresaltada y la jaló hacia la entrada de la casa.

--Alice, ¡ten cuidado con ella! ¡No la jales así! –reclamé, mi instinto protector me traicionó haciéndome hablar, a ritmo vampírico, sin razonar.

¡Ése es mi hermano!—prorrumpió Alice—Lo hice apropósito Edward. ¡Qué se de cuenta a quién amas! Por cierto… no te enojes.

¿Qué no me enoje?

No me dio tiempo de analizar sus palabras cuando continuó su diálogo con Bella.

--¡Oh, Esme tiene tantas ganas de verte! Y espera a que sepa que te casas con Edward –argumentó entusiasmada viendo con alegría a Mi Vida.

¡Pequeña importuna y embustera vampiresa!

¿¡Te vas a casar Edward!? –Reclamó Tanya.

Su pensamiento no fue exactamente una felicitación, así que la ignoré.

Necesitaba observar cómo lo había tomado Bella, me preocupaba por encima de todos los presentes, y para mi sorpresa parecía contenta.

El juego de Alice se sincronizó con ella como si hubiera sido un acuerdo.

Aparentó de forma única que se alteraba. Frente a Tanya mentía mejor de lo que jamás imaginé.

--Alice… –reclamó ofendida.

--Ay, lo siento Bella –la cruel de mi hermana no paro su maltrato—, ¿era una sorpresa? ¡Qué indiscreta soy! –Lloriqueó y miré Jasper, quien sólo se mantenía conteniendo una risa— ¡Lo siento Edward! Tanya, querida, no vayas a decir nada. Bella perdóname, por favor –rogaba como si hubiera cometido el delito con ignorancia– Jasper, amor –habló repentinamente a nuestro ritmo—, creo que volví a meter la pata… Te veo aquí adentro –dijo burlonamente y se metió a la casa con Bella.

Bella POV

El resto de la tarde fue un transcurso de buenas y gratas situaciones. Alice se había encargado de ahuyentar a Tanya durante las siguientes horas con sus comentarios… y eso fue esplendido.

En cuanto entramos, todos, a la casa, Esme y Carlisle nos recibieron con bazos abiertos, portándose tan efusivos con los dos que me sentí parte de la familia.

Edward fue el centro de atención de su adorable “padre”. La mayor parte de la tarde lo acaparó con conversaciones referentes a sus experiencias en Italia.

Esme, por su parte, me llenó de felicitaciones por el compromiso y junto con Alice empezaron a contarme los pormenores de lo que había pasado con ellos desde la última vez que los había visto; me enseñaron gran parte de la casa y las adecuaciones que realizaron al cuarto de Edward para que fuera un lugar cómodo para mí.

Cuando aparecieron Emmet y Rosalie, el recibimiento fue extraño, ya que Emmett inmediatamente comentó, lo que nadie había sido capaz de sacar al tema: el color de los ojos de Edward. La explicación precaria de Edward fue:

--Simple y sencillamente no soy tan fuerte como Carlisle.

Rosalie no fue el demonio que me imaginé; sí, continuaba siendo la diosa de la vanidad y por eso no bajaba la guardia conmigo, sin embargo no me veía con ganas de matarme. Eso fue un alivio.

En la noche, Emmett y Jasper convencieron a Edward a acompañarlos a cazar, deseaban divertirse un rato al lado de su tan amado hermano y éste buscó incesantemente que me durmiera para no sentir que me abandonaba.

Una vez en su recamara, solos los dos, comenzamos a debatir el tema.

--Edward, no tengo sueño, ve y diviértete sin preocupaciones –le besé su mejilla fría—. Hagamos un trato: le marco a Charlie para desearle buena noche, le mando un e – mail a mi mamá y si no has regresado me trataré de dormir. ¿Qué te parece? –Musité mientras le abrazaba por la cintura.

--Es que leí los pensamientos de Emmett y puede que esto tarde –susurró apenado, me besó mi cabeza y continuó—. Regresaré antes del amanecer.

--Despiértame, ¿si? Que no te importe la hora, quiero estar contigo –analicé mi petición y la corregí—, consciente… Necesito aprovechar el máximo de tiempo –mascullé y me apretuje más a su cuerpo.

--Bella –musitó y levanté mi rostro para verle—, no quiero irme; pídeme que me quede –rogó con su voz de terciopelo y sus ojos hechizantes.

Solté una risita inocente, su requerimiento ¿era en serio?

--No Edward, tus hermanos no me lo perdonarían –comenté avergonzada.

--Pídeme que me quede –declaró y su súplica tenía inmiscuido cierto mandato que me sorprendió, pero que acaté sin premeditarlo mucho.

--¡Qué necio! –Exclamé jugando y me vencí ante su rostro de ángel—Edward quédate conmigo.

Un beso inesperado me desarmó, un beso cuya justificación era el simple deseo contenido; la razón de la locura: el amor.

Edward enganchó mi cabeza entre sus manos heladas y, con un poco más de fuerza que la acostumbrada, unió nuestros labios para que no pudiera despegarme de él; mi piel se erizó.

Mi corazón latió a mil por hora; mis emociones se pusieron al margen de mis sensaciones y mis manos envueltas de pasión retiraron la ropa de él y la mía. Ya no había barreras que interrumpieran mi plan, Edward lo permitía y eso me hacía todavía más feliz.

Las caricias se intensificaron entre los dos y lo inevitable sucedió.

Al cabo de pocos minutos, mi cuerpo se hallaba arqueándose de placer en aquella cama recién acomodada; perfecta para hacer el amor.

Intentaba mil veces no gemir, me mordía frecuentemente mi labio inferior para acallar mi goce.

Sus labios y sus manos eran el verdadero significado del pecado, o quizá del paraíso arraigado.

Respiré entrecortadamente mayor número de veces; de un segundo a otro, tuve la imperiosa necesidad de rasgar la preciosa colcha, que cubría la cama, con mis manos cuando el placer llegó a su cumbre. Edward me miró extasiado y con un brillo en las pupilas que me hacía gravitar por más tiempo en aquel nirvana.

A la par gemimos de una forma inconsciente... placentera, pero totalmente inconsciente.

Ambos nos abrazamos cariñosamente después de terminar el concierto para los Cullen, cortesía de nuestra terrible atracción.

Nos miramos e intercambiamos un poco de nosotros, pero sin decir nada: Ideas, sentimientos, anhelos, sueños y fantasías.

Y cuando la magia se esfumó, la realidad nos pareció una broma, de repente nos reímos en los brazos del otro; los dos nos dábamos cuenta que lo que habíamos hecho era una pequeñísima falta de respeto a los sentidos agudizados de los seis vampiros que se encontraban en la planta baja.

--¿Qué están pesando? –cuestioné apenada y me envolví en las sábanas.

--Digamos que, en su mayoría, están consternados.

--¿Todavía te esperan para ir a cazar?

--Creo que sí… –musitó con zozobra—Ahora Emmett está más entusiasmado, piensa muchas estupideces que quiere decirme de frente.

--Se me cae la cara de vergüenza con tu familia; los próximos tres días pienso estar recluida en estas cuatro paredes –dije y me cubrí el rostro con una almohada.

--Bella, ¿tú crees que somos los únicos que hacemos esto? Emmett y Rosalie me deben muchas, Alice y Jasper… bueno ellos no, pero también suelen escaparse y todos terminamos sabiendo a que. Carlisle y Esme son un tanto románticos para sus ocasiones, así que siempre que oigas música saliendo de su habitación mejor aléjate –dijo con una seguridad tal que me hizo salir de mi escondite.

Conocer esas historias me remontó a una que sólo él conocería con exactitud.

--Edward, esta pregunta esta muy fuera de lugar, sin embargo mi mente no para de cuestionárselo: ¿Qué paso realmente entre ustedes dos? –musité mirándolo fijamente a los ojos.

--Antes de contártelo te prohíbo volver a sentir celos por su culpa–dictaminó y me estrechó contra su pecho con vigor—Bella, como te dijo Alice: “ella no importa”. Te voy a contar la historia tal como sucedió, porque quiero que la confianza sea nuestro pilar. ¿Estás preparada? –preguntó mientras se acercaba a mi oído.

--Sí –susurré.

--Te lo digo de esta forma –susurró a mi oído como otras veces atrás—porque si no lo sabes, lo conocerás en este momento: Odio ser indiscreto. Esto es muy privado, tanto que ni siquiera he desmentido a mi propia familia por salvaguardar el ego de Tanya –respiró a profundidad mi aroma y tragó con esfuerzo su veneno—. A mí no me importó nunca: ella y lo que dijeran de nosotros, ¿por qué le debería de dar explicaciones al mundo? Soy muy egoísta con mis sentimientos –resopló para enfatizar su personalidad y me hizo un poco de cosquillas su aire helado—Perdón.

--No te preocupes, continua.

--Cuando recién me convertí en esto, mi rencor a la vida era muy grande; mi rebeldía, como ya lo sabes, me llevó a cometer malas acciones. Carlisle pensó que viniendo para acá me tranquilizaría; encontrando en ellas un refugió, quizá… el amor me llegaría y lograría concretar un poco de paz para mi mente. Obviamente nada de eso pasó.

“Tanya se interesó en mí desde que pisamos esta residencia, fue desagradable, no obstante no quería portarme grosero con ella, era atenta, no se lo merecía. Su error fue fijarse en mí. Le regalaba de vez en cuando un poco de sonrisas y esas cosas que me has visto hacer para no ser descortés, ¿me estoy explicando? –asentí una vez; ya me urgía saber dónde paraba este discurso.

Un día, cuando mi crisis existencial me sofocó, ella tuvo la fortuna de estar cerca; recuerdo que me dijo cosas que me calmaron y cuando cobró su ayuda me sentí obligado a corresponderle: nos besamos” –dijo a quemarropa y mi corazón se paralizó.

--¡Me mentiste! –dije con un soplo de voz, me retiré de su lado y lo miré a los ojos— Cuando nos besamos tú y yo, me dijiste que esa era la primera vez… ¿¡o me equivoco!? –reclamé justicia.

--No, tienes razón. Te mentí, pero no del todo. Esto que te acabo de contar es lo único que ha sucedido entre ella y yo –articuló para que nadie de su casa lo escuchara – Ven Mi Vida, acércate, no te enojes, permíteme finalizar –suplicó sinceramente.

Me acerqué con recelo y él me abrazo como si me fuera a escapar nuevamente, mi corazón se sentía extraño y mis sentimientos confundidos. Lo escuché en cuanto empezó a susurrarme al oído.

--Cuando nos separamos, le expliqué, con la frialdad que tú me conoces, por qué era imposible lo nuestro. Yo no la veía atractiva, no me atraía. Ella me hizo creer que lo comprendió, sin embargo los dos días siguientes fueron una demostración de preocupación y atenciones que hicieron creer a Carlisle, Esme y a sus hermanas que yo había cedido. No aguanté más, mi estado de ánimo no lo soportaba y déspota negué todo una noche; ella se deprimió e hizo millones de burbujas –así que a él le había hecho las mentadas burbujitas también… ¡qué interesante!—hasta que me sentí culpable. Me disculpé y fue la primera vez que me alejé de los Cullen. Al fin y al cabo ellas también eran parte sustancial de Carlisle y no deseaba causarle más problemas.

“Ese beso fue la peor de mis decisiones con un vampiro. Conscientemente lo borré de mis experiencias.

Años más tarde cuando regresábamos con más miembros de la familia, quiso imponer un sello de pertenencia en mí, hasta con Rosalie, ¡por favor! –Murmuró sarcástico—, pero ella no es tonta y se dio cuenta que a mí no me importaba.

Tanya se encargó de convertir ese insípido beso en un mito.

He leído los pensamientos de sus hermanas y ellas no creen posible que yo haya resistido los encantos de Tanya. Ingenuas. Apuestan muy alto por ella” –susurró sarcástico.

--Entonces ¿no te gusta Tanya? –pregunté con miedo.

--No, en lo absoluto. Soy en demasía selectivo, al borde de lo exagerado diría yo –se separó de mi oreja y observó mi cara—. Ella tiene muchas carencias, que por supuesto tú no tienes. Para empezar y la más importante es tu inocencia, mi dulce Bella. Tú corazón siempre ha sido puro y apostaría a ojos cerrados a que tus pensamientos son iguales –sonrió y ocasionó que me sonrojara por completo—Ves a lo que me refiero. Eres un ángel. A veces pienso que estoy faltando a las leyes divinas más de lo que creo al volverme acercar a ti.

--¡No! Y si lo haces, no lo consideres. ¡Quiero estar contigo para toda la eternidad! –arremetí al instante y lo abracé efusivamente.

--Yo también –se rió por mi respuesta infantil—, eres tan adorable. Para terminar con esto de una buena vez, Tanya y yo no tuvimos nada que ver. Si te mentí hace algún tiempo, considera lo siguiente: mi primer beso fue contigo, porque lo di realmente enamorado –me alzó con sus manos para besar mis labios.

En el momento que nos separamos, mi cabeza daba vueltas.

--Respira Bella –exigió con un tono de ternura.

--Sí, perdón –me sentí tan tonta—Edward ¿me convertirías en un vampiro completamente? Esto de necesitar respirar es molesto cuando tengo urgencia de tus labios –comenté ironizando la situación, mas él se puso tenso— ¿Qué pasa? Estaba jugando.

--Bella, hablando en serio ¿te gustaría? –dijo serio.

¿Qué había dicho? ¿Qué tornillo se le había zafado? Responde antes de que se arrepienta.

--Claro –emití – ¿Lo consideras de verdad?

--Sí.

¡Oh, por Dios! –Pensé eufórica – ¡El sexo lo puede todo!

¿O qué otro motivo lo ponía a mis pies?

¿Qué otra sorpresa me faltaba por conocer?

--Estoy consternada –articulé con esfuerzo— ¿Por qué? No lo comprendo –negué con un movimiento suave de mi cabeza—, quizá mi inocencia, como tú la llamas, no da para mayores ideas; necesito saber ¿qué te ha hecho cambiar de opinión? –cuestioné insistente.

--Siendo sincero, una persona y un motivo: la muerte, en primer plano –pausó su argumento—. Nunca la vi tan real y tan próxima a tu fragilidad. Llevas dos días al borde de la muerte: el accidente en moto, luego tu asfixia premeditada… las dos veces estuviste a punto de morir. Y hoy, cuando llegamos Tanya me transmitió…

--¿Qué? –lo interrumpí con un tono de enojo exagerado.

¿Tanya? ¿Esa era la persona? ¡Por Tanya había cambiado de parecer! ¿Era una broma de mal gusto?

Cuando estuvimos juntos le rogué hasta el cansancio hacerme uno de ellos ¿y Tanya pudo, en menos de cinco minutos, convencerlo? ¿En dónde está el chiste?

Mordí mi labio y aún conteniendo lo más posible el sentimiento –tal como me había indicado Jasper en la tarde— lo continué escuchando. Me volteé en dirección opuesta a él, pues las lágrimas comenzaban a inundar mis ojos.

No le gusta Tanya, según entendí, ¡ah!, pero eso sí: la vampiresa sexy tiene poder de convencimiento sobre él.

--Tanya me transmitió unos pensamientos antes de entrar a la casa… –continuó como si nada, sin embargo lo volví a interrumpir antes de que mi voz se entrecortara.

--Edward… ¡Lárgate con tus hermanos! –exigí con rencor en la voz y me tapé con la almohada y la sábana que tenía a los lados.

--¿Bella? –susurró confundido con esa vocecita en cantadora, pero yo estaba tan ofuscada que lo ignoré.

--¡Lárgate! ¡Quiero estar sola! ¡Vete! –reclamé con mucho esfuerzo ente el llanto y el coraje.

--Bella, ¡no lo puedo creer! ¿Qué te dije al principio de mi confesión? –Demandó; ya estaba enfadado— ¡No seas inmadura! Me voy, si eso quieres –sentí como se paraba y comencé a percibir suaves caricias del aire; se vestía—.Tranquilízate, por favor, y cuando regrese necesitamos hablar… y HABLAR implica también ESCUCHAR –enfatizó cortésmente, pero sabía que en esa forma de dirigirse se escondía su enojo.

Se marchaba molesto.

Escuché el leve sonido de la puerta al cerrarse, e inmediatamente el silencio cortó en mil pedazos a mi corazón.

Él tenía razón, no era muy madura al encelarme, sin embargo yo también la tenía.

¿Quién de las dos era más coherente para él cuando de razonar se tratara?

Y fue entonces cuando mi coraje de todo el día fluyó en sollozos y lágrimas rabiosas.

El karma tocaba la puerta de mi corazón.

Vi y sentí con claridad los celos de Jacob, percibí los míos y lloré con más cólera.

¡Era tan obvio ahora!

Ni Jake ni yo seríamos capaces de ganarle a un vampiro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por subirlo y por la info..